tenia la mano dentro de una bolsa de plastico y dijo que nos estaba apuntando con una pistola. Les dimos el dinero.

– Es lo mejor que podian hacer -apostillo Vianello.

– Ni se nos ocurrio resistirnos -dijo Franchi-. Que se lleven el dinero, mientras nadie salga herido. Pobres diablos; no pueden evitarlo, imagino.

?Lo habia mirado con extraneza la signora Invernizzi al oirle decir eso?

– ?Entonces piensa que esto ha sido otro robo? -pregunto Brunetti.

– ?Y que puede ser si no? -pregunto Franchi con impaciencia.

– Desde luego -convino Brunetti. Ciertamente, no era el momento de ponerse a discutir.

El farmaceutico levanto las manos con un ademan cargado de resignacion y dijo:

– Va bene. -Miro a la signora Invernizzi-. Creo que deben venir los demas; puede usted empezar por llamarlos. -Levanto el pulgar y fue contando con los dedos mientras decia-: Yo llamare a Sanidad para dar parte, y al Seguro; luego, cuando tengamos una lista, haremos reposicion de existencias, y vere manera de conseguir otro ordenador para manana por la manana. -La conformidad de su voz no ahogaba por completo la rabia.

Franchi fue hasta el mostrador y se inclino para descolgar el telefono, pero habian arrancado el cable. Se aparto del mostrador dandose impulso con las manos y fue hacia el pasillo.

– Llamare desde el despacho -dijo por encima del hombro.

– Perdon, dottore -dijo Brunetti alzando la voz-. Lo siento, pero no puede entrar en su despacho.

– ?Que no puedo que? -inquirio Franchi encarandose con el comisario.

Brunetti se reunio con el en el pasillo y explico:

– Ahi dentro hay pruebas y, hasta que las hayamos examinado, nadie puede entrar.

– Es que tengo que hablar por telefono.

Brunetti saco el telefonino del bolsillo y se lo tendio.

– Puede usar este, dottore.

– Es que tengo los numeros ahi dentro.

– Lo lamento -dijo Brunetti con una sonrisa que daba a entender que el se sentia tan victima del reglamento como el farmaceutico-. Si marca Informacion le daran los numeros. O llame a mi secretaria y ella los buscara. - Antes de que Franchi pudiera protestar, Brunetti agrego-: Y lo siento, pero no tiene objeto que diga a sus empleados que vengan. Por lo menos, hasta que haya pasado el equipo del laboratorio.

– No hubo nada de esto la ultima vez -dijo Franchi en un tono de voz que fluctuaba entre el sarcasmo y la indignacion.

– Esto parece algo distinto de un simple robo, dottore -dijo Brunetti con calma.

Franchi tomo el telefonino con evidente desgana, pero no hizo ademan de utilizarlo.

– ?Y las otras cosas de ahi dentro? -pregunto senalando al despacho con un movimiento de la cabeza.

– Lo siento, dottore, pero toda la zona debe ser procesada como escenario de un crimen.

La cara de Franchi reflejo mas colera todavia, pero el farmaceutico solo dijo:

– Todos mis archivos estan en el ordenador: los cargos de los proveedores, mis propias facturas y la documentacion de la ULSS. La poliza del seguro… Seguramente, esta misma tarde podria tener otro ordenador, pero necesito el disco para copiar los datos.

– Lo lamento, pero eso no es posible, dottore -dijo Brunetti, venciendo la tentacion de utilizar una expresion informatica que habia oido con frecuencia y que creia entender: «copia de seguridad»-. No se si se habra dado cuenta, pero quien haya hecho esto ha reventado el ordenador. Dudo que pueda usted recuperar algo.

– ?Reventado el ordenador? -pregunto Franchi como si nunca hubiera oido la frase e ignorara el significado.

– O, mas exactamente, ha intentado abrirlo metiendo una cuna por una esquina, ?no, Vianello? -pregunto Brunetti al inspector, que acababa de entrar.

