rostro seguia frio, inmovil e inexpresivo.

—Cuatro y medio —dijo ella vacilando bajo el peso de su mirada. Sentia tambien los ojos de Dax clavados en ella y de pronto se pregunto si ese maldito gato no estaria leyendole la mente—. ?Maldita sea! —dijo, senalandole con el dedo—, ese pequeno bastardo negro, sabe hasta donde estoy autorizada para llegar, ?no?

—Una idea muy interesante —dijo Tuf—. Siete millones podrian parecerme una suma aceptable. Me encuentro bastante generoso hoy.

—Cinco y medio —escupio ella. ?De que servia continuar asi?

Dax empezo a ronronear estruendosamente. —Lo cual deja una limpia y manejable cantidad de once millones de unidades base a pagar dentro de cinco anos —dijo Tuf—. Aceptado, Maestre de Puerto Mune, con una condicion mas.

—?De que se trata? —le pregunto ella con cierta suspicacia.

—Le presentare mi solucion a usted y al Primer Consejero Cregor Blaxon en una conferencia publica que debe ser presenciada igualmente por camaras de todas las redes existentes en S’uthlam, y difundida en directo a todo el planeta.

Tolly Mune se rio.

—?Imposible! —dijo—. Creg nunca estara de acuerdo, ya puede ir olvidando esa idea.

Haviland Tuf permanecio sentado, acariciando a Dax, sin decir palabra.

—Tuf, no comprende las dificultades. La situacion es… ?maldita sea!, la situacion es explosiva. Tiene que ceder en eso.

Tuf siguio en silencio. —?Infiernos y maldicion! —exclamo ella—. Le hare una propuesta: escriba lo que pretende decir en la conferencia y deje que le echemos un vistazo. Si no dice nada que pueda causar problemas, supongo que sera posible aceptarlo.

—Prefiero que mis palabras en ese momento resulten espontaneas —dijo Tuf.

—Podriamos grabar la conferencia y emitirla luego, despues de haberla pulido un poco si hiciera falta — replico ella.

Haviland Tuf siguio callado. Dax la contemplaba sin pestanear.

Tolly Mune clavo durante unos segundos la mirada en aquellos ojos dorados que parecian saberlo todo y acabo lanzando un suspiro.

—De acuerdo, ha ganado —dijo—. Cregor se pondra furioso, pero yo soy una maldita heroina y Haviland Tuf un conquistador que ha regresado al escenario de sus victorias. Asi que supongo que podre hacerle tragar la idea. Pero, Tuf, ?por que?

—Un capricho —dijo Haviland Tuf—, algo que suele ocurrirme con gran frecuencia. Quiza deseo saborear unos instantes bajo los focos de la publicidad y gozar de mi papel como salvador o quiza deseo meramente demostrarle a todos los s’uthlameses que no llevo bigote.

—Creere antes en ogros y duendes que en ese monton de mentiras —dijo Tolly Mune—. Tuf, ya sabe que hay muchas razones por las cuales debe mantenerse en secreto el tamano de nuestra poblacion y la gravedad de la crisis alimenticia, ?no? Razones politicas y… ?no estara pensando en abrir la caja de esos secretos y dejar suelta alguna alimana en particular, verdad?

—Una idea de lo mas interesante —dijo Tuf, pestaneando, con su rostro desprovisto de toda expresion.

Dax ronroneo.

—Aunque no estoy acostumbrado a dirigirme al publico ni al cruel brillo de la publicidad —empezo diciendo Haviland Tuf—, he sentido, pese a todo, la necesidad y la responsabilidad de aparecer ante ustedes y explicarles ciertas cosas.

Se encontraba ante una pantalla de cuatro metros cuadrados situada en el salon de convenciones mas grande de toda la Casa de la Arana. La capacidad de la estancia era de mil asientos y se encontraba llena hasta rebosar. Habia, para empezar, veinte filas de reporteros que habian aprovechado todo el espacio disponible y en la frente de cada uno de los cuales funcionaba una mini camara que registraba toda la escena. En la parte trasera se encontraban los curiosos: hiladores e hilanderas de todas las edades y profesiones, desde los cibertecs y los burocratas hasta los especialistas en erotismo y los poetas, asi como gusanos de tierra acomodados que habian utilizado el ascensor para no perderse el espectaculo y moscas de los mas lejanos sistemas estelares que se encontraban en esos momentos por casualidad presentes en la telarana. En la plataforma, y ademas de Tuf, se encontraban la Maestre de Puerto Mune y el Primer Consejero Cregor Blaxon. La sonrisa de Blaxon parecia algo forzada. Quizas estuviera recordando como las camaras de los reporteros habian grabado el largo e incomodo momento durante el cual Tuf estuvo contemplando fijamente, sin hacer ni un solo movimiento, la mano extendida que Blaxon le habia ofrecido. Tambien Tolly Mune parecia algo nerviosa.

