Fue entonces cuando lo supe. Todos nosotros hemos visto a alguien que ha perdido una mano, como el, y la ha sustituido con un garfio o algun otro dispositivo llevando a cabo tareas para las que hace falta tanto la mano verdadera como la artificial. Tal era el caso de Jonas cuando vi que tiraba de los paneles; pero la mano prostetica era la de carne. Cuando lo comprendi, comprendi lo que habia dicho mucho antes: el naufragio le habia destrozado la cara.

Le dije: —Los ojos… No pudieron cambiarte los ojos, ?no es verdad? Y por eso te dieron esa cara. ?Lo mataron tambien?

Miro a mi alrededor como si hubiese olvidado que me encontraba alli.

—Estaba en el suelo. Lo matamos por accidente, cuando veniamos. Yo necesitaba un par de ojos y una laringe, y tome algunas otras partes.

—Por eso pudiste aguantarme, a mi, un torturador. Eres una maquina.

—No eres peor que los demas de tu clase. Recuerda que anos antes de conocerte me habia convertido en uno de vosotros. Ahora soy peor que tu. Tu no me hubieras abandonado, pero yo voy a abandonarte. Ahora tengo la oportunidad que he buscado durante anos, yendo de aqui para alla por los siete continentes de este mundo, buscando a los hierodulos y manipulando torpes mecanismos.

Pense en todo lo que habia sucedido desde que le llevara el cuchillo a Thecla, y aunque no atendi a todo lo que habia dicho, le replique: —Si es tu unica oportunidad, vete entonces, y buena suerte. Si alguna vez veo a Jolenta, le dire que llegaste a amarla, y nada mas.

Jonas meneo la cabeza.

—?No lo entiendes? Volvere por ella cuando haya sido reparado. Cuando me encuentre sano y completo.

Entonces penetro en el circulo de paneles, y por encima de su cabeza se encendio una luz brillante.

Cuan estupido llamarlos espejos. Son a los espejos lo que el firmamento envolvente es al globo de un nino. Es cierto que reflejan la luz; pero eso, creo yo, no es la funcion que les corresponde. Reflejan la realidad, la sustancia metafisica en que se funda el mundo material.

Jonas cerro el circulo y fue hacia el centro. Durante el lapso de la mas breve plegaria, algo de alambres y polvo metalico centelleante danzo en lo alto de los paneles antes de que todo desapareciera y yo me encontrara solo.

XIX — Trasteros

Me encontre solo, y realmente no lo habia estado desde que entrara en la habitacion de la ruinosa posada de la ciudad y viera sobre las sabanas las anchas espaldas de Calveros. Despues siguieron el doctor Talos, mas tarde Agia, en seguida Dorcas y por ultimo Jonas. La enfermedad de la memoria me invadio, y vi la marcada silueta de Dorcas, vi al gigante y a los demas como los habia visto cuando se nos conducia a Jonas y a mi por el bosquecillo de ciruelos. Por alli pasaron hombres con animales asi como otra clase de actores, todos los cuales se dirigian sin duda a esa parte del recinto donde (como Thecla me habia contado muchas veces) se representaban los espectaculos al aire libre.

Empece a registrar la habitacion con la vaga esperanza de encontrar mi espada. No estaba alli, y se me ocurrio que probablemente habia algun deposito cerca de la antecamara donde se guardaban los efectos de los prisioneros, probablemente en el mismo nivel. La escalera por la que habia descendido solo me llevaria otra vez a la antecamara; la salida de la camara de los espejos no me condujo mas que a otra habitacion en la que habia almacenados objetos curiosos. Por f n encontre una puerta que se abria sobre un corredor oscuro y silencioso, alfombrado y con cuadros en las paredes. Me puse la mascara y me envolvi en mi capa, pensando que aunque los guardias que nos habian atrapado en el bosque parecian desconocer la existencia del gremio, los que pudiera encontrarme en las salas de la Casa Absoluta tal vez no fueran tan ignorantes.

De hecho, nadie me detuvo. Un hombre con rico y elaborado atuendo se hizo a un lado, y varias mujeres hermosas me miraron con curiosidad; contemplando sus caras senti como brotaban en mi recuerdos de Thecla. Por ultimo encontre otra escalera, no estrecha y secreta como la que nos habia conducido a Jonas y a mi a la camara de los espejos, sino de vuelo abierto y de anchos escalones.

