—No se de que me habla —dije.

—Por supuesto. No deseo obligarte a violar tu lealtad. Pero mientras ayer montabamos nuestro teatro, un alto servidor de la Casa Absoluta (creo que era un agamita, gente a quien la autoridad siempre presta oidos) vino a preguntar si era en nuestra compania donde actuabas, y si estabas con nosotros. Jolenta y tu habiais desaparecido, pero respondi que si. Entonces me pregunto que parte de lo que haciamos te correspondia, y cuando se lo dije revelo que tenia instrucciones de pagarnos ya la funcion de la noche. Lo cual fue una gran suerte, pues a este botarate se le ocurrio cargar contra el publico.

Fue una de las pocas veces que vi que Calveros parecio ofenderse por las chanzas del medico. Aunque era evidente que le causaba dolor, balanceo el cuerpo enorme a un lado y a otro, hasta que nos dio la espalda.

Dorcas me habia dicho que cuando dormi en la tienda del doctor Talos, yo habia estado solo. Ahora notaba que asi se sentia el gigante, que para el en el claro estaban solo el y algunos animalitos, companias de las que se estaba cansando.

—Ha pagado su impetuosidad —dije—. Parece muy quemado.

El doctor asintio.

—En realidad, Calveros ha tenido suerte. Los hierodulos bajaron la potencia de sus rayos y trataron de que volviera en lugar de matarlo. Ahora vive de la indulgencia de los hierodulos, y se regenerara.

Dorcas murmuro: —?Quiere decir que se curara? Espero que asi sea. Siento compasion por el que no alcanzo a expresar.

—Tu corazon es tierno. Tal vez demasiado tierno. Pero Calveros esta creciendo todavia y los ninos que crecen tienen gran capacidad de recuperacion.

—?Creciendo aun? —pregunte—. Luce algunas canas.

El doctor se rio.

—Entonces quiza le estan creciendo las canas. Pero ahora, queridos amigos —se levanto y se sacudio el polvo de los pantalones—, hemos llegado, como bien dice el poeta, al lugar donde el destino separa a los hombres. Nos habiamos detenido aqui, Severian, no solo porque estabamos cansados, sino porque es en este punto donde se separan los caminos que llevan a Thrax, donde tu vas, y al Lago Diuturna y nuestro pais. Me resistia a dejar atras este lugar, el ultimo en que tenia esperanzas de verte, sin haber dividido justamente nuestras ganancias, pero eso ya se ha consumado. En caso de que vuelvas a comunicarte con tus benefactores de la Casa Absoluta, ?les diras que se te ha tratado con equidad?

La pila de crisos aun seguia en el suelo delante de mi.

—Aqui hay cien veces mas de lo que jamas hubiera esperado —dije—. Si, desde luego. —Recogi las monedas y las meti en el esquero.

Dorcas y Jolenta se miraron un momento, y Dorcas dijo: —Me voy a Thrax con Severian, si el va alli.

Jolenta le tendio la mano al doctor, obviamente esperando que la ayudaria a levantarse.

—Calveros y yo viajaremos solos —dijo el— y caminaremos durante toda la noche. Os echaremos de menos a todos, pero la hora de la separacion ha llegado. Dorcas, hija, estoy encantado de que hayas encontrado un protector. —Para entonces la mano de Jolenta estaba en el muslo del medico.

—Ven, Calveros, tenemos que irnos.

El gigante se incorporo pesadamente, y aunque no se quejo, vi cuanto sufria. Los vendajes estaban empapados de sudor y sangre. Yo sabia lo que tenia que hacer, y dije: —Calveros y yo debemos hablar a solas un momento. ?Puedo pediros a los demas que os retireis unos cien pasos?

Las mujeres empezaron a hacer lo que pedia, alejandose Dorcas por un camino y Jolenta (a quien Dorcas habia ayudado a levantarse) por el otro; pero el doctor Talos siguio donde estaba hasta que volvi a pedirle que se fuera.

—?Quieres que yo tambien me aleje? Es completamente inutil. Calveros me contara todo lo que digas en cuanto volvamos a estar juntos. ?Jolenta! Ven aqui, querida.

—Se ha marchado a pedido, igual que se lo pedi a usted.

—Si, pero se va por el mal camino, y eso no lo consiento. ?Jolenta!

