protuberante, y tres naves alienigenas: un caza Hruun, fuertemente armado y otras dos naves mucho mas extranas, cuyas historias y constructores seguian siendo un enigma para el. A esa abigarrada flota se habia anadido el estropeado navio mercante del propio Tuf, la Cornucopia de Mercancias Excelentes a Bajos Precios.

Eso fue solamente el principio. En sus viajes, Tuf no tardo en descubrir que las naves se iban acumulando en su cubierta de aterrizaje, al igual que el polvo se acumula bajo la consola de un ordenador y los papeles parecen reproducirse sobre el escritorio de un burocrata.

En Puerto Libre el monoplaza del negociador habia resultado tan estropeado por el fuego del enemigo, al forzar el bloqueo impuesto, que Tuf no tuvo otro remedio que transportarlo, durante el regreso, en su lanzadera Manticora. Naturalmente, lo hizo una vez hubo concluido el contrato. De ese modo adquirio otra nave.

En Gonesh los sacerdotes del dios elefante jamas habian visto un elefante. Tuf se encargo de clonar para ellos unos cuantos rebanos y, para luchar contra la monotonia, incluyo en su entrega unos cuantos mastodontes, un mamut lanudo y un colmillos de trompeta de Trigya. Los goneshi, que deseaban no tener ningun contacto comercial con el resto de la humanidad, habian pagado su factura con la flota de viejas espacionaves, en las que sus antepasados habian llegado para colonizar el planeta. Tuf habia logrado vender dos de las naves a los museos y el resto de la flota habia ido a parar al desguace pero, siguiendo un capricho momentaneo, se quedo con una.

En Karaleo habia logrado vencer al Senor del Orgullo Dorado Calcinado por la Llama en una apuesta consistente en beber mas que el contrario y habia ganado una lujosa nave-leon como premio a sus esfuerzos, aunque el perdedor habia tenido el poco generoso detalle de quitar casi todos los adornos de oro solido que habia en el casco antes de entregarsela.

Los Artifices de Mhure, que se enorgullecian desusadamente de sus obras, habian quedado complacidos con las astutas dragoneras, que Tuf les habia entregado para poner freno a su plaga de ratas aladas, y le entregaron una lanzadera de hierro y plata en forma de dragon con enormes alas de murcielago.

Los Caballeros de San Cristobal, cuyo mundo sede habia perdido gran parte de sus encantos, debido a las depredaciones infligidas en el por enormes saurios volantes a los que llamaba dragones (en parte por lo solemne de tal nombre y en parte debido a una autentica falta de imaginacion), habian acabado igualmente complacidos cuando Tuf les proporciono a los jorges, unos diminutos simios sin vello a quienes nada les gustaba mas que atracarse con huevos de dragon. Por lo tanto, los caballeros le habian entregado una nave que se parecia a un huevo hecho de piedra y madera. Dentro de la yema habia unos comodos asientos recubiertos con cuero de dragon pulido al aceite, cien fantasticas palancas de laton y un mosaico de cristales esmerilados alli donde habria debido encontrarse la telepantalla. Los muros de madera estaban adornados con ricos tapices hechos a mano, representando grandes hazanas de los caballeros. Naturalmente, la nave jamas podria funcionar. En la pantalla no podia verse nada, las palancas no producian el menor efecto si se las movia y los sistemas de apoyo vital eran incapaces de cumplir dicha mision. Sin embargo, Tuf la acepto.

Y, de este modo, habia ido recogiendo una nave aqui y otra alla hasta que su cubierta de aterrizaje empezo a parecer un basurero estelar. Por ello, cuando Haviland Tuf decidio volver a S’uthlam, pudo escoger entre una amplia gama de naves.

Hacia mucho tiempo que habia llegado a la conclusion de que volver en el Arca no resultaria muy inteligente. Despues de todo, cuando habia salido del sistema S’uthlames lo habia hecho con la Flota Defensiva Planetaria detras de el, francamente decidida a confiscar su sembradora. Los s’uthlameses eran un pueblo altamente avanzado y provisto de una tecnologia muy sofisticada que, sin duda alguna, habrian conseguido hacer sus naves de guerra mucho mas veloces y peligrosas en los cinco anos que Tuf llevaba sin visitarles. Por lo tanto, parecia imponerse una discreta exploracion inicial y, afortunadamente, Haviland Tuf se tenia por un verdadero maestro del disfraz.

