El cuadro era uno de esos ejemplares irritantes que se disuelve en meras manchas de color si uno no lo puede ver entero. Di un paso atras para tener una mejor perspectiva, despues otro…

Al tercer paso, me di cuenta que tenia que haber chocado contra la pared detras de mi y que en cambio, me encontraba dentro del cuadro que habia ocupado la pared de enfrente: una oscura sala con antiguas sillas de cuero y mesas de ebano. Di media vuelta para mirarla, y cuando me volvi de nuevo, el pasillo donde habia estado con Rudesind habia desaparecido, y en su lugar habia una pared cubierta con un papel descolorido y viejo.

Habia desenvainado Terminus Esi sin proponermelo conscientemente, aunque no habia ningun enemigo al que pudiera golpear. Cuando estaba a punto de probar la unica puerta de la sala, esta se abrio y entro una figura vestida de amarillo. El corto pelo blanco que le nacia de la frente redondeada lo tenia peinado hacia atras, y su cara casi podia haber sido la de una mujer gorda y cuarentona. En el cuello, una ampolla con forma de falo de la que yo me acordaba le colgaba de una fina cadena.

—?Ah! —dijo—. Me preguntaba quien habia llegado. Bienvenida, Muerte.

Con toda la compostura de que fui capaz, le dije: —Soy el oficial Severian, del gremio de los torturadores, como ves. Entre involuntariamente, y a decir verdad te estaria muy agradecido si me explicaras como sucedio. Cuando me encontraba en el pasillo de fuera, esta sala no parecia ser mas que un cuadro. Pero cuando retrocedi uno o dos pasos para mirar la pintura de la otra pared, me encontre aqui. ?Con que artes se hizo eso?

—Con ninguna —dijo el hombre vestido de amarillo—. No puede decirse que las puertas disimuladas sean un invento original, y lo unico que hizo el constructor de esta sala fue encontrar un modo de disimular una puerta abierta. Como ves, la sala es poco profunda. En realidad, es menos profunda de lo que ahora mismo ves, a menos que te hayas dado cuenta de que los angulos del piso y del techo convergen, y que la pared del fondo no es tan alta como aquella por la que entraste.

—Ya lo veo —dije, y en realidad asi era. Mientras el hablaba, esa enganosa sala, que a mi mente, acostumbrada siempre a las salas comunes, le habia parecido de tamano normal, se fue convirtiendo en ella misma, con un techo inclinado y trapezoidal y un piso trapezoidal. Las propias sillas que estaban contra la pared por la que yo habia penetrado eran objetos de poca profundidad, sobre los que uno apenas podia sentarse; las mesas no eran mas anchas que simples travesanos.

—En los cuadros, estas lineas convergentes enganan a la vista —continuo diciendo el hombre del vestido amarillo—. Asi, cuando las encontramos con la realidad, con un poco de bulto y el artificio anadido de una iluminacion monocromatica, la vista cree que contempla otro cuadro, sobre todo cuando ha estado acondicionada por una larga sucesion de cuadros reales. Tu entrada con esa enorme arma hizo que se alzara detras una verdadera pared, para detenerte hasta que fueras examinado. No hace falta que te diga que en el otro lado del muro esta pintado el cuadro que creiste ver.

Me encontraba mas asombrado que nunca.

—?Pero como podia la sala saber que yo llevaba mi espada?

—Eso es demasiado complejo para que yo pueda explicartelo. Mucho mas que esta pobre habitacion. Solo puedo decir que la puerta esta envuelta en hilos metalicos, y que estos saben cuando los otros metales, sus hermanos y hermanas, atraviesan el circulo.

—?Hiciste tu todo eso?

—Oh, no. Todo esto… y otras cien cosas parecidas constituyen lo que llamamos la Segunda Casa. Son obra del Padre Inire, a quien llamo el primer Autarca para que creara un palacio secreto dentro de la Casa Absoluta. Tu o yo, hijo mio, hubieramos construido unas pocas habitaciones escondidas. El se las ingenio para que la casa oculta se extendiera por doquier y tuviera la misma extension que la publica.

—Pero tu no eres el —dije—. Porque ahora se quien eres. ?No me reconoces? —Me quite la mascara para que pudiese verme la cara.

El sonrio y dijo: —No has venido mas que una vez. Asi, pues, la khaibit no te satisfizo.

—Me satisfizo menos que la mujer que fingia ser, o mas bien ame mas a la otra. Aunque esta noche he perdido un amigo, parece que ahora encuentro viejos conocidos. ?Puedo preguntar como has llegado aqui desde tu Casa Azur? ?Se te convoco para el tiaso? Antes he visto a una de tus mujeres.

