—Incendiada —dijo Calveros. Casi podia ver las llamas reflejadas en sus ojos—. Lo siento si lo pasaste mal. Desde hace mucho tiempo solo pienso en el castillo y en mi trabajo.

Le deje alli sentado y fui a echar un vistazo al utillaje de nuestro teatro; no es que lo necesitara, o que yo pudiera descubrir otra cosa que no fueran las faltas mas evidentes. Algunos actores se habian reunido alrededor de Jolenta, y el doctor Talos los alejo e hizo que ella entrara en la tienda. Un momento despues oi el ruido de la vara pegando en la carne; salio sonriente, pero todavia enfadado.

—No es culpa de ella —dije—. Ya sabe lo atractiva que es.

—Demasiado, quizas excesivamente. ?Sabes lo que me gusta de ti, sieur Severian? Que prefieres a Dorcas. A proposito, ?donde esta? ?La has visto desde que volviste?

—Se lo advierto, doctor. No la golpee.

—No se me ocurriria. Solo tengo miedo de que se pierda.

La expresion de sorpresa del doctor me convencio de que estaba diciendo la verdad. Le dije: —Solo estuvimos charlando un momento. Ha ido por agua.

—Pues es muy valiente de su parte —dijo. Y como advirtio mi extraneza anadio—: Teme al agua. Seguramente lo has notado. Es limpia, pero incluso cuando se lava no lo hace mas que en un dedo de agua; cuando cruzamos por puentes, se agarra a Jolenta y tiembla.

Entonces regreso Dorcas, y si el doctor dijo algo mas, no lo oi. Cuando ella y yo nos vimos por la manana, no pudimos hacer mucho mas que sonreir y nos tocamos con manos incredulas. Ahora venia hacia mi, dejo en el suelo los cubos que traia, y parecio devorarme con la mirada. —Te he echado mucho de menos —dijo—. Me he encontrado muy sola sin ti.

Me rei de que alguien pudiera echarme de menos, y levante el borde de mi capa fuligina.

—?Echaste esto de menos?

—La muerte, quieres decir. ?Que si eche de menos la muerte? No, te eche de menos a ti. —Me quito la capa de la mano y me condujo hacia la hilera de chopos que formaban una pared de la Sala Verde. Hay un banco que encontre entre macizos de yerbas. Ven a sentarte conmigo. Ellos pueden prescindir de nosotros un rato, despues de tantos dias. Y cuando Jolenta salga encontrara el agua, que de todos modos era para ella.

En cuanto hubimos dejado atras el bullicio de las tiendas, donde los malabaristas jugaban con cuchillos y los acrobatas lanzaban ninos al aire, nos vimos envueltos en la quietud de los jardines. Son tal vez la superficie de tierra mas grande que se haya planeado y cultivado como lugar de recreo, con excepcion de los territorios virgenes que son los jardines del Increado y cuyos cultivadores son invisibles para nosotros. Setos que se superponian formaban una puerta estrecha. Entramos en un bosquecillo de arboles de ramas blancas y perfumadas que me traian el triste recuerdo de los ciruelos en flor por el que los pretorianos nos habian arrastrado a Jonas y a mi, aunque aquellos parecian haber sido plantados como adorno, y estos, me parecia, para que dieran frutos. Dorcas habia quebrado una rama con media docena de flores y se la habia puesto en el palido cabello dorado.

Mas alla de los arboles habia un jardin tan antiguo que se me ocurrio que estaba olvidado por todos menos por los servidores que lo cuidaban. El asiento de piedra tenia alli cabezas talladas, que se habian desgastado hasta perder casi todas las facciones. Quedaban unos cuantos macizos de flores comunes, y con ellas, hileras fragantes de hierbas de cocina: romero, angelica, menta, albahaca y ruda, que crecian en un suelo negro como el chocolate por el trabajo de incontables anos.

Tambien habia una pequena corriente, de donde sin duda Dorcas habia sacado el agua. Tal vez el manantial habia sido una fuente en otro tiempo, pero ahora no era mas que una especie de brote de agua que se elevaba en un cuenco poco profundo, salpicaba sobre el borde y se iba serpenteando por pequenos canales de tosca mamposteria para regar los arboles frutales. Nos sentamos en el asiento de piedra, apoye mi espada contra el brazo tallado, y Dorcas tomo mis manos en las suyas.

—Tengo miedo. Severian —dijo—. Tengo suenos terribles.

—?Desde que me fui?

—Desde siempre.

—Cuando dormimos juntos en el campo me dijiste que habias despertado de un buen sueno. Dijiste que era muy minucioso y que parecia real.

