inmediatamente el archivo. Saco un disquete nuevo de su bolso y comenzo a copiar el archivo abierto.

Mientras lo hacia llamo a Leah.

– Allo? -contesto la alegre voz de Leah

– ?Le ha gustado a Sarah el soufle?

– Pero si ella esta contigo, ?no?-dijo Leah despertandose de repente

– ?No!-grito Aimee al tiempo que sentia que la invadia el panico

– Dijo que habia quedado contigo, y algo sobre una salamandra-dijo Leah

– ?Que?-Aimee estaba temblando. ?Pior que iba Sarah a marcharse?

– La vino a buscar ese hombre-dijo Leah-. Dijo que tu te reunirias con ellos

– ?Quien?

Leah describio a alguien que bien podia ser Thierry. Aimee pulso el boton de expulsion, guardo el disquete y bajo corriendo por las escaleras. Una vez junto a la puerta desactivo el sistema de seguridad tal y como le habia descrito Solange. Al salir, paso repuntillas junto al guardia, que ni siquiera hizo amago de despertarse

Cuando se encontraba esperando en el semaforo de la esquina de la rue Rivoli, ya sabia que la seguian. Se metio en el metro mientras recordaba como ella y Martine solian esconderse de su pandilla despues de clase. Sujetas a las paredes embaldosadas habia bisagras que sujetaban las puertas batientes del metro y suficiente espacio vacio para dos adolescentes que se reian tontamente. Suponia que se tendria que apretar mas. Pero cabia justa. Una rafaga de aire caliente, el chirriar de los frenos y el sonido de las pisadas mientras los pasajeros se movian escaleras arriba junto al lugar en donde se encontraba Aimee. Conto hasta treinta, volvio a subir corriendo las escaleras del metro y encontro un taxi junto a la entrada oeste del Louvre.

Sabado por la tarde

– ?Donde esta Sarah?-pregunto Aimee por el telefono movil.

– ?No la ha encontrado?-dijo Hartmuth.

Desde el segundo piso de la abarrotada tienda de posters antiguos de su primo Sebastian en la rue St. Paul en el Marais, vigilaba el estrecho callejon a sus pies. Sarah, sin darse cuenta del peligro que suponia su hijo, se habia ido con Thierry. O quiza el la habia obligado.

Aimee aparto ese pensamiento de su mente. Tenia que llegar hasta un ordenador con capacidad de conectarse con la red municipal y encontrar a Sarah.

Sebastian, vestido con pantalones de cuero y chaqueta negros y una poblada barba negra a conjunto, estaba ayudando a encontrar un atuendo para Rene.

Ella lo habia rescatado en una ocasion a Sebastian, primo politico suyo y antiguo yonqui. Tal y como el decia a menudo, le debia una de por vida.

Rene salio de la buhardilla del piso de arriba, el brazo colgando de un cabestrillo y vestido con un chaleco de pescador retocado con luces fluorescentes pegadas con cinta de velcro en todos los bolsillos. Sebastian lo manipulo arriba y abajo con delicadeza para introducirlo en las botas de pescar de goma hasta el muslo.

– ?Que es la salamandra?-pregunto Aimee por telefono.

Hartmuth dejo escapar un hilo de aire

– El escudo de armas de marmol de Francisco I.

Desde abajo, se elevaban hasta sus oidos ruidos sordos. Desde la Bastilla llegaba el sonido de truenos lejanos.

– Ahorrese la leccion de historia-dijo Aimee, sintiendose frustrada al pensar que quiza habia llegado demasiado tarde-. ?Que significa?

– La salamandra es una escultura grabada en el arco del edificio del siglo XIX en el que vivia, frente a las catacumbas.

A sus pies, en la estrecha calle medieval de St. Paul, el espacio se lleno rapidamente de una fila de tanquetas de color caqui. De diseno pulcro y aerodinamico, los Humvees avanzaban sobre los adoquines a horcajadas sobre las bouches d?egout que conducian a las alcantarillas. Aimee no habia visto tanques en Paris desde las revueltas de 1968 en la Sorbona. Los coches aparcados bloqueaban el paso de las tanquetas y estas emitian nubes de gasoleo en combustion, en la fria tarde de Noviembre.

