el paso, siempre en otra habitacion, del hombre que esperaba traer a la vida.

Con el tiempo estas manifestaciones, que al principio eran raras y se limitaban casi por entero a las noches en que el trueno retumbaba entre las palidas torres, se fueron haciendo comunes, y hubo signos inequivocos de la presencia del otro; por ejemplo, encontraba sobre una silla un libro que en decenios no habia sacado de la estanteria; se abrian, como solas, las cerraduras de ventanas y puertas; un antiguo alfanje, relegado durante anos a la condicion de ornamento apenas mas mortifero que un cuadro trombel, aparecio desprovisto de su patina, brillante y recien afilado.

Una tarde dorada, cuando el viento se entretenia en los inocentes juegos de la ninez, moviendo las hojas nuevas de los sicomoros, llamaron a la puerta del cuarto. Sin atreverse a volver la cabeza, ni a expresar en voz alta lo mas minimo de lo que sentia, ni tampoco a abandonar el trabajo, contesto:

—Adelante.

Asi como las puertas se abren a medianoche aunque ningun ser vivo se mueva, la puerta comenzo a abrirse, muy lentamente. A medida que se movia parecia ir ganando fuerza, de modo que cuando estuvo bastante abierta (como el juzgo por el ruido) para que pudieran meter una mano en la habitacion, parecio como si la brisa hubiera entrado por la venta para insuflar vida al corazon de la madera. Y cuando, como juzgo de nuevo, estuvo mas abierta aun, tanto que hasta un ilota inseguro hubiera podido entrar con una bandeja, parecio que una verdadera tormenta marina agarraba la puerta y la lanzaba contra la pared; entonces oyo pasos a su espalda, pasos rapidos y resueltos, y una voz respetuosa y joven, pero profunda y limpiamente masculina, que se dirigia a el diciendo:

—Padre, no me gusta molestarte cuando estas sumido en tu arte, pero mi corazon esta muy turbado y asi lleva varios dias, y te ruego, por el amor que me tienes, que soportes mi intrusion y me aconsejes en mis dificultades.

Entonces el estudiante se atrevio a volverse en el asiento, y vio ante el a un joven de porte altanero, ancho de hombros y fuerte de musculatura. La boca era firme y voluntariosa, y habia inteligencia en los ojos brillantes y valor en los rasgos de la cara. Llevaba sobre la frente esa corona invisible que hasta un ciego puede ver: la inapreciable corona que atrae a los valientes hacia un paladin y que vuelve arrojados a los debiles. Entonces dijo el estudiante: —Hijo, no tengas miedo en molestarme ahora ni nunca, pues nada hay bajo el cielo que prefiera ver antes que tu cara. ?Que te preocupa?

—Padre —dijo el joven—, hace muchas noches que interrumpen mis suenos llantos femeninos, y he visto con frecuencia, como una verde serpiente atraida por las notas de una flauta, una columna de verde que se desliza bajo nuestra ciudad por el acantilado y hacia el muelle. Y a veces en mi sueno se me permite acercarme, y entonces veo que todas las que caminan en esa columna son rubias mujeres que entre lloros y lamentos se mueven vacilando, de modo que podria imaginarmelas como un campo de cereal temprano que bate un viento quejumbroso. ?Que significa este sueno?

—Hijo —dijo el estudiante—, ha llegado el momento en que he de contarte lo que hasta ahora te he escondido, temeroso de que con la impetuosidad de tu juventud pudieras atreverte a demasiado antes de que llegara la hora. Has de saber que a esta ciudad la oprime un ogro, que todos los anos le exige sus hijas mas bellas, como has visto en tu sueno.

A esto refulgieron los ojos del joven, que pregunto: —?Quien es este ogro, y que forma tiene, y donde habita?

—Nadie sabe como se llama, pues ningun hombre ha podido acercarsele. Tiene la forma de una naviscaput, y esto significa que ante los hombres toma la apariencia de un navio, y sobre la cubierta (que en realidad no es mas que sus hombros) lleva un unico castillo, la cabeza, y en el castillo un unico ojo. Pero el cuerpo nada en las aguas profundas con la raya y el tiburon, y los brazos son mas largos que los mas altos mastiles y las piernas son como pilares que llegan hasta el fondo mismo del mar. Habita en un puerto de una isla de occidente, donde un canal se interna en la tierra con muchos giros y revueltas, dividiendose una y otra vez. Es en esta isla donde las doncellas trigueras habitan por fuerza, segun dice mi historia, y alli, anclado, el ogro se desenvuelve entre ellas, moviendo eternamente el ojo a izquierda y derecha para observar como desesperan.