—Si fue bueno, ya lo he olvidado.

Yo ya habia advertido que ella procuraba apartar los ojos del agua que brotaba de las ruinas de la fuente.

—Todas las noches sueno que paseo por calles de tiendas. Soy feliz, o al menos estoy contenta. Tengo dinero, y hay una larga lista de cosas que quiero comprar. Una y otra vez me recito esa lista, y trato de decidir en que lugares del barrio puedo adquirir lo mejor por el precio mas bajo.

»Pero poco a poco, conforme voy de tienda en tienda, me doy cuenta cada vez mas de que todo el mundo me desprecia y me odia, pues suponen que tengo un espiritu poco limpio que se ha envuelto en el cuerpo de mujer que ellos ven. Por ultimo entro en una pequena tienda atendida por un anciano y una anciana. Ella esta sentada haciendo encaje, mientras que el me muestra lo que tiene extendiendolo sobre el mostrador. Oigo detras de mi el sonido que ella hace con el hilo cuando da una nueva puntada.

Le pregunte: —?Que es lo que entraste a comprar?

—Pequenas prendas de vestir. —Y Dorcas mantuvo apartadas un palmo las manos pequenas y blancas.— Tal vez ropa para munecas. Recuerdo en particular unas camisitas defino algodon. Por fin elijo una y le doy el dinero al anciano. Pero no se trata en absoluto de dinero, solo un punado de porqueria.

Le temblaban los hombros, y le pase el brazo por encima para confortarla.

—Entonces tengo ganas de gritar que estan equivocados, que no soy el sucio espectro por el que me toman. Pero se que si lo hago, cualquier cosa que diga sera interpretada como la prueba definitiva de que tienen razon, y las palabras me ahogan. Lo peor de todo es que el siseo de la hebra de hilo se interrumpe justo entonces. —Ella habia vuelto a cogerme la mano libre, y ahora la apretaba como para meter en mi lo que queria decir.— Se que nadie que no haya tenido ese mismo sueno podria comprenderme, pero es terrible. Terrible.

—Tal vez ahora que estoy de nuevo contigo, terminaran esos suenos.

—Y despues me quedo dormida, o por lo menos me hundo en la oscuridad. Si entonces no despierto, tengo un segundo sueno. Me encuentro en un bote que se mueve en un lago espectral empujado por una pertiga…

—Al menos en eso no hay misterio —dije—. Una vez fuiste en un bote asi con Agia y conmigo. Pertenecia a un hombre llamado Hildegrin. Seguramente te acuerdas de ese viaje.

Dorcas —menee la cabeza. —No es ese bote, sino uno mas pequeno. Un hombre lo empuja con una pertiga, y yo me he tendido a sus pies. Estoy despierta, pero no puedo moverme. Mi brazo se arrastra en las aguas negras. Justo cuando vamos a llegar a la orilla, caigo del bote y el viejo no me ve, y mientras me hundo en el agua se que el nunca ha sabido que yo estaba alli. Pronto desaparece la luz y siento un gran frio. Muy por encima de mi, oigo una voz que grita mi nombre, pero no me acuerdo de quien es esa voz.

—Es mi voz, que te llama para despertarte.

—Tal vez. —La marca del latigo que Dorcas traia desde la Puerta de la Piedad le ardia como una llama en la mejilla.

Durante un rato estuvimos sentados sin hablar. Los ruisenores callaban ahora, pero los pardillos cantaban en todos los arboles, y vi un loro, vestido de escarlata y verde, como un pequeno mensajero con librea, que se precipitaba entre las ramas.

—Que cosa tan terrible es el agua. No te deberia haber traido aqui, pero no se me ocurrio otro lugar por aqui cerca. Ojala nos hubieramos sentado en la hierba debajo de aquellos arboles.

—?Por que la odias? A mi me parece hermosa.

—Porque esta aqui a la luz del sol, pero por su propia naturaleza siempre desciende, mas y mas, alejandose de la luz.

—Pero vuelve a subir —dije—. La lluvia que vemos en primavera es la misma agua que vimos correr por las alcantarillas un ano antes, o al menos asi nos lo enseno el maestro Malrubius.

La sonrisa de Dorcas destello como un sol.

—Es bonito creerlo, sea o no verdad. Severian, seria tonto decirte que eres la mejor persona que conozco, porque eres la unica persona buena que conozco. Pero creo que si conociera miles de otros, todavia seguirias siendo el mejor. Eso es lo que queria hablar contigo.

—Si necesitaras mi proteccion, ya sabes que la tienes.

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