habitacion donde palpitan los canones en lo alto de la torre? Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis canones. Uno, dos, tres niveles de celdas ocupadas en las mazmorras. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho alas en cada nivel. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho alas en cada nivel. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciseis, diecisiete celdas en cada ala. Uno, dos, tres barrotes en el ventanuco de la puerta de mi celda.

Me desperte sobresaltada y con una sensacion de frio, pero el sonido que me habia perturbado no era mas que el golpe de una portezuela muy abajo en el corredor. Junto a mi, Severian, mi amante, reposa con el sueno facil de la juventud. Me sente pensando encender una vela y observar durante un momento el fresco colorido de esa cara cincelada. Cada vez que regresaba a mi, en esa cara brillaba una mota de libertad, y en cada ocasion yo la cogia y soplaba sobre ella y la tenia contra mi pecho, y en cada ocasion ella suspiraba y moria; pero en alguna ocasion no, y entonces, en lugar de hundirme mas, bajo esta carga de tierra y metal, yo me elevaba a traves del metal y la tierra hacia el viento y el cielo.

O eso es lo que me decia. Si no era verdad, aun me seguia quedando una unica alegria, la de recogerme en esa mota.

Pero cuando busque con la mano, la vela habia desaparecido, y mis ojos y oidos y la piel de mi cara me decian que hasta la celda se habia desvanecido. La luz era tenue aqui, muy tenue, pero no se trataba de la luz de la vela del torturador en el pasillo, la luz que se filtraba por los tres barrotes de la portezuela de mi celda. El sonido de debiles ecos proclamaba que me encontraba en un lugar mas grande que cien de esas celdas; mis mejillas y mi frente, hartas de senalar la proximidad de mis paredes, lo confirmaban.

Me puse de pie y me sacudi el vestido, y comence a caminar casi como una sonambula… Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete pasos, despues el olor de cuerpos juntos y del aire confinado decian donde me encontraba ahora. ?Era la antecamara! Senti el tiron de un desgarramiento. ?Habia ordenado el Autarca que me trajeran aqui mientras dormia? ?Dejarian los otros el latigo en paz cuando me vieran? ?La puerta! ?La puerta!

Mi confusion era tan enorme que casi cai, derribada por el desbarajuste de mi pensamiento.

Me retorci las manos, pero las manos que retorcia no eran las mias. Mi mano derecha tocaba una mano que era demasiado grande y demasiado fuerte, y en el mismo instante mi mano izquierda tocaba una mano similar.

Thecla cayo fuera de mi como un sueno. Mejor dicho, se fue reduciendo hasta quedar en nada, y al desvanecerse desaparecio en mi interior hasta que volvi a sentirme yo mismo, y casi solo.

Sin embargo, lo habia entendido. La situacion de la puerta, la puerta secreta por la que los jovenes exultantes venian de noche con los energizados latigos de alambre trenzado todavia estaba en mi memoria. Con todo lo demas que he visto o pensado. Podria escaparme manana. O ahora.

—Por favor —dijo una voz a mi lado—, ?a donde fue la senora?

Era otra vez la nina, la ninita de pelo oscuro y ojos mirones. Le pregunte si habia visto a una mujer.

Me agarro la mano con la manecita.

—Si, una dama alta, y estoy asustada. Hay algo horrible en la oscuridad. ?Atrapo a la senora?

—Tu no tienes miedo de nada horrible, ?recuerdas? Te reias de la cara verde.

—Esto es diferente. Es una cosa negra que resuella en la oscuridad. —En la voz de la nina habia verdadero terror, y le temblaba la mano que aferraba la mia.

—?Como era esa dama?

—No lo se. Solo podia verla porque era mas oscura que las sombras, pero se que era una dama por el modo de caminar. Cuando vine para ver quien era, no habia nadie mas que tu.

—Comprendo —le dije—, aunque dudo que alguna vez tu lo entiendas. Ahora debes volver donde esta tu madre y dormir.

—Viene por la pared —dijo ella. Y despues me solto la mano y desaparecio, pero estoy seguro que no hizo lo que le indique. En cambio, debio de habernos seguido a Jonas y a mi, puesto que desde entonces alcance a verla dos veces desde que volvi aqui a la Casa Absoluta, donde sin duda vive de la comida que roba. (Es posible que acostumbrara a venir a la antecamara para comer, pero he ordenado que se liberen a todos los que estan alli confinados, incluso si es necesario, como creo que lo sera, sacar a la mayoria a punta de lanza. Tambien he ordenado que traigan ante mi a Nicarete, y cuando hace un momento estaba escribiendo sobre nuestra captura, mi chambelan entro para decir que podia ir a verla cuando quisiese.