Haviland Tuf, sin embargo, tenia un aspecto impresionante. Superaba en estatura a cualquier hombre o mujer de la estancia. Vestia su gaban de vinilo gris, que casi rozaba el suelo, y se cubria la cabeza con su gorra verde del CIE en la que brillaba la insignia dorada del cuerpo.

—Primero —dijo—, permitaseme recalcar que no llevo bigote. —La afirmacion provoco una carcajada general.

Tambien deseo recalcar que su estimada Maestre de Puerto y yo jamas hemos mantenido relaciones intimas, pese a todo lo que puedan afirmar sus videos, aunque no tengo ni la menor razon para dudar que es una habil practicante de las artes eroticas, cuyos favores serian tenidos en alto aprecio por cualquiera capaz de entregarse a dicho tipo de diversion —la horda de reporteros, como una bestia de cien cabezas, se volvio para clavar sus ojos camara en Tolly Mune. La Maestre de Puerto, estaba medio encogida en su asiento y se frotaba las sienes con una mano. El suspiro que lanzo pudo ser oido en la cuarta fila de asientos—. Dichos datos son de naturaleza relativamente poco grave —prosiguio Tuf—, y se los ofrezco unicamente en interes de la veracidad. La razon principal de que haya insistido en esta reunion, sin embargo, es profesional mas que personal. No tengo ni la menor duda de que todos los espectadores de esta emision conocen el fenomeno que su Consejo llamo el Florecimiento de Tuf. Cregor Blaxon sonrio y asintio con la cabeza. —Me veo obligado a pensar, sin embargo, que no son conscientes de la inminencia de lo que, con cierta osadia, llamare el Marchitamiento de S’uthlam. Al oir dichas palabras la sonrisa del Primer Consejero se marchito inmediatamente y la Maestre de Puerto Tolly Mune no pudo reprimir una mueca. Los reporteros giraron nuevamente en masa para enfocar a Tuf. —Son ustedes realmente afortunados. Soy un hombre que sabe hacer honor a sus deudas y obligaciones y por ello mi oportuno regreso a S’uthlam me ha permitido intervenir una vez mas en su ayuda. Sus lideres no han sido francos al respecto y no les han dicho toda la verdad. De no ser por la ayuda que voy a prestarles, su mundo se enfrentaria al hambre masiva en el breve plazo de dieciocho anos. A ello siguio un instante de silencio asombrado y luego, en el interior de la estancia, estallo el desorden. Finalmente, se consiguio restaurar el orden echando por la fuerza a varias personas, pero Tuf parecio no enterarse de ello. —En mi ultima visita puse en marcha un programa de ingenieria ecologica que produjo espectaculares aumentos en sus provisiones alimenticias, utilizando para ello medios relativamente convencionales, como la introduccion de nuevas especies de plantas y animales disenadas para maximizar su productividad agricola sin alterar seriamente su ecologia. Es indudable que todavia es posible hacer algun esfuerzo en tal direccion, pero me temo que ya se ha rebasado, con mucho, el punto en que los beneficios obtenidos no serian suficientes y en que dicho tipo de planes resultarian de escasa utilidad para S’uthlam. Por lo tanto, esta vez, he aceptado como fundamental la necesidad de hacer alteraciones radicales tanto en su ecosistema como en su cadena alimenticia. Puede que algunos de ustedes encuentren mis sugerencias desagradables, pero les aseguro que las demas opciones a las que se enfrentan (entre las cuales podria citar el hambre, las plagas o la guerra) serian mas desagradables. Por supuesto, la eleccion sigue siendo suya y ni en suenos se me ocurriria la posibilidad de arrogarme tal decision.

La atmosfera de la estancia se habia vuelto tan gelida como la de un almacen criogenico y en ella reinaba un silencio completo, solo interrumpido por el leve zumbido de las mini camaras. Haviland Tuf levanto un dedo.

—Numero uno —dijo. La pantalla que tenia detras se ilumino con una imagen emitida directamente por los ordenadores del Arca. La imagen correspondia a una monstruosa e hinchada criatura, grande como una montana, de piel aceitosa y reluciente. El inmenso corpachon de la criatura parecia brillar como si estuviera hecho de una gelatina rosada—. La bestia de carne —dijo Haviland Tuf—. Una parte bastante significativa de sus zonas agricolas

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