Asintio con un gesto ausente. En un espejo de curiosos angulos, puesto sobre un tremo en un lado de la sala extrana y poco profunda, se le reflejaba el perfil, delicado como un camafeo, y deduje que era sin duda un androgino. Tuve un sentimiento de lastima mezclado con otro de impotencia, mientras me lo imaginaba abriendo la puerta a los hombres, noche tras noche, en su establecimiento del Barrio Algedonico.

—Si —dijo—. Estare aqui durante la celebracion. Despues me ire.

Yo aun pensaba en el cuadro que el anciano Rudesind me habia ensenado en el pasillo de fuera, y dije: — Entonces puedes indicarme donde esta el jardin.

Adverti en seguida que lo habia tomado desprevenido, quiza por primera vez en muchos anos. Habia dolor en sus ojos, y su mano izquierda se movio (aunque solo levemente) hacia la ampolla que le colgaba del cuello.

—Asi que has oido hablar de eso… —dijo—. Y suponiendo que conociera el camino, ?por que habria de revelartelo? Muchos trataran de huir por ese camino si la carraca pelagica avista tierra.

XXI — Hidromancia

Pasaron varios segundos hasta que comprendi correctamente lo que habia dicho el androgino. Entonces el recuerdo del olor de la carne tostada de Thecla me trajo a la nariz un nauseabundo olor dulzon, y me parecio sentir la inquietud de las hojas. En la tension del momento, olvide lo inutiles que han de ser tales preocupaciones en esa sala llena de enganos, y mire a mi alrededor tratando de cerciorarme de que nadie podia oirnos, y entonces descubri que, involuntariamente (pues habia pensado en interrogarlo antes de confesar mi relacion con Vodalus), mi mano habia sacado el eslabon de forma de cuchillo del compartimiento mas escondido de mi esquero.

El androgino sonrio.

—Me figure que podias ser tu. Llevo ya dias esperandote, habiendo impartido instrucciones al anciano que esta en el exterior y a otros muchos para que me trajeran a forasteros prometedores.

—Fui recluido en la antecamara —dije—, y perdi tiempo.

—Pero ya veo que escapaste. No es probable que te liberaran antes de que mi hombre viniera a buscarlo. Es bueno que lo hicieras, pues no queda mucho tiempo… los tres dias del tiaso, y despues debo irme. Ven. Te mostrare el camino hacia el jardin, aunque no estoy nada seguro de que te permitan entrar.

Abrio la puerta por la que habia venido, y esta vez vi que no era realmente rectangular. La sala que se encontraba mas alla apenas era mayor que la que habiamos dejado; pero los angulos parecian normales y estaba ricamente amueblada.

—Al menos viniste al lugar correcto de la Casa Secreta —dijo el androgino—. De otro modo, hubieramos tenido que hacer un pesado camino. Te ruego me perdones mientras leo el mensaje que trajiste.

Cruzo hasta lo que al principio supuse que era una mesa cubierta con un cristal, y puso el eslabon debajo de ella sobre un estante. En seguida se encendio una luz, que iluminaba desde el cristal hacia abajo, aunque encima de el no habia luz alguna. El eslabon crecio hasta parecer una espada y vi que las estrias, que sustituian a los dientes sobre los que se sacaban chispas en el pedernal, eran lineas de una escritura fluida.

—Apartate —dijo el androgino—. Si no lo has leido antes, no debes leerlo ahora.

Hice lo que me decia, y durante algun tiempo observe como se doblaba sobre el pequeno objeto que yo habia traido desde el bosque de Vodalus. Por fin dijo: —Asi, pues, no hay remedio… Tenemos que luchar en dos flancos. Pero esto no te incumbe. ?Ves aquel armario con el eclipse tallado en la puerta? Abrelo y saca el libro que hay ahi. Toma, puedes ponerlo sobre este pupitre.

Aunque temia alguna trampa, abri la puerta del armario. Dentro habia un libro monstruoso, pues era como yo de alto, y de dos codos de ancho, y se levantaba frente a mi con su cubierta de cuero de manchas azules y verdes como cadaver dentro de un ataud puesto de pie. Envaine mi espada, agarre este enorme volumen con las dos manos, y lo puse sobre el pupitre. El androgino pregunto si lo habia visto antes, y le dije que no.

—Parecias tener miedo de el e intentaste… o me lo parecio… apartar la cara de el mientras lo llevabas. — Mientras hablaba, abrio el libro. La primera pagina estaba escrita en rojo con un signo que yo desconocia.— Se

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