han venido como la vuestra, hasta que los craneos blanquearon las cenagosas profundidades de estos inmensurables canales. Pues mi padre acostumbra a dejarles errar entre los islotes y estrechos hasta que se les agota el combustible, por mucho que traigan, y entonces, cayendo sobre ellos de noche cuando el resplandor de sus fuegos moribundos le permite verlos y no ser visto, acaba con ellos.

Entonces se turbo el corazon del joven nacido de un sueno, y dijo: —Le buscaremos como se nos indica, pero ?no hay manera alguna de escapar al destino de esos otros?

A estas palabras, la princesa se apiado de el, pues todos los que estan hechos de suenos les parecen hermosos al menos en cierto grado a las hijas de la noche, y el mas que ninguno. Asi, dijo ella: —Para encontrar a mi padre antes de quemar el ultimo madero, teneis que buscar el agua mas oscura, pues por donde quiera que pasa ese cuerpo enorme levanta un cieno repugnante, y observandolo podreis descubrirlo. Pero teneis que empezar la busqueda a la hora del alba, y desistir cuando sea mediodia; si no, podriais dar con el a la luz del crepusculo, y lo pasariais muy mal.

—Por este consejo hubiera dado mi vida —dijo el joven, y todos los companeros que habian desembarcado con el lanzaron un grito de jubilo—, pues ahora seguramente triunfaremos sobre el ogro.

A esto, la cara solemne de la princesa se ensombrecio aun mas y dijo: —No, ciertamente que no, pues en la lucha naval es un temible adversario. Pero se una estratagema que os puede ayudar. Habeis dicho que estais bien pertrechados. ?Teneis brea por si el buque hace agua?

—Muchos barriles —dijo el joven.

—Entonces procura que cuando lucheis el viento sople desde vosotros hacia el, y en lo mas algido del combate, que sera pronto una vez iniciado, haz que tus hombres echen brea a las calderas. Aunque con eso no puedo prometerte la victoria, os sera de gran ayuda.

Por este consejo, todos los jovenes se deshicieron en agradecimiento, y las doncellas trigueras, que timidamente se habian mantenido a distancia mientras charlaban el joven nacido de suenos y la hija de la Noche, lanzaron un grito de jubilo como lo hacen las doncellas, escaso de fuerza pero lleno de alegria.

Entonces los jovenes se prepararon para partir, encendiendo los fuegos de las grandes calderas bajo la crujia de la nave, hasta que surgio el blanco espectro que impulsa a las buenas naves aunque el viento sople de otro lado. Y la princesa los contemplo desde la orilla y les dio su bendicion.

Pero cuando las grandes ruedas comenzaban a girar, tan lentamente al principio que apenas parecian moverse, llamo a voces al joven nacido de suenos, que vino a la barandilla, y le dijo: —Puede ser que encontreis a mi padre. Si lo encontrais, tal vez lo derroteis, oscureciendo incluso proezas como las suyas. Aun asi, puede que os cueste enormemente volver a encontrar el camino hacia el mar, pues en esta isla los canales estan hechos de las formas mas inimaginables. Pero hay una manera. De la mano derecha de mi padre has de despellejar la yema del primer dedo.

Veras en ella mil lineas enmaranadas. No te desanimes y estudialas atentamente; pues es el mapa que siguio para trazar las vias de agua, de modo que siempre pudiera tenerlo consigo.

IV — La batalla contra el ogro

Aproaron tierra adentro y, tal como les habia advertido la princesa, el canal que seguian pronto se dividio una y otra vez hasta que hubo mil bifurcaciones de canales y diez mil islotes. Cuando la sombra del palo mayor no fue mas larga que un sombrero, el joven nacido de suenos ordeno echar anclas y cubrir los fuegos, y en ese lugar quedaron esperando una larga tarde engrasando los canones y preparando la polvora y todo lo que pudiera necesitarse en la mas encarnizada de las batallas.

Por fin llego la Noche, y la vieron pasar de un islote a otro llevando una nube de murcielagos sobre los hombros y unos lobos terribles pisandole los talones. No parecia estar mas alla de un simple tiro de artilleria desde donde habian anclado, sin embargo todos vieron que no pasaba delante ni de Hespero ni de Sirio, sino por detras. Se volvio a mirarlos solo un momento, y ninguno pudo decir con certeza lo que esa mirada indicaba. Pero todos se preguntaron si realmente el ogro la habia tomado por la fuerza como habia dicho su hija; y en tal caso, si ella no habia perdido ya el resentimiento que cabia imaginar.