– ?Ha explotado una bomba?-dijo Aimee

– Los radicales contra los de derechas-dijo Hartmuth-. Me temo que tengo algo que ver con eso

– ?A que se refiere?

La voz de Hartmuth denotaba cansancio

– Por mi oposicion a votar. La Union Europea no ha podido ratificar el tratado comercial con sus politicas de exclusion.

– Thierry ha llevado a Sarah a las catacumbas-dijo ella-. ?Por que la conoce?

– Yo le ensene la vieja salida-suspiro Hartmuth-. Escondida en la plaza de Georges-Cain

– Alli nos vemos-dijo Aimee antes de cortar la comunicacion

– No llegaremos por ninguna ruta, Aimee-dijo Rene mientras se acercaba adonde ella estaba-. Controles por todos los sitios, el ejercito esta acordonando el Marais.

Ella lo beso en las mejillas

– Entre en el archivo protegido de Soli Hecht con las palabras “Jaque Mate”

Rene sonrio

– Idem.

– Las grandes mentes piensan igual, ?eh?-dijo ella-. Por eso vamos a ir bajo tierra

– Las catacumbas no llegan hasta esta zona de la rue St. Antoine-repuso el

– Pero el alcantarillado si, Rene

El puso los ojos en blanco

– Ya sabes que yo no me llevo bien con…

– Los roedores. Yo tampoco, pero Sebastian tiene algo que nos puede ayudar- dijo ella-. ?Has traido el portatil?

– ?Y tu eres la que hablas de los adictos a los ordenadores! -dijo el- ?Sacar del hospital a un hombre herido y hacer que pida prestado a los amigos un software pirateado!-Estaba grunendo, pero le brillaban los ojos-. ?Me encanta! ?Cual es el plan?

– Conectate con el portatil a la red municipal y accede a Frapol 1 de incognito-dijo ella

– ?Por que?-Rene hizo un gesto de dolor al colgar la mochila del hombro sano.

– Para que pueda identificar la maldita huella y averiguar a quien pertenece ese edificio en el Marais-dijo ella-. Voy a atrapar al asesino con una impresora de matriz de puntos o con la escala de grises de una laser.-Se cambio de ropa rapidamente detras de un cartel de los anos treinta que proclamaba “Esquie en los Alpes Maritimos”, con figuras envueltas en anoraks brincando con una cierta rigidez entre anticuadas telesillas.

– ?lo descargamos aqui o fuera?-pregunto Sebastian, cuya barba amortiguaba el sonido de su voz. Habia preparado todo lo que le habia solicitado.

Aimee senalo con la cabeza la puerta trasera, la cual se abrio. Daba a un callejon empapado por la lluvia. El ato el voluminoso material y se situo en cuclillas bajo las vigas de su tienda, las gotas de lluvia relucientes sobre sus pantalones de cuero negro.

– Gracias.-Ella se acerco a el con sigilo vestida con el mono con capucha de oscuro vinilo.

Agarro el asa de una pequena caja de color gris, mientras Sebastian arrastraba una mochila grande. Avanzaron con dificultad por el callejon adoquinado en medio de la fina lluvia hasta el quai des Celestins, a una manzana de distancia. Rene guardaba la retaguardia.

– ?Que ocurre con los habitantes del subsuelo?-dijo Rene-. ?Con los de las colas largas y grasientas?

Ella senalo la caja

– Ultrasonidos. Los odian. Por lo menos es lo que prometia el anuncio

– Tu siempre pendiente de la alta tecnologia, Aimee-resoplo Rene

– Tu eres al que le molestan las ratas, ?te acuerdas? ?No mencionaste la semana pasada algo asi como la proporcion de incidencia de la epidemia de rabia entre la poblacion roedora?-Intento no sonar como que le faltaba el aliento-. Es lo mejor que puedo hacer con tan poco tiempo.

Sebastian sonrio desde el fondo de su barba y Rene simplemente le lanzo una mirada furibunda.

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