—?Tiene usted alguna opinion sobre Tuf y Mune, Ciudadano Tuf?.—?Que tal anda Desorden estos dias?

Inmovil en su silla provista de arneses, Haviland Tuf, miro primero hacia arriba y luego hacia abajo. Luego, moviendo la cabeza en una larga serie de gestos tan rapidos como precisos, examino el enjambre de mirones que le rodeaba. Pestaneo y siguio callado. El torrente de preguntas no se interrumpio hasta que la Maestre de Puerto Tolly Mune se abrio paso nadando sin el menor esfuerzo a traves de la jauria, apartando a los mirones con ambas manos, y se instalo junto a Tuf. Luego paso un brazo por debajo del suyo y le beso levemente en la mejilla.

—?Infiernos y maldicion! —dijo—. Mantengan quietas sus dichosas cremalleras, acaba de llegar —levanto la mano—. Lo siento, nada de preguntas. Invocamos al derecho de intimidad. Despues de todo, han pasado cinco anos. Deben concedernos un poco de tiempo para que volvamos a conocernos mutuamente.

—?Iran juntos al Arca? —pregunto uno de los reporteros mas agresivos, flotando a medio metro de la cara de Tuf, mientras su tercer ojo zumbaba incesantemente.

—Por supuesto —dijo Tolly Mune—.?Donde si no?

Cuando el Feroz Rugido del Veldt se encontraba ya bien lejos de la telarana y dirigiendose hacia el Arca, Haviland Tuf se digno hacer una visita al camarote que le habia asignado a Tolly Mune. Habia tomado una ducha y se habia frotado hasta liminar todos los restos de su disfraz. Su rostro parecia una hoja de papel blanco y resultaba tan indescifrable como esta. Vestia un mono de color gris, sin ningun adorno, que poco hacia para ocultar su formidable tripa y una gorra de color verde, con la insignia dorada de los Ingenieros Ecologicos, cubria su calva.

Tolly Mune estaba tomando una ampolla de Malta de San Cristobal pero, al verle entrar, se levanto con una sonrisa.

—Una cerveza condenadamente buena —dijo—. Vaya, ?quien es? Veo que no es Desorden.

—Desorden se halla sana y salva en el Arca junto con su companero y sus gatitos, aunque, a decir verdad, ya no se les puede calificar con mucha precision de tales. La poblacion felina de mi nave ha crecido tanto desde mi ultima visita a S’uthlam, aunque no de forma tan precipitada como parece inclinada a hacerlo la poblacion humana de S’uthlam —con gestos algo envarados, Haviland Tuf ocupo un asiento—. Le presento a Dax. Aunque naturalmente, cada felino es especial, bien podria decirse, sin faltar a la verdad, que Dax entra en lo extraordinario. Es bien sabido que todos los gatos poseen ciertos poderes psiquicos pero, debido a unas circunstancias mas bien fuera de lo corriente, con las que me tope en el planeta conocido como Namor, inicie un programa para expandir y hacer mas potente esa habilidad innata en los felinos. Dax es el resultado final de dicho programa, senora mia. Compartimos un cierto lazo muy peculiar y Dax posee una habilidad psiquica que se encuentra muy lejos de lo rudimentario.

—Siendo breves —dijo Tolly Mune—, acabo clonando un gato capaz de leer mentes.

—Su perspicacia sigue siendo tan aguda como siempre, Maestre de Puerto —replico Tuf, cruzando luego las manos—. Tenemos mucho por discutir. Quiza tenga la amabilidad de explicamos por que me ha pedido que traiga nuevamente el Arca a S’uthlam, la razon de que haya insistido en acompanarme y, lo mas crucial de todo, por que se me ha enredado en este engano tan extrano como pintoresco, llegando al extremo de tomarse ciertas libertades fisicas con mi persona.

Tolly Mune suspiro. —Tuf, ?recuerda como estaban las cosas cuando nos despedimos hace cinco anos?

—Mi memoria no ha sufrido ninguna merma —dijo Haviland Tuf.

—Estupendo. Entonces, recordara que me dejo metida en un lio de mil diablos.

—Preveia usted la inmediata deposicion de su cargo como Maestre de Puerto, el juicio, acusada de alta traicion, y la condena de reclusion en una granja penal en la Despensa —dijo Tuf—. Pese a ello, rechazo mi oferta de llevarla gratuitamente a cualquier otro sistema estelar de su eleccion, prefiriendo, en vez de ello, volver para enfrentarse a la prision ya la caida en desgracia.

—No se que diablos soy, pero soy s’uthlamesa —dijo ella—. Tuf, son mi gente. Puede que a veces se porten como unos condenados idiotas, pero, ?maldicion!, siguen siendo mi gente.

—Su lealtad me parece sin duda encomiable. Dado que sigue siendo Maestre de Puerto, asumo que las circunstancias han cambiado.