Con la primera luz la trompeta sono en el alcazar y el combustible animo los fuegos cubiertos; pero como la brisa de la manana soplaba favorable en el canal, el joven ordeno desplegar velas antes de que las grandes ruedas estuvieran dispuestas a moverse. Y cuando el blanco espectro desperto al fin, la nave se adelanto a doble velocidad.

El canal se prolongaba muchas leguas, bastante derecho como para que no hubiera necesidad de arrizar las velas ni enmendar el rumbo. Cruzaron otros cien canales, y en cada uno de ellos estudiaron las aguas, que eran siempre translucidas como el cristal. Contar las cosas extranas que vieron en los islotes por los que pasaron requeriria una docena de cuentos tan largos como este: mujeres que crecian de tallos como flores asomaban por encima del barco, y besandolos trataban de mancharles la cara con el polvo de las mejillas; hombres a quienes la aficion al vino habia matado hacia tiempo yacian junto a manantiales de vino, y seguian bebiendo, demasiado embriagados para saber que sus vidas habian acabado ya; bestias que eran agueros para tiempos futuros, de retorcidas extremidades y piel de colores insolitos, esperaban el proximo advenimiento de batallas, terremotos y regicidios.

Por fin el mozo que hacia de segundo se acerco al joven nacido de suenos que esperaba cerca del timonel, y le dijo:

—Ya hemos avanzado mucho por este canal y el sol, que no habia mostrado la cara cuando recogimos las velas, se acerca al cenit. Siguiendolo, hemos cruzado otros mil canales, y en ninguno hemos visto ninguna huella del ogro. ?No puede ser que hayamos tomado un rumbo desafortunado? ?No seria mas sensato enmendar pronto y buscar otro canal?

Entonces el joven respondio: —Justo ahora pasa un canal a estribor. Echa una mirada y dime si las aguas estan mas sucias que las nuestras.

El mozo hizo lo que se le indicaba y dijo: —No, estan mas claras.

—Dentro de poco se abrira otro a babor. ?A que profundidad puedes ver?

El mozo espero hasta que el barco paso frente al canal del que hablaba el joven, y entonces respondio: — Hasta el fondo. Veo muy abajo los restos de una nave muy antigua.

—?Y ves a la misma profundidad en el canal por el que navegamos?

Y el otro miro las aguas que surcaban, y tenian el color de la tinta; y hasta las salpicaduras que despedian las ruedas parecian grajos y cuervos. En seguida comprendio y grito a todos los demas que se quedaran junto a los canones, pues no podia decir que se prepararan a quienes estaban preparados desde hacia tanto tiempo.

Enfrente se encontraba un islote mas elevado que casi todos los demas, coronado de arboles altos y sombrios; y en ese punto el canal se torcia, de modo que el viento, que habia soplado fijo de popa, golpeo el mirador. El timonel hizo girar la rueda y el marinero de guardia solto algunas escotas y ateso otras, y la proa del barco doblo la pronunciada curva del risco y alli, ante ellos, aparecio un largo casco de poca manga, con un unico castillo en la crujia y un solo canon mayor que todos los que ellos llevaban y que asomaba por una unica tronera.

Entonces el joven nacido de suenos abrio la boca para ordenar a los artilleros de proa que abrieran fuego, pero antes que sus palabras bramo el canon enemigo con un sonido que no era como el del trueno u otro ruido conocido a los oidos de los hombres, sino como si hubieran estado en una alta torre de piedra y esta se hubiera derrumbado en un instante.

Y el proyectil del disparo alcanzo la recamara del primer canon de estribor, rompiendolo en pedazos y reventando el mismo, de modo que los fragmentos de canon y proyectil se esparcieron por el buque como hojas oscuras antes de un vendaval y mato a muchos hombres.

Entonces el timonel, sin esperar orden alguna, hizo girar el barco hasta que la bateria de babor quedo apuntando, y los canones, como lobos que aullan a la luna, dispararon a discrecion de los hombres que los servian. Y sus proyectiles pasaron a uno y otro lado del unico castillo del enemigo, y algunos lo acertaron produciendo el ruido de campanadas funebres por los que habian perecido un momento antes, y otros se perdieron en el agua ante el casco que lo sostenia, y otros dieron sobre la cubierta (que tambien era de hierro) y al contacto con ella volaron rebotados hacia el cielo con un ruido chillon.

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