abrio el cierre de su bolsillo interior y saco de el una cartera de vinilo en la que se veian encajadas, las hileras de cristales de datos—. Senora, es para mi un sumo placer entregarle la suma de dieciseis millones quinientas mil unidades base, como pago de la primera mitad de la deuda que tengo con el Puerto de S’uthlam en concepto de restauracion y aprovisionamiento del Arca. Descubrira que los fondos se hallan sanos y salvos en los mas adecuados depositos financieros de Osiris, ShanDellor, Viejo Poseidon, Ptolan, Lyss y Nuevo Budapest. Los cristales le permitiran acceder a ellos.

—Gracias —dijo ella. Cogio la cartera, la abrio, examinando durante unos segundos su interior y luego la solto. La cartera ascendio por el aire hasta reunirse con la peluca abandonada—. No sabia muy bien como, pero estaba segura de que encontraria usted ese dinero, Tuf.

—Su fe en mi agudeza como negociante me resulta de los mas tranquilizadora —dijo Haviland Tuf—. y ahora, pasando a ese video…

—?Tuf y Mune? ?Asi que lo ha visto? —Ciertamente —dijo Tuf.

—?Maldicion! —dijo Tolly Mune con una sonrisa algo torcida—. y bien, Tuf… ?que le ha parecido?

—Me siento obligado a confesar que, por razones bastante obvias evoco en mi cierta fascinacion enfermiza. La idea de un drama como ese posee un innegable atractivo para mi vanidad, pero su ejecucion material dejaba mucho que desear.

Tolly Mune se rio. —?Que le molesto mas? Tuf alzo uno de sus largos dedos. —Para resumirlo en una sola palabra, la falta de precision.

Ella asintio. —Bueno, el Tuf del video pesa mas o menos la mitad que usted, diria yo. Ademas, su rostro posee una movilidad mucho mayor, su modo de hablar no era, ni de lejos, tan envarado y poseia la musculatura de un hilador joven, asi como la coordinacion de un acrobata, pero al menos le afeitaron la cabeza para aumentar la autenticidad del espectaculo.

—Llevaba bigote —dijo Haviland Tuf—, en tanto que yo no.

—Pensaron que eso le daba un aire mas gallardo y aventurero. Si tanto le preocupa, piense en lo que hicieron conmigo. No me importa que le quitaran cincuenta anos a mi edad y tampoco que realzaran mi aspecto hasta hacerme parecer una princesa de Vandeen. Pero, ?esos condenados pechos!

—Sin duda deseaban resaltar al maximo la certeza de que pertenecia usted al reino de los mamiferos —dijo Tuf—. Todo ello podria considerarse como alteraciones menores dirigidas a presentar un espectaculo de mayor interes estetico, pero me molestan mucho las salvajes libertades que fueron tomadas en cuanto a mis opiniones ya mi filosofia de la vida, lo cual considero asunto mucho mas serio. En particular me molesta y debo discrepar en cuanto a mi discurso final, en el cual opino que el genio de la humanidad, en continua evolucion, sera capaz de resolver todos los problemas y que eso sera efectivamente lo que pase en el futuro, de la misma forma en que la ingenieria ecologica ha liberado a los s’uthlameses, para que, al fin, puedan multiplicarse sin temor ni limite alguno evolucionando hasta lograr la grandeza final de la divinidad. Ello se encuentra en absoluta contradiccion, con las opiniones de las cuales le hice participe por aquel entonces, Maestre de Puerto Mune. Si es capaz de recordar nuestras conversaciones le dije muy claramente que cualquier solucion a su problema alimenticio, ya fuera de naturaleza ecologica o tecnologica, debia acabar ineludiblemente no siendo mas que un parche momentaneo, caso de que su pueblo siguiera sin practicar algun control de la reproduccion.

—Usted era el heroe —dijo Tolly Mune—. No podian consentir que pareciera hablar en contra de la vida, ?verdad?

—Tambien he encontrado otros defectos en el argumento. Quienes hayan tenido el infortunio de asistir a la emision de dicho video, habran recibido una imagen salvajemente distorsionada de lo que sucedio hace cinco anos.

Desorden es una gata inofensiva, aunque algo juguetona, cuyos antepasados llevan siendo animales domesticos desde el amanecer de la historia humana y creo recordar que cuando usted se apodero traidoramente de ella utilizando un tecnicismo legal y forjando con el un artero plan para obligarme a entregar el Arca, tanto ella como yo nos rendimos pacificamente. No hubo nunca hombre alguno de los servicios de seguridad que fuera hecho pedazos por sus garras y, por descontado, mucho menos seis de ellos.

—Me arano una vez en la mano —dijo Tolly Mune—. ?Alguna cosa mas?