—Yo las cambie —dijo Tolly Mune.

—Ya veo.

—Tuve que hacerlo. De lo contrario hubiera pasado el resto de mi vida conduciendo una cosechadora a traves de la neohierba mientras la gravedad me iba haciendo pedacitos —torcio el gesto—. Apenas volvi al Puerto, los de seguridad me hicieron prisionera. Habia desafiado al Consejo, roto las leyes, causado danos en abundantes propiedades, y le habia ayudado a huir con una nave que deseaban confiscar. Condenadamente dramatico, ?no le parece?

—Mi opinion carece de toda relevancia en este asunto. —Tan dramatico, de hecho, que debia considerarse un crimen de enorme magnitud o un acto de enorme heroicidad. Josen no sabia que hacer. Nos habiamos llevado siempre muy bien y ya le he dicho que, en el fondo, no era un mal hombre. Pero era Primer Consejero y sabia cual era su obligacion. Debia juzgarme por traicion. y yo tampoco soy estupida, Tuf. Sabia lo que debia hacer. — Se inclino hacia adelante, acercandose a el—. No estaba muy contenta con las cartas que me habian correspondido, pero debia jugarlas o retirarme. Para salvar mi algo huesudo trasero, debia destruir a Josen, debia desacreditarle a el ya la mayor parte del Consejo. Tenia que convertirme en una heroina ya el en un villano, en terminos que estuvieran perfectamente claros para el peor retrasado mental de las ciudades subterraneas.

—Ya entiendo —dijo Tuf. Dax estaba ronroneando. La Maestre de Puerto decia la mas pura verdad—. De ahi el hinchado melodrama que fue llamado Tuf y Mune.

—Necesitaba calorias para los gastos legales —dijo ella—. Eso era muy cierto, ?maldicion!, pero ademas lo utilice como excusa para venderle mi historia de los hechos a una de las grandes redes. Digamos que… bueno, que sazone un poco la historia. Estaban tan entusiasmados que decidieron emitir una version dramatizada despues de haber conseguido la exclusividad de las noticias. Para mi fue un autentico placer proporcionarles el argumento. Tuve un colaborador, claro esta, pero yo fui dictando lo que debia escribir. Josen nunca llego a entender lo que estaba pasando. No era un politico tan astuto como creia y, ademas, el oficio nunca le gusto lo suficiente. y tuve ayuda.

—?De que fuente? —inquirio Tuf. —Basicamente de un joven llamado Cregor Blaxon. —Su nombre me resulta desconocido.

—Estaba en el Consejo, ocupando el cargo de consejero para agricultura. Un puesto de lo mas crucial, Tuf, y Blaxon era su ocupante mas joven en toda la historia de S’uthlam. Ademas, era el miembro mas joven del Consejo. Usted pensara que el estaba satisfecho con eso, ?no?

—Por favor, no cometa la presuncion de intentar adivinarme el pensamiento a menos que durante mi ausencia haya logrado desarrollar habilidades psionicas. No se me ocurriria pensar tal cosa, senora. He descubierto que se comete un gran error creyendo que los seres humanos son capaces de alcanzar tarde o temprano los limites de su satisfaccion.

—Cregor Blaxon era, y es, un hombre muy ambicioso —dijo Tolly Mune—. Formaba parte de la administracion de Josen: los dos eran tecnocratas, pero Blaxon aspiraba a ocupar el asiento de Primer Consejero y alli era donde Josen Rael habia plantado sus posaderas.

—Creo que entiendo sus motivos. —Blaxon se convirtio en mi aliado. Para empezar, ya estaba realmente impresionado con todo lo que usted nos habia entregado. El omnigrano, los peces y el plancton, las levaduras, todos esos malditos hongos… y se dio cuenta de lo que estaba pasando. Uso todo su poder para abreviar las pruebas biologicas y plantar directamente sus productos en las cosechas, pasando por alto todas las prioridades y aplastando a los imbeciles que intentaron frenar las cosas. Josen Rael estaba demasiado preocupado para enterarse de ello.

—El politico inteligente y eficaz es una especie virtualmente desconocida en la galaxia —dijo Haviland Tuf—. Quiza deberia conseguir una muestra celular de Cregor Blaxon para la biblioteca del Arca.

—Se esta adelantando un poco. —El final de la historia me resulta obvio. Aunque pueda parecer que hablo impulsado por la vanidad, me aventure a suponer que mi pequeno esfuerzo en el dominio de la ingenieria eco logica fue considerado todo un exito y que los energicos pasos dados por Cregor Blaxon para poner en practica mis soluciones hicieron aumentar grandemente su fama y buen credito.

—Lo llamo el Florecimiento de Tuf —dijo Tolly Mune con una leve sonrisa sarcastica—. Los noticiarios

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