Desconecto el hiperimpulso del Arca en la fria oscuridad del espacio interestelar, a un ano luz de S’ulstar, y bajo a la cubierta de aterrizaje para inspeccionar su flota. Acabo decidiendose por la nave-leon. Era grande y rapida, tanto su sistema de impulso estelar como los de apoyo vital estaban en buenas condiciones y Karaleo se encontraba lo bastante lejos de S’uthlam como para hacer improbable el comercio entre dos mundos, con lo cual los posibles fallos que cometiera en el curso de su impostura pasarian seguramente inadvertidos. Antes de partir, Haviland Tuf tino su lechosa piel barba rojo dorada y una desordenada melena del mismo color, pego sobre sus ojos unas cejas de aire mas bien feroz y envolvio su ventrudo e imponente corpachon con todo tipo de pieles multicolores {sinteticas) y cadenas de oro {que en realidad eran meras imitaciones de laton) hasta llegar a parecerse, como una gota de agua a otra, a un noble de Karaleo. La mayor parte de sus gatos permanecieron sanos y salvos en el Arca, pero se llevo a Dax, el gatito telepata de color negro e inmensos ojos dorados, metiendolo en uno de sus profundos bolsillos. Le dio a su nave un nombre verosimil y adecuado, la lleno hasta los topes con hongos estofados, que antes habia liofilizado, escogio dos barriles de la espesa Malta de San Cristobal, programo el ordenador con algunos de sus juegos favoritos y emprendio el viaje.

Cuando aparecio en el espacio normal cerca del globo de S’uthlam y sus enormes muelles orbitales, Tuf fue interpelado de inmediato. En la enorme pantalla de la sala de control (a la cual se le habia dado la forma de un gran ojo, otra interesante afectacion tipica de Karaleo) aparecieron los rasgos de un hombrecillo con aire de cansancio.

—Aqui Control de la Casa de la Arana, Puerto de S’uthlam —dijo a modo de identificacion—. Le tenemos en pantalla, mosca. Identificacion, por favor.

Haviland Tuf extendio la mano activando su comunicador.

—Aqui el Feroz Rugidor del Veldt —dijo con voz impasible y carente de toda inflexion—. Deseo que se me asegure permiso para atracar.

—Menuda sorpresa —dijo el encargado de control con aburrido sarcasmo—. Muelle cuatro-treinta-siete. Corto. —Su rostro fue reemplazado por un diagrama en el cual se indicaba la posicion del muelle en relacion al resto de la estacion orbital. Luego la transmision se interrumpio.

Una vez hubo atracado, un equipo de aduanas subio a bordo. Una mujer inspecciono sus bodegas vacias, efectuo luego una tan rapida como rutinaria comprobacion de que su rara nave no iba a explotar, a fundirse o a causar cualquier otro tipo de dano a la estacion y recorrio rapidamente los pasillos en busca de alimanas. Mientras tanto Tuf fue largamente interrogado sobre su punto de origen, su destino, el negocio que le traia a S’uthlam y otros dos detalles particulares de su viaje. Sus respuestas, todas ellas falsas, fueron introducidas en un ordenador de bolsillo. Ya casi habian terminado, cuando Dax emergio con aire adormilado del bolsillo de Tuf y clavo sus ojos en la inspectora de aduanas.

—?Que? —dijo ella, sobresaltada, poniendose en pie tan abruptamente que casi dejo caer el ordenador.

El gatito (que en realidad era ya casi un gato pero seguia siendo el mas joven de todos los que Tuf poseia) tenia un largo y sedoso pelaje, tan negro como los abismos del espacio, unos brillantes ojos dorados y una curiosa indolencia en todos sus movimientos. Tuf lo saco del bolsillo, lo puso sobre su brazo y le acaricio.

—Es Dax —le dijo a la inspectora. Los s’uthlameses tenian la desconcertante costumbre de considerar a todos los animales como alimanas y Tuf no deseaba que la inspectora actuara de modo precipitado al respecto—. Es totalmente inofensivo, senora.

—Ya se lo que es —le respondio ella secamente—. Mantengalo bien lejos de mi. Si decide lanzarse a mi cuello se metera en un buen apuro, mosca.

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf—. Hare cuanto este en mi mano para controlar su ferocidad.

La inspectora parecio algo aliviada. —?No es mas que un gato pequeno, verdad? ?Como se les llama… gatines?

—Posee usted un astuto conocimiento de la zoologia —replico Tuf.

—No tengo ni idea de zoologia —dijo la inspectora de aduanas, apoyando la espalda en su asiento y aparentemente mas tranquila—, pero de vez en cuando miro los programas de video.

—Entonces, no me cabe duda de que habra visto algun programa educativo —dijo Tuf.

—Que va —replico la mujer—, nada de eso, mosca. Me gustan mas los de aventuras y romances.

—Ya veo —dijo Haviland Tuf—. y supongo que en uno de tales dramas debia figurar un felino, ?verdad?

Ella asintio y en ese mismo instante su colega emergio por la escotilla.

—Todo limpio —dijo la otra inspectora. Entonces vio a Dax, instalado comodamente en los brazos de Tuf, y

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