la muneca.— ?Quienes son estas personas que trataron de matarte?

—Lo hubieramos conseguido si no hubiera sido por esa capa. Lo vimos salir del agujero, pero la capa lo cubrio cuando empezo a descender, de modo que mis hombres no pudieron ver el blanco, solo la piel de sus brazos.

Explique tan brevemente como pude mis relaciones con Agia y su hermano gemelo, y describi la muerte de Agilus.

—Y ahora ella ha venido a juntarse con el. —Jonas miro primero a ella y luego la longitud carmesi de Terminus Est, y se encogio levemente de hombros. —He dejado arriba mi petigallo, y tendria que ocuparme de el. Asi despues puedo decir que no vi nada. ?Fue esta mujer quien envio la carta?

—Tendria que haberlo sabido. Le conte lo de Thecla. Tu no sabes nada de Thecla, pero ella si. De eso trataba la carta. Le conte todo mientras visitamos el Jardin Botanico en Nessus. En la carta habia errores y cosas que Thecla no hubiera dicho, pero cuando la lei no me pare a pensarlo.

Me retire y volvi a poner la Garra en la bota, metiendola bien adentro.

—Tal vez sea mejor que te ocupes de tu animal, como dices. El mio parece haber escapado, y quiza tengamos que cabalgar en el tuyo por turnos.

Jonas asintio y regreso subiendo por donde habia venido.

—Me estabas esperando, ?no? —le pregunte a Agia—. Oi algo y el diestrero meneo las orejas. Eras tu. ?Por que no me mataste entonces?

—Estabamos alli arriba —hizo un gesto indicando las alturas—, y quise que los hombres que pague tiraran contra ti cuando subias caminando por la corriente. Fueron estupidos y tozudos como siempre son los hombres, y dijeron que no desperdiciarian sus dardos, que las criaturas de ahi dentro te matarian. Hice caer rodando la piedra mas grande que pude mover, pero para entonces ya era demasiado tarde.

—Te habian contado lo de la mina?

Agia encogio los hombros desnudos, que la luz de la luna convirtio en algo mas hermoso que la carne.

—Como vas a matarme, ?que mas me da? Todos los lugarenos cuentan historias sobre este sitio. Dicen que esas cosas salen de noche durante las tormentas y se llevan los animales de los establos y a veces entran en las casas por los ninos. Y una leyenda dice que dentro guardan un tesoro, asi que tambien lo puse en la carta. Pense que si no venias por Thecla podrias venir por eso. ?Puedo volverte la espalda, Severian? Si da lo mismo, no quiero verlo.

Cuando lo dijo, senti como si se me hubiera quitado un peso del corazon: no estaba seguro de poder golpearla si hubiera tenido que mirarle la cara.

Levante mi propio falo de hierro y senti entonces que queria preguntarle otra cosa a Agia, pero no consegui recordar lo que podia ser.

—Golpea —dijo—. Estoy dispuesta.

Trate de pisar con firmeza y mis dedos tocaron la cabeza de la mujer en la guarda de la espada, la cabeza que marcaba el filo femenino.

Poco despues, volvio a repetir: —Golpea.

Pero para entonces yo ya habia dejado atras el valle.

VIII — Los cultellarii

Regresamos en silencio a la posada, y tan lentamente que el cielo se volvio gris por el este antes de que llegaramos a la ciudad. Mientras Jonas desensillaba el petigallo le dije: —No la mate.

Movio la cabeza sin mirarme.

—Lo se.

—?Lo viste? Dijiste que no lo harias.

—Oi la voz de ella cuando practicamente ya estabas a mi lado. ?Lo volvera a intentar?

Me quede pensando, mientras el llevaba la pequena silla de montar al guadarnes. Cuando salio, le dije: — Si, estoy seguro de que lo hara. No me hizo ninguna promesa, si eso es lo que quieres decir. De todos modos, no la hubiera mantenido.

—Entonces, yo la habria matado.

—Si —dije—, eso hubiera sido lo correcto.

Salimos juntos del establo. La luz que habia ahora en el patio bastaba ya para poder ver el pozo y las amplias puertas por las que se entraba a la posada.

—No creo que hubiese sido lo correcto, solo digo que yo lo habria hecho. Me hubiera imaginado siendo apunalado mientras dormia, muriendo en algun lugar sobre un sucio camastro, y hubiera eliminado la amenaza. Pero no hubiese sido lo correcto. —Jonas levanto el mazo que habia dejado alli el hombre mono y en una parodia brutal y sin gracia simulo un golpe de espada. La cabeza del arma capto la luz y ambos nos quedamos boquiabiertos.

Era de oro batido.

Ninguno de nosotros sentia deseo alguno de asistir a las atracciones que aun ofrecia la feria a quienes se habian pasado la noche jaraneando. Nos retiramos a nuestra habitacion y nos preparamos para dormir. Cuando Jonas me propuso compartir el oro conmigo, me negue. Antes habia tenido dinero de sobra, ademas del adelanto de mi paga, y el habia vivido, digamos, de mi generosidad. Pero ahora me alegraba que ya no tuviera que sentirse en deuda conmigo. Tambien senti verguenza de ver la total confianza que ponia en mi ofreciendome el oro, y recorde cuan cuidadosamente le habia ocultado (y aun le ocultaba) la existencia de la Garra. Me senti obligado a contarselo, pero no lo hice, y en cambio procure sacar el pie de la bota mojada de manera que la Garra cayera dentro de la punta.

Me levante alrededor del mediodia, y despues de cerciorarme de que la Garra seguia alli, desperte a Jonas como me lo habia pedido.

—En la feria habra joyeros que querran comprarmelo, supongo —dijo—. Al menos, podre regatear con ellos. ?Quieres acompanarme?

—Tenemos que comer algo, y para cuando hayamos concluido sera la hora de estar otra vez en el cadalso.

—?Asi que vuelves al trabajo?

—Si. —Cogi mi capa; estaba bastante desgarrada, y mis botas aun seguian descoloridas y un poco humedas.

—Una de las doncellas de aqui puede cosertela. No quedara como nueva, pero si bastante mejor que ahora. —Jonas abrio la puerta de un tiron.— Ven conmigo si tienes hambre. ?Por que estas tan pensativo?

En el reservado de la posada, delante de una buena comida, y mientras la mujer del posadero me cosia la capa en otra habitacion, le conte lo que habia ocurrido debajo de la colina y que termino con los pasos que oi muy debajo de la tierra.

—Eres un hombre extrano —fue todo lo que dijo.

—Tu lo eres mas que yo. No quieres que la gente lo sepa, pero eres un forastero.

El sonrio.

—?Un cacogeno?

—Un extranjero.

Jonas nego con la cabeza y despues asintio.

—Si, debo de serlo. Pero tu… Tu tienes ese talisman que te permite gobernar las pesadillas, y has descubierto un tesoro de plata. Y, sin embargo, me lo cuentas como si estuvieras hablando del tiempo.

Cogi un poco de pan.

—Admito que es extrano, pero lo extrano reside en la Garra, en la cosa misma y no en mi, y en cuanto a contartelo, ?por que no habia de hacerlo? Si te quisiera robar el oro, lo venderia y me gastaria el dinero, pero no creo que las cosas le fueran bien a quien robara la Garra. No se por que, pero asi lo creo, y por supuesto, Agia la robo. En cuanto a la plata…

—?Y ella te la puso en el bolsillo?

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