Jonas yacia en la posicion en que lo habia dejado, y de nuevo volvi a verle los blancos de los ojos en la oscuridad.

—Dijiste que era necesario escapar si no querias volverte loco —le dije—. Ven. Aquel que envio los notulos, quienquiera que sea, ha echado mano a otra arma. He encontrado el camino de salida, y vamos a escapar ahora.

El no se movio, y al final tuve que tomarlo por el brazo y levantarlo. Muchas de sus partes de metal habian sido forjadas sin duda con una de esas aleaciones blancas tan ligeras que enganan a la mano, pues fue como levantar a un nino; pero tenia las partes metalicas, y tambien la carne, mojadas con alguna especie de cieno. Mis pies descubrieron la misma sucia humedad en el suelo cercano y aun en la pared. Cualquiera que fuera la cosa de la que la nina me habia advertido, habia venido y se habia ido mientras yo hablaba con ella, y no era a Jonas a quien habia estado buscando.

La puerta por la que entraban los atormentadores no estaba lejos del lugar donde dormiamos, en el centro de la pared mas apartada de la antecamara. Se abria con ayuda de una palabra de poder, como ocurre casi siempre con estas cosas antiguas. Susurre la palabra y pasamos a traves del portal escondido y lo deje abierto, y el pobre Jonas caminaba a mi lado como una cosa enteramente metalica.

Una estrecha escalera, festoneada con las telas de unas palidas aranas y alfombrada de polvo, descendia dando vueltas. Hasta ahi me acordaba, pero habia olvidado lo que podia esperarnos mas alla de la escalera. Viniera lo que viniera, el aire rancio sabia a libertad, de modo que solo respirarlo era un placer. Aunque estaba preocupado, hubiera reido en voz alta.

En muchos rellanos se abrian puertas secretas, pero era probable y mas que probable que nos encontraramos con alguien tan pronto abrieramos alguna, y la escalera parecia vacia. Antes de ser visto por algun residente de la Casa Absoluta, deseaba encontrarme lo mas lejos posible de la antecamara.

Tal vez habiamos descendido unos cien escalones cuando llegamos a una puerta en la que habian pintado un signo teratoide carmesi que me parecio un glifo de alguna lengua de mas alla de las orillas de Urth. En ese momento oi un paso en la escalera. Aunque no tenia ni pomo ni pestillo, me lance contra la puerta, que tras cierta resistencia se abrio de golpe. Jonas me siguio; se cerro detras de nosotros con tanta rapidez que tenia que haber hecho un gran ruido, pero no hubo ninguno.

La camara que habia tras la puerta era oscura, pero la luz se hizo mas brillante cuando el entro. Despues de cerciorarme de que solo nosotros nos encontrabamos alli, aproveche esta luz para examinarlo. Tenia la cara todavia inmovil, como cuando habia estado en la antecamara sentado contra la pared, pero ya no era la cosa desprovista de vida que yo habia temido. Era, casi, la cara de un hombre a punto de despertar, y las lagrimas le habian dejado unos surcos humedos en las mejillas.

—?Me conoces? —le pregunte, y el asintio con un movimiento de cabeza, sin hablar—. Jonas, he de recuperar Terminus Est si es posible. He corrido como un cobarde, pero ahora que he podido recapacitar, veo que tengo que volver a por ella. Mi carta para el arconte de Thrax se encuentra en el bolsillo de la vaina, y de todos modos no podria soportar perderla. Pero si tu quieres intentar escapar en seguida, lo comprendere. No estas atado a mi.

El no parecio haber escuchado.

—Se donde estamos —dijo, y levanto un brazo rigido apuntando a algo que yo habia tomado por un biombo plegable.

Me deleito oir su voz y, sobre todo porque esperaba que hablara de nuevo, pregunte: —?Donde estamos entonces?

—En Urth —respondio, y cruzo la habitacion hacia los paneles plegados. En la parte posterior, ahora lo veia, habia racimos de diamantes engastados, y estaban esmaltados con los mismos signos retorcidos que habia en la puerta. Sin embargo, estos signos no eran mas extranos que los movimientos de mi amigo Jonas cuando abrio los paneles. La rigidez que habia notado en el un momento antes habia desaparecido, pero el no era aun el de siempre.

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