varias habitaciones. Tal vez sea solo un prejuicio.

Jonas se incorporo trabajosamente hasta que estuvo sentado con la espalda contra la pared. Tenia la cara palida bajo la piel morena y le brillaba con la transpiracion mientras decia: —?No te imaginas como este lugar llego a ser lo que es? Mira a tu alrededor.

Lo hice, y solo vi lo que habia visto antes: la extensa estancia, de luces tenues.

—Esto fue una suite, quiza varias, probablemente. Han tirado las paredes y han puesto en todas partes un suelo uniforme sobre los antiguos. Estoy seguro que es lo que llamabamos un techo rebajado. Si levantaras uno de esos paneles, verias encima la estructura original.

Me puse de pie y probe; pero aunque llegaba con la punta de los dedos a los paneles rectangulares, no alcanzaba a ejercer mucha presion sobre ellos. La ninita, que estaba observando a una distancia de unos diez pasos y escuchando, estoy seguro, cada palabra nuestra, dijo:

—Alzame y lo hare.

Corrio hacia nosotros. La tome por la cintura y me di cuenta que podia levantarla facilmente sobre mi cabeza. Durante unos segundos apreto los brazos pequenos contra el trozo de techo encima de ella, que cedio hacia arriba, soltando una lluvia de polvo. A hi, alla vi una red de finas barras metalicas, y a traves de ellas un techo abovedado con muchas moldura, N pinturas desconchadas que representaban nube, y aves. Los brazos de la nina se aflojaron; el panel vivio a hundirse soltando mas polvo, y mi vision se interrumpio.

Deje a la nina en el suelo y me volvi hacia Jonas.

—Tienes razon. Hay un techo antiguo encima de este, que correspondia a una habitacion mucho mas pequena. ?Como lo sabias?

—Porque hable con esas personas. Ayer. —Levanto las manos, la de hierro y tambien la de carne, y parecio que iba a frotarse la cara con ellas.— Echa a la nina, ?quieres?

Le dije a la nina que se fuera con su madre, aunque sospecho que se limito a cruzar la estancia, volviendo despues a lo largo de la pared hasta un punto desde donde podia escucharnos.

—Siento como si estuviera despertando —dijo Jonas—. Creo que dije ayer que temia volverme loco. Creo que tal vez me este volviendo cuerdo, y eso es tan malo o peor. — Habia estado sentado sobre el jergon de lona donde habiamos dormido. Ahora se dejo caer sobre la pared, parecido a un cadaver que vi mas tarde con la espalda contra un arbol.— Yo leia mucho a bordo. Una vez lei una historia. No creo que sepas nada de ella. Aqui han transcurrido muchas quiliadas.

Le dije:

—Supongo que no.

—Habia tanta diferencia, pero tambien tanta semejanza con esto. Pequenas y extranas costumbres y usos… algunas no tan pequenas. Instituciones extranas. Pedi el barco y ella me dio otro libro.

Todavia transpiraba, y pense que estaba desvariando. Utilice el trapo con el que limpiaba la hoja de mi espada para secarle la frente.

—Senores hereditarios y subordinados hereditarios, toda clase de extranos funcionarios. Lanceros de largos y blancos bigotes. —Por un instante asomo el fantasma de una vieja y divertida sonrisa.— El Caballero Blanco esta resbalando por el atizador. Mantiene muy mal el equilibrio, como le dijo el cuaderno del rey.

En el extremo mas apartado de la estancia hubo cierto revuelo. Los prisioneros que habian estado durmiendo o hablando en voz baja en pequenos grupos se incorporaban e iban hacia alli. Jonas parecio dar por sentado que yo tambien iria, y me agarro el hombro con la mano izquierda, debilmente, como con mano de mujer.

—Nada de eso empezo asi. —La voz tremula crecio de repente.— Severian, el rey era elegido en el Campo de Ceremonias. Los reyes nombraban a los condes. A eso le llamaban la edad de las tinieblas. Un baron no era mas que un hombre libre de Lombardia.

La ninita que yo habia levantado hasta el techo aparecio como brotada de la nada y nos llamo: —Hay comida. ?No vais a venir? —Y yo me puse de pie y dije:— Traere algo para nosotros. Quiza te ayude a ponerte mejor.

—Aquello echo raices. Todo se prolongo por demasiado tiempo. —Mientras yo caminaba hacia la multitud, le oi decir:— El pueblo no lo sabia.

