fuera de la jurisdiccion del Puerto. Llegare al extremo de entregarle comida suficiente para cinco anos y con ello nadie podra decir que les esta dando a esas supuestas alimanas calorias necesitadas por seres humanos que pasan hambre. Para reforzar un poco mas su vapuleada imagen publica puede decirle a los noticiarios que esos dos felinos son rehenes con los cuales garantiza mi prometido regreso a S’uthlam dentro de cinco anos.

Tolly Mune dejo un sonrisa algo tortuosa fuera abriendose paso por sus austeros rasgos.

—Eso podria funcionar, ?maldita sea! Esta haciendo la oferta muy dificil de rechazar. ?Ha dicho tambien una nave?

—Ciertamente.

Tolly Mune sonrio, ya sin reservas.

—Es demasiado convincente, Tuf. De acuerdo. ?Cuales seran los dos gatos?

—Duda —dijo Haviland Tuf—, e Ingratitud.

—Estoy segura de que ahi hay encerrada alguna alusion —dijo ella—, pero no pienso romperme la cabeza intentando encontrarla. ?Y comida para cinco anos?

—Comida suficiente hasta el dia en que hayan transcurrido cinco anos y vuelva nuevamente para pagar el resto de mi factura.

Tolly Mune le miro, recorriendo con sus ojos el palido e inexpresivo rostro de Tuf, sus blancas manos cruzadas sobre su prominente estomago, la gorra que cubria su calva cabeza y el gatito negro que reposaba en su regazo. Le miro durante un largo espacio de tiempo y de pronto, sin que pudiera atribuirlo a ninguna razon en particular, su mano temblo levemente haciendole derramar un poco de cerveza que le mojo la manga. Sintio el frio del liquido penetrando la tela y el minusculo riachuelo que iba bajando hacia su cintura.

—?Oh, que alegria! —dijo—. Tuf, Tuf y siempre Tuf. no se si podre esperar.

5 — UNA BESTIA PARA NORN

Cuando el hombre delgado le encontro, Haviland Tuf, estaba sentado, sin compania alguna, en el rincon mas oscuro de una cerveceria de Tamber. Tenia los codos apoyados en la mesa y su calva coronilla casi rozaba la viga de madera pulida que sostenia el techo. En la mesa habia ya cuatro jarras vacias, con el interior estriado por circulos de espuma, en tanto que una quinta jarra, medio llena, casi desaparecia entre sus enormes manos.

Si Tuf era consciente de las miradas curiosas que, de vez en cuando, le dedicaban los demas clientes, no daba senal alguna de ello. Sorbia su cerveza metodica y lentamente con el rostro absolutamente impasible. Su solitaria presencia en el rincon del reservado resultaba mas bien extrana.

Pero no estaba totalmente solo. Dax dormia sobre la mesa, junto a el, convertido en un ovillo de pelo oscuro. De vez en cuando, Tuf dejaba su jarra de cerveza y acariciaba distraidamente a su inmovil companero, pero Dax no abandonaba por ello su comoda posicion entre las jarras vacias. Comparado con el promedio de la especie felina, Dax era tan grande como Haviland Tuf lo era comparado con los demas hombres.

Cuando el hombre delgado entro en el reservado de Tuf, este no abrio la boca. Lo unico que hizo fue alzar la mirada hacia el, pestanear y aguardar a que fuera el recien llegado quien diera comienzo a la conversacion.

—Usted es Haviland Tuf, el vendedor de animales —dijo el hombre delgado. Estaba tan flaco que impresionaba verle.

Vestia de negro y gris y tanto el cuero como las pieles parecian colgar sobre su cuerpo formando bolsas y arrugas aqui y alla. Pese a ello, resultaba claro que era hombre acomodado, ya que llevaba una delgada diadema de bronce medio escondida por su abundante cabellera negra y sus dedos estaban adornados con multitud de anillos.