– ?Se refiere a esa especie de caja metalica? -pregunto el inspector con estudiada estupidez bovina-. Si, lo han roto, buscando lo que hubiera dentro. -Daba la impresion de que, para el inspector, un ordenador era como una especie de hucha. Cambiando de tono anuncio-: Bocchese esta en camino.

Sin dar a Franchi tiempo de preguntar, Brunetti explico:

– El equipo del laboratorio. Querran tomar huellas. -Con una cortes inclinacion de cabeza dedicada a la signora Invernizzi, que seguia la conversacion con interes, Brunetti dijo-: La signora tuvo la precaucion de quedarse fuera, por lo que, si han dejado huellas, ahi seguiran. Los tecnicos querran tomar las de ustedes - prosiguio, dirigiendose a ambos-, para excluirlas de las del intruso. Y tambien las de los demas empleados, desde luego, pero eso puede esperar hasta manana.

La signora Invernizzi asintio y Franchi la imito.

– Y les agradecere que no toquen nada hasta que mis hombres lo hayan examinado -agrego Brunetti.

– ?Cuanto tardaran? -pregunto Franchi.

Brunetti miro el reloj y vio que eran casi las once.

– Pueden venir ustedes a eso de las tres, dottore. Estoy seguro de que para entonces ellos ya habran terminado.

– ?Y puedo…? -empezo Franchi, pero parecio cambiar de idea-. Me gustaria salir a tomar un cafe. Volvere luego para que me tomen las huellas, ?de acuerdo?

– Desde luego, dottore -respondio Brunetti.

El comisario espero a ver si Franchi invitaba a la signora Invernizzi a acompanarlo, pero no fue asi. El farmaceutico devolvio el telefonino a Brunetti, sorteo a Vianello, se alejo por el pasillo, salio a la calle y desaparecio sin decir palabra.

– ?Puedo irme a casa? -dijo la mujer-. Volvere dentro de una hora, pero me parece que me vendra bien echarme un rato.

– Por supuesto, signora. ?Quiere que la acompane el inspector?

Ella sonrio por primera vez y rejuvenecio diez anos.

– Muy amable. Pero vivo cerca, al otro lado del puente. Volvere antes del almuerzo, ?conforme?

– Esta bien, signora -dijo Brunetti y la acompano hasta la puerta de la calle lateral. Salio con ella, la despidio y la vio alejarse. Al llegar a la desembocadura de la calle en el campo Sant'Angelo, la mujer se volvio y agito ligeramente la mano.

Brunetti le devolvio el saludo y entro otra vez en la farmacia.

CAPITULO 17

– ?«Esa especie de caja metalica», Lorenzo? -pregunto Brunetti-. ?Es una forma avanzada de lenguaje cibernetica para designar «unidad central»? -Le parecio que habia conseguido disimular el orgullo que sentia por poder utilizar el termino con tanta naturalidad.

– No -respondio Vianello sonriendo ampliamente-. Es un intento de convencer al dottor Franchi de que esta tratando con un analfabeto informatico… o quiza con dos, y de que a ninguno de nosotros le parecera sospechoso tanto interes por recuperar el disco duro.

– ?Quieres decir antes de que caiga en nuestras manos? -pregunto Brunetti.

– Exactamente.

– ?Que crees que habra en el ordenador?

Vianello se encogio de hombros.

– Algo que el no quiere que veamos, eso seguro. Podrian ser las visitas falsas. -Vianello medito unos momentos y anadio-: O puede que visite paginas o foros de internet poco recomendables.

– ?Hay manera de averiguarlo? -pregunto Brunetti.

?Habia sonreido Vianello?

– Yo no sabria -dijo y, sin dar tiempo a Brunetti de preguntar, anadio-: y la signorina Elettra, tampoco. - Observando la sorpresa de Brunetti prosiguio-: La unidad central esta danada, y ninguno de nosotros podria recuperar informacion de un disco en esas condiciones. Para eso hace falta un tecnico.

– ?Y tu conoces a alguno? -apremio Brunetti.

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