—Doctor, solo deseo ayudar a su amigo, o esclavo, o lo que sea.

De manera totalmente inesperada, la profunda voz de Calveros surgio de su monton de vendas: —Yo soy su senor.

—Exactamente eso —dijo el doctor mientras recogia la pila de crisos que habia apartado hacia Calveros y la metia en el bolsillo del pantalon del gigante.

Jolenta volvio cojeando hacia nosotros con la hermosa cara surcada de lagrimas.

—Doctor, ?no puedo ir con usted?

—Desde luego que no —dijo el con la misma frialdad que si un nino le hubiera pedido una segunda porcion de pastel. Jolenta se derrumbo a los pies del doctor.

Levante la mirada hacia el gigante.

—Calveros, puedo ayudarte. No hace mucho un amigo mio recibio tantas quemaduras como tu, y yo lo ayude. Pero no dara resultado mientras miren el doctor Talos y Jolenta. ?Quieres volver conmigo un trecho por el camino de la Casa Absoluta?

Lentamente, la cabeza del gigante se movio de un lado a otro.

—Conoce el lenitivo que le ofreces —dijo el doctor Talos, riendo—. El mismo se lo ha aplicado a muchos, pero ama demasiado la vida.

—Lo que le ofrezco es la vida, no la muerte.

—?De veras? —El doctor levanto una ceja.— ?Y donde esta tu amigo?

El gigante habia alzado las varas de la carretilla.

—Calveros —dije—, ?sabes quien fue el Conciliador?

—Eso ocurrio hace mucho —respondio Calveros—. No importa ahora. —Comenzo a avanzar por el sendero que no habia tomado Dorcas. El doctor Talos siguio un momento, llevando a Jolenta colgada del brazo, y se detuvo.

—Severian, has tenido a tu cargo muchos prisioneros, segun me has dicho. Si Calveros te diera otro crisos, ?sujetarias a esta criatura hasta que estemos bastante lejos?

Todavia me sentia mal pensando en el dolor del gigante y en mi propio fracaso, pero me contuve y dije: — Como miembro del gremio solo puedo aceptar encargos de las autoridades legalmente constituidas.

—Entonces la mataremos, cuando te hayamos perdido de vista.

—Eso es asunto entre usted y ella —dije, y fui hacia Dorcas.

Apenas la habia alcanzado, cuando oimos los llantos de Jolenta. Dorcas se detuvo y me cogio la mano, apretandola mas y preguntando que era ese sonido; le hable de la amenaza del doctor Talos.

—?Y dejas que se vaya?

—No crei que hablara en serio.

Mientras lo decia, ya habiamos dado media vuelta y volviamos atras. No habiamos dado una docena de pasos cuando los llantos fueron seguidos por un silencio tan profundo que oiamos los crujidos de las hojas moribundas. Apresuramos la marcha, pero para cuando llegamos al cruce yo estaba convencido de que ya era demasiado tarde, de modo que me daba prisa, a decir verdad, solo porque no queria decepcionar a Dorcas.

Me equivoque al creer muerta a Jolenta. En una vuelta del camino la vimos venir corriendo hacia nosotros, las rodillas juntas como si los generosos muslos le estorbaran las piernas y los brazos cruzados sobre los pechos para mantenerlos quietos. Tenia el esplendido cabello de oro rojizo caido sobre los ojos, y el fino vestido recto de organza estaba hecho jirones. Se desmayo cuando Dorcas se adelanto a abrazarla.

—Esos demonios le han pegado —dijo Dorcas.

—Hace un momento temiamos que la hubieran matado. —Examine los cardenales de la espalda de la hermosa mujer.— Creo que son las huellas de la vara del doctor. Tiene suerte de que no azuzo a Calveros contra ella.

—?Pero que podemos hacer?

—Podemos probar con esto. —Saque la Garra de lo alto de mi bota y se la mostre.— ?Recuerdas aquello que encontramos en mi esquero y que tu dijiste que no era una gema autentica? Esto es lo que era, y parece que en ocasiones alivia a los heridos. Quise emplearla con Calveros, pero el no me dejo.

Sostuve la Garra sobre la cabeza de Jolenta, y luego se la pase por las magulladuras de la espalda, pero no brillaba como otras veces, y parecia que Jolenta no mejoraba.

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