—Solo puedo sentir aprobacion hacia la politica y conducta de Josen Rael y el Alto Consejo de S’uthlam — dijo Tuf—. Es cierto que dicho Consejo y en particular el Primer Consejero Real actuaron de modo poco etico y falto de escrupulos pero debo proclamar que en ningun momento ordeno Josen Rael que se me sometiera a tortura y que tampoco mato a ninguno de mis felinos para doblegar mi voluntad.

—Tampoco sudaba tanto —dijo Tolly Mune—, jamas llego a babear. La verdad es que era un hombre bastante decente. —Suspiro—. Pobre Josen…

—Y, finalmente, llegamos al meollo de la cuestion. Si, ciertamente, el meollo, el punto crucial. Una palabra extrana si uno se toma el tiempo necesario para paladearla, pero totalmente adecuada a la discusion actual. El meollo, Maestre de Puerto Mune, era y es la naturaleza de nuestra apuesta. Cuando traje aqui a mi nave para que fuera reparada y aprovisionada, su Consejo decidio apoderarse de ella. Me negue a venderla y dado que no tenian ningun pretexto legal para confiscar el Arca, confisco a Desorden en tanto que alimana y luego amenazo con destruirla a menos que yo sellara con mi pulgar el documento de transferencia. ?Le parece esencialmente correcto todo lo anterior?

—Me lo parece —dijo Tolly Mune con una sonrisa amistosa. —Logramos resolver este callejon sin salida mediante una apuesta. Yo intentaria solventar la crisis alimenticia sufrida por S’uthlam mediante la ingenieria ecologica, impidiendo con ello la hambruna inminente que les amenazaba. Si fracasaba, el Arca era suya. Si tenia exito se me devolveria a Desorden y ademas se llevarian a cabo todas mis peticiones anteriores concernientes a la nave y se me concederian diez anos para pagar la factura.

—Cierto —dijo ella. —Por lo que yo recuerdo, en ningun momento se incluyo el conocimiento carnal de su cuerpo en los terminos de dicho pacto, Maestre de Puerto Mune. Yo seria desde luego el ultimo en negar la bravura que demostro en los momentos de adversidad, cuando el Consejo cerro los tubos neumaticos y clausuro los muelles. Puso en peligro tanto su carrera como su persona; hizo pedazos una ventana de plastiacero; volo a traves de kilometros de inhospito vacio, llevando solo un dermotraje y contando como unico medio de locomocion con unos propulsores de aire; logro esquivar a las patrullas de seguridad durante todo el trayecto y, finalmente, escapo por un escaso margen a la destruccion cuando su Flota Defensiva Planetaria me ataco. Incluso un hombre tan sencillo y desprovisto de fantasia como yo, debo admitir que dichos actos poseen cierta cualidad heroica. E, incluso, romantica, y en los tiempos de la antiguedad podrian haber acabado originando una leyenda. Sin embargo, el proposito de ese tan melodramatico como osado viaje era devolver a Desorden sana y salva a mi custodia, tal y como habia sido estipulado en nuestro acuerdo, y no el entregar su cuerpo, Maestre Mune, a mis… —Tuf pestaneo —a mis afanes concupiscentes. Lo que es mas, usted dejo perfectamente claro entonces que sus actos fueron motivados por el sentido del honor y el miedo a que la influencia corruptora del Arca contaminara a sus lideres. Tal y como yo lo recuerdo, ni la pasion fisica ni el amor romantico jugaron parte alguna en sus calculos.

La Maestre de Puerto Tolly Mune sonrio. —Mirenos, Tuf. Somos una pareja mas bien improbable de amantes que se encontraron entre las estrellas. Pero debo admitir que de ese modo la historia gana mucho.

El largo y palido rostro de Tuf seguia inmovil e inexpresivo.

—Estoy seguro de que no pensara usted defender ese video, tan grosero como falto de exactitud —le dijo con voz atona.

La Maestre de Puerto volvio a reir.

—?Defenderla? ?Infiernos y maldicion! Yo lo escribi. Haviland Tuf pestaneo seis veces seguidas.

Antes de que hubiera logrado articular una contestacion la puerta de deslizo a un lado y los mirones de los noticiarios entraron en la oficina como un enjambre enloquecido. Habria como minimo dos docenas de ellos y todos hablaban a la vez haciendo preguntas, mas bien impertinentes, que se confundian entre si. En el centro de cada frente se veia el rapido guinar del tercer ojo y se oia su leve zumbido.

—Oiga, Tuf, pongase de perfil y sonria.

—?Tiene algun gato aqui?

—Maestre de Puerto, ?piensa aceptar un contrato de matrimonio?

—?Donde esta el Arca?

—?Eh! ?Que se abracen bien fuerte!

—Oiga, mercader, ?donde se ha puesto tan moreno? —?y el bigote?

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