Brunetti se paro y levanto la mano para apaciguar a Vianello. Con voz totalmente distinta, casi solemne, pregunto:

– ?No te parece que somos muy afortunados?

Vianello se volvio hacia Brunetti y siguio la direccion de su mirada hacia San Marcos, las banderas que ondeaban a la brisa y los mosaicos de los dinteles. El inspector estuvo un rato contemplando la iglesia y luego miro a la derecha, hacia San Giorgio, al otro lado del agua, con su angel siempre vigilante. Con un ademan insolito en el, Vianello levanto el brazo y describio un arco que abarcaba tanto los edificios que los rodeaban como los del otro lado del agua, se volvio hacia Brunetti y le dio dos rapidas palmadas en el brazo. Brunetti penso que el inspector iba a decir algo, pero este guardo silencio y echo a andar en direccion a la Riva degli Schiavoni y el soleado trayecto hacia la questura.

Decidieron parar a almorzar por el camino, pero no antes de haberse alejado de San Marcos dos puentes. Vianello conocia una pequena trattoria en Via Garibaldi, donde tomaron penne con salsa de pimientos, melanzane a la parrilla y pecorino affumicato, seguidos de rollitos de pechuga de pavo rellenos de hierbas y panceta.

Durante el almuerzo, Vianello trato de explicar los principios operativos basicos del ordenador, pero a la mitad de los macarrones abandono el intento.

– En fin -concluyo-, que ella se lo de a ese individuo, y ya veremos lo que se puede hacer.

Ninguno quiso postre, a pesar de que el dueno les juro que las peras del pastel eran de sus arboles de Burano. Brunetti hizo una sena para pedir los cafes, sin dejar de pensar en el cuadro de la farmacia.

– Eso no ha podido hacerlo una persona normal -dijo repentinamente.

– Los vandalos no son personas normales -respondio Vianello-. Ni los drogadictos.

– Vamos, Lorenzo, piensa en lo que hemos visto. No se trata de unos chiquillos en un puente del ferrocarril con una pistola de pintura.

Llegaron los cafes y Brunetti estuvo mucho rato removiendo el azucar, mientras recordaba los destrozos.

Vianello termino su cafe y dejo la taza en el platillo.

– Esta bien -dijo-. De acuerdo. Pero, ?por que va alguien a hacer una cosa asi? Los medicos con los que esta conchabado serian los menos interesados en hacer algo que nos llamara la atencion.

– ?Estamos de acuerdo en que no es coincidencia, en que no se trata de un farmaceutico cualquiera, ni de una farmacia elegida al azar?

Vianello resoplo para indicar lo remota que le parecia la posibilidad.

– Entonces, ?por que?

– Confiemos en que el amigo de Elettra nos permita averiguarlo -dijo el inspector, y levanto la mano para pedir la cuenta.

CAPITULO 18

El otono avanzaba. Los dias se acortaban y, cuando se atrasaron los relojes, oscurecio aun mas temprano. Como ocurria todos los anos, durante los primeros dias de horario de invierno, Paola estuvo irritable, y marido e hijos anduvieron con pies de plomo hasta que ella recupero su buen humor habitual y la vida familiar pudo volver a su cauce.

Brunetti habia centrado la atencion en las investigaciones en curso, apartandola gradualmente del caso Pedrolli. Dos veces llamo a los servicios sociales, sin conseguir averiguar el paradero del nino. Sus informes fueron acortandose hasta cesar por completo, por falta de nuevos datos. Aun asi, no dejaba de pensar en el dottor Pedrolli. Harto de dar rodeos para obtener informacion y de servirse de argucias para inducir a la gente a revelar lo que sabia, Brunetti busco en su agenda el numero del despacho de Marvilli y marco.

– Marvilli.

– Capitan, aqui Guido Brunetti. Le llamo por el asunto del dottor Pedrolli.

– Lo siento, comisario, pero eso ya es agua pasada.

– ?Por que?

– El caso esta practicamente cerrado.

– ?Puede decirme por que, capitan?

– Porque se han retirado los cargos mas graves.

– ?Y cuales quedan?

– Solo falsificacion de documento oficial.

– ?El certificado de nacimiento?

– Si. No creo que eso suponga mas que una multa.

– Ya.

– ?Es eso todo, comisario?

– No. En realidad me gustaria hacerle una pregunta. Es por lo que le llamo.

– No creo poder responder mas preguntas sobre este caso, comisario.

– Es una pregunta muy simple, capitan, como podra comprobar.

– Adelante.

– ?Como se enteraron de lo de Pedrolli?

– Crei que eso ya se lo habia dicho.

– No, capitan; no me lo dijo.

– Los documentos que me fueron entregados antes de la operacion hacian mencion de una llamada telefonica anonima.

– ?Una llamada telefonica anonima? ?Quiere decir que alguien llama por telefono, hace una acusacion, y los carabinieri actuan?

– Me parece que he comprendido lo que usted no se ha permitido decir, comisario: que los carabinieri asaltan el domicilio particular de un ciudadano en respuesta a una llamada telefonica anonima. ?Sigue ahi, comisario?

– Si, capitan. ?Me permite que repita la pregunta?

– Desde luego.

– ?Podria decirme por que decidieron actuar en la forma en que lo hicieron, en respuesta a esta denuncia concreta?

– A pesar de los elegantes terminos en que formula la pregunta, comisario, no creo que deba responderla, y menos ahora, cuando parece que las consecuencias seran escasas o nulas.

– Se lo agradeceria, capitan. Mas por satisfacer mi curiosidad personal que por otra cosa. Si se han retirado los cargos, entonces…

– Parece que lo de la curiosidad personal lo dice en serio, comisario.

– Completamente.

– En tal caso, puedo decirle que el comunicante, por lo menos, segun el informe que yo lei, aporto informacion que demostraba que la adopcion hecha por Pedrolli era ilegal.

– ?El comunicante?

– El informe hacia referencia a un hombre.

– Perdone la interrupcion, capitan.

– No hay de que… Al parecer, ese hombre dio el nombre de la mujer, el del hospital en el que habia dado a luz y la fecha aproximada del parto. Tambien menciono que se habia hecho un pago.

– ?Y eso fue suficiente?

– ?Suficiente para que, comisario?

– Para convencerles de que el denunciante decia la verdad.

– Imagino, comisario, y es mera suposicion, que el hecho de que conociera el nombre de la mujer y los otros detalles basto para inducir a mis companeros a investigar la acusacion o, por lo menos, comprobar si el nombre de esta mujer figuraba en el certificado de nacimiento del nino del dottor Pedrolli y, en tal caso, interrogarla acerca de las circunstancias.

– ?Cuanto tiempo tardaron en hacer eso?

– ?Hacer que, comisario?

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