Subi algun trecho, inspeccione el pasillo que habia alli hasta cerciorarme de que aun me encontraba por debajo del nivel de la antecamara y segui subiendo; entonces vi a una mujer joven que bajaba presurosa por las escaleras hacia mi. Nuestros ojos se encontraron.

En ese momento, estoy seguro, ella era tan consciente como yo de que ya antes nos habiamos mirado de ese modo. En mi memoria le oi decir de nuevo: «Mi mas querida hermana», con una voz arrulladora, y la cara de forma de corazon aparecio de nuevo ante mi. No era Thea, la consorte de Vodalus, sino la mujer que se le parecia (y que sin duda usurpaba su nombre) y con la que me habia cruzado en las escaleras de la Casa Azur, mientras yo subia y ella bajaba, como lo haciamos ahora. Asi pues, para la fiesta que iba a organizarse se habia convocado tanto a rameras como a artistas.

Descubri el nivel de la antecamara casi por pura casualidad. Apenas habia dejado atras las escaleras cuando me di cuenta de que me encontraba casi exactamente en el punto donde habian estado los hastarii mientras Nicarete y yo hablabamos junto al carro de plata. Este era el punto de mayor peligro, por lo que tuve cuidado de caminar despacio. En la pared derecha habia una docena o mas de puertas, todas ellas con marcos de madera tallada, y todas (como observe cuando me detuve a examinarlas) con marcos de madera labrada, y como vi cuando me acerque a examinarlas, clavadas a los marcos y selladas con el barniz de los anos. La unica puerta que habia a mi izquierda era la enorme puerta de roble carcomida por la que los soldados nos habian arrastrado a Jonas y a mi. Enfrente estaba la entrada a la antecamara, mas alla otra fila de puertas tambien de madera labrada, y por ultimo otra escalera. Tuve la impresion de que la antecamara habia crecido hasta ocupar toda esta ala de la Casa Absoluta.

Si alguien hubiese aparecido, no me hubiera atrevido a detenerme, pero como no habia nadie en el pasillo, me aventure a inclinarme por un momento contra la pilastra de la segunda escalera. Mientras me habian escoltado dos soldados, un tercero llevaba Terminus Esi. Era razonable suponer que mientras Jonas y yo eramos introducidos en la habitacion, este tercer hombre se habria encaminado, al menos al principio, a donde se guardaban las armas capturadas. Pero no podia acordarme; el soldado se habia quedado atras cuando descendiamos por los escalones de la gruta, y no habia vuelto a verlo. Hasta era posible que el no hubiera venido con nosotros.

Desesperado, volvi hacia la puerta carcomida y la abri. El olor a moho del pozo entro en seguida en el pasillo, y oi la musica de los gongs verdes. En el exterior, la noche cubria el mundo. En las paredes rugosas no se veian mas que las cadavericas velas de los hongos, y unicamente un circulo de estrellas encima de mi cabeza indicaba donde el pozo se hundia en la tierra.

Cerre la puerta; y casi en seguida, oi un sonido de pasos en la escalera por la que yo habia subido. No habia donde esconderse, y si me hubiera precipitado hacia la segunda escalera, la probabilidad de alcanzarla antes de ser visto habria sido escasa. En lugar de intentar desaparecer por la pesada puerta de roble y volverla a cerrar, decidi quedarme donde estaba. El recien llegado era un hombre regordete de unos cincuenta anos vestido con librea. Incluso a la distancia del pasillo, vi que empalidecia al verme. Sin embargo, se acerco a mi deprisa, y cuando aun se encontraba a veinte o treinta pasos comenzo a hacer reverencias diciendo: —?Puedo ayudaros, senoria? Soy Odilo, el mayordomo. Ya veo que estais en mision confidencial para el… Padre Inire, ?no es asi?

—Si —le dije—. Pero antes tengo que pedirte mi espada.

Yo esperaba que hubiera visto Terminus Est y la encontrase, pero el hombre me miro sin comprender.

—Antes fui escoltado hasta aqui. Entonces me dijeron que entregara la espada, pero que me la devolverian antes de que el Padre Inire me pidiera que la utilizase.

El hombrecito meneaba la cabeza.

—Os aseguro que por mi posicion habria sido informado si alguno de los otros servidores…

—Fue un pretoriano quien me lo dijo.

—?Ah! Podia haberlo sabido. Han estado por doquier sin responder a nadie. Tenemos un prisionero huido, senoria, y supongo que estareis enterado.

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