III — El encuentro con la princesa

Entonces el joven continuo su andadura y escogio su tripulacion entre otros jovenes de la ciudad de los magos, y de quienes llevaban las capuchas coloreadas consiguio una nave robusta, y durante todo ese verano el y los otros jovenes acorazaron la nave y montaron a sus costados la mas poderosa artilleria, y cien veces practicaron desplegando y arriando las velas y disparando los canones, hasta que la nave respondio como una yegua de pura sangre responde a las riendas. Debido a la compasion que sentian por las doncellas trigueras, le pusieron por nombre Tierra de Virgenes.

Cuando las hojas doradas cayeron de los sicomoros (asi como el oro fabricado por los magos acaba cayendo de las manos de los hombres) y los grises ansares surcaban los cielos por entre las palidas torres de la ciudad y los pigargos y quebrantahuesos los seguian graznando, los jovenes se hicieron a la mar. Muchas aventuras corrieron en la ruta de ballenas que conduce a la isla del ogro y que no vienen ahora al caso; pero al final los vigias avistaron alla delante una tierra de suaves colinas salpicadas de verde; y mientras la contemplaban a la luz del sol, protegiendose los ojos con las manos, las manchas verdes fueron haciendose mas y mas grandes. Entonces el joven a quien el estudiante habia sacado de un sueno supo que esta era en verdad la isla del ogro, y que las doncellas trigueras acudian presurosas a la orilla para observar el velamen.

Entonces se prepararon los grandes canones, y las banderas de la ciudad de los magos, todas amarillas y negras, lucieron en la arboladura. Se acercaron mas y mas, hasta que temiendo encallar enmendaron el rumbo y bordearon la costa. Las doncellas trigueras los siguieron, atrayendo asi a mas companeras hasta que cubrieron toda la tierra como un campo de trigo. Pero el joven no olvido lo que le habian contado: que el ogro vivia entre ellas.

Medio dia estuvieron navegando, doblaron un cabo y vieron que la costa se convertia en un profundo canal que se abria camino entre las colinas bajas hasta perderse de vista. A la entrada de este canal se levantaba un luquete de marmol blanco rodeado de jardines, y aqui el joven ordeno a sus companeros que anclaran, y bajaron a tierra.

Apenas habia puesto pie en la isla cuando se le acerco una mujer de gran belleza, la piel oscura, negro el cabello y luminosos los ojos. El le hizo una reverencia, diciendo: — Princesa o reina, veo que no eres de las doncellas trigueras. Llevan tunicas verdes, y la tuya es negra. Pero aunque vistieras de verde te hubiera conocido, pues en tus ojos no hay pena y la luz que los anima no es de Urth.

—Dices bien —dijo la princesa—, pues soy Noctua, hija de la Noche, y tambien hija de aquel a quien has venido a matar.

—Entonces nunca podremos ser amigos, Noctua —dijo el joven—. Mas no seamos enemigos. —Pues aunque no sabia por que, estando hecho del material de los suenos, se sentia atraido hacia ella, y ella, en cuyos ojos brillaba la luz de los astros, hacia el.

A esto, la princesa extendio las manos y declaro: —Sabe _que mi padre tomo por la fuerza a mi madre, y que contra mis deseos me tiene aqui, donde enloqueceria pronto si no fuera porque ella me visita al final de cada dia. Si no ves pena en mis ojos, es porque la tengo en el corazon. Para alcanzar mi libertad, de buen grado te aconsejare como puedes enfrentarte a mi padre y triunfar.

Todos los jovenes de la ciudad de los magos fueron quedandose en silencio y se acercaron a escuchar.

—Ante todo teneis que entender que las vias de agua de esta isla se tuercen y retuercen una y otra vez, de manera que no es posible dibujarlas en un mapa. Y tampoco podeis recorrerlas a vela, y sera necesario que encendais las calderas antes de seguir adelante.

—Eso no me preocupa —dijo el joven que era la encarnacion de un sueno—. Medio bosque ha sido clareado para llenar nuestras carboneras, y esas grandes ruedas que ves avanzaran por estas aguas con pasos de gigante.

Al oir esto la princesa temblo, y dijo: —No hables de gigantes, pues no sabes lo que dices. Muchas naves

Вы читаете La Garra del Conciliador
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×