Los prisioneros volvian con pequenas hogazas de pan bajo el brazo. Cuando llegue, la muchedumbre era menos compacta, y vi que las puertas estaban abiertas. Detras, en el corredor, un asistente con mitra de gasa blanca almidonada vigilaba cerca de un carro de plata. En realidad, los prisioneros salian de la antesala y daban la vuelta alrededor de este hombre. Yo los segui, y por un momento tuve la impresion de que me habian puesto en libertad. La ilusion se esfumo pronto. A ambos extremos del corredor habia unos hastarii que cerraban la salida, y otros dos cruzaban sus armas ante la puerta que conducia al Pozo del Carillon Verde.

Alguien me toco el brazo, y al volverme vi a la canosa Nicarete.

—Tienes que conseguir algo —me dijo—, si no para ti, al menos para tu amigo. Nunca traen bastante.

Asenti con un gesto, y extendiendo el brazo sobre un grupo de cabezas alcance a coger un par de pegajosas hogazas.

—?Cuantas veces nos dan de comer?

—Dos al dia. Ayer llegasteis justo despues de la segunda comida. Todo el mundo trata de no tomar demasiado, pero nunca hay suficiente.

—Esto son pastelitos —dije—. Las puntas de mis dedos estaban cubiertas de una capa de merengue con sabor a limon, miristica y curcuma.

La vieja asintio con la cabeza.

—Siempre son pastelitos, aunque varian de un dia a otro. Ese birrete de plata contiene cafe, y en la bandeja inferior del carrito hay tazas. A la mayoria de los aqui encerrados no les gusta y no lo beben. Imagino que algunos ni siquiera lo conocen.

Ya habian desaparecido todos los pastelitos, y los ultimos prisioneros, excepto Nicarete y yo, habian vuelto a entrar en la estancia de techo bajo. Tome una taza de la bandeja inferior y la llene. El cafe era muy fuerte, caliente y negro, y muy endulzado con lo que me parecio miel de tomillo.

—?No vas a bebertelo?

—Voy a darselo a Jonas. ?Les importara que me lleve la taza?

—No lo creo —dijo Nicarete, pero mientras hablaba sacudio la cabeza senalando a los soldados.

Ellos habian adelantado las lanzas en posicion de guardia, y las puntas afiladas ardian con un fuego mas vivo. Volvi con ella a la antesala, y las puertas se cerraron detras de nosotros.

Recorde que el dia antes Nicarete me habia dicho que se encontraba alli por su propia voluntad, y le pregunte si sabia por que alimentaban a los prisioneros con pastelitos y cafe del sur.

—Tu ya lo sabes —dijo—. Lo oigo en tu voz.

—No. Pero creo que Jonas lo sabe.

—Quiza si. Pues nadie piensa que esta prision sea realmente una prision. Hace tiempo (creo que antes del reinado de Ymar) era costumbre que el mismo Autarca juzgara a cualquiera que hubiese cometido algun delito dentro de la Casa Absoluta. Quiza los autarcas pensaban que escuchando tales casos se enterarian de lo que se tramaba contra ellos, o quiza solo esperaban que tratando con justicia a los del circulo inmediato apagarian los odios y desarmarian los celos. Los casos importantes se zanjaban con rapidez, pero en los menos graves se enviaba a los delincuentes a este lugar a que esperaran…

Las puertas que poco antes se habian cerrado se estaban abriendo de nuevo. Un hombre pequeno, harapiento, desdentado, fue empujado dentro. Cayo de bruces, se incorporo y se echo a mis pies. Era Hethor.

Como cuando habiamos llegado Jonas y yo, los prisioneros se amontonaron alrededor de Hethor, levantandolo y gritando preguntas. Nicarete, a quien pronto se le unio Lomer, los aparto y le pidio a Hethor que se identificara. El se quito la gorra (recordandome la manana de nuestro primer encuentro sobre la hierba del Cruce de Ctesifon) y me dijo: — Soy el esclavo de mi maestro, el que viene de lejos, el de la cara gas… gastada, soy Hethor, agobiado de polvo y doblemente abandonado —no dejando de mirarme todo el rato con ojos desorbitados y brillantes, como las ratas pelonas de la chatelaine Lelia, que corrian en circulos y se mordian el rabo obedeciendo a una palmada.

Tanto me repugnaba mirarlo, y tan preocupado estaba por Jonas, que en seguida me fui y volvi al lugar donde habiamos dormido. La imagen de una rata temblorosa de carne gris era todavia vivida cuando me sente;

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