Tuf rasco a Dax detras de una oreja. —No basta con que nuestra soledad deba sufrir esta intromision repentina —le dijo al animal. En su retumbante voz de bajo no habia ni pizca de inflexion—. No es suficiente con que se viole nuestro dolor. Tambien debemos soportar las calumnias y los insultos, a lo que parece —alzo nuevamente la mirada hacia el hombre delgado y anadio—. Caballero, ciertamente soy Haviland Tuf y quiza pudiera llegar a decirse que mi comercio tiene algo que ver con los animales, pero quiza tambien sea posible que no me tenga por un mero vendedor de animales. Quiza me considere un ingeniero ecologico.

El hombre delgado movio la mano con cierta irritacion y, sin esperar a que le invitaran, tomo asiento frente a Tuf.

—Tengo entendido que posee una vieja sembradora del CIE, pero eso no le convierte en ingeniero ecologico, Tuf. Todos los ingenieros ecologicos han muerto y de eso ya hace algunos siglos. Pero si prefiere que le llamen asi, a mi no me importa. Necesito sus servicios. Quiero adquirir un monstruo, una bestia enorme y feroz.

—Ah —dijo Tuf, dirigiendose de nuevo al gato—. Desea comprar un monstruo. El desconocido que se ha instalado en mi mesa, sin que le haya invitado, desea comprar un monstruo —Tuf pestaneo—. Lamento informarle de que su viaje ha resultado inutil. Los monstruos, senor mio, pertenecen por entero al reino de lo mitologico, al igual que los espiritus, los hombres-bestia y los burocratas competentes. Mas aun, en estos momentos no me dedico a la venta de animales, ni a ninguno de los variados aspectos de mi profesion. En este momento me encuentro consumiendo la excelente cerveza de Tamberkin y llorando una muerte.

—?Llorando una muerte? —dijo el hombre delgado—. ?Que muerte? —No parecia muy dispuesto a irse.

—La muerte de una gata —dijo Haviland Tuf—. Se llamaba Desorden y llevaba largos anos siendo mi companera, senor mio. Ha muerto hace muy poco tiempo en un mundo llamado Alyssar, al cual la mala fortuna me llevo para hacerme caer en manos de un principe barbaro notablemente repulsivo —sus ojos se clavaron en la diadema—. Caballero, ?no sera usted por casualidad un principe barbaro?

—Claro que no. —Tiene usted suerte, entonces —dijo Tuf. —Bueno, Tuf, lamento lo de su gata. Ya se lo que siente actualmente, si, creame. Yo he pasado mil veces por ello.

—Mil veces —repitio Tuf con voz atona—. ?Considera quizas excesivo el esfuerzo de cuidar adecuadamente a sus animales domesticos?

El hombre delgado se encogio de hombros. —Los animales se mueren, ya se sabe. Es imposible evitarlo. La garra, el colmillo y todo eso, si, claro, es su destino. Me he acostumbrado a ver como mis mejores animales morian ante mis ojos y… Pero ese es justamente el motivo de que desee hablar con usted, Tuf.

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf. —Me llamo Herold Norn. Soy el Maestro de Animales de mi Casa, una de las Doce Grandes Casas de Lyronica.

—Lyronica —repitio Tuf—. El nombre no me resulta del todo desconocido. Un planeta pequeno y de poca poblacion, segun creo recordar, y de costumbres mas bien salvajes. Puede que ello explique sus repetidas transgresiones de las maneras civilizadas.

—?Salvaje? —dijo Norn—. Eso son tonterias de Tamberkin, Tuf. Un monton de condenados granjeros… Lyronica es la joya del sector. ?Ha oido hablar de nuestros pozos de juego?

Haviland Tuf rasco nuevamente a Dax detras de la oreja, siguiendo un ritmo bastante peculiar, y el enorme gato se desenrosco con mucha lentitud, bostezando. Luego abrio los ojos y clavo en el hombre delgado dos enormes pupilas doradas, ronroneando suavemente.

—Durante mis viajes he ido recogiendo por azar algunas briznas de informacion —dijo Tuf—, pero quiza tenga usted la bondad de ser mas preciso, Herold Norn, para que asi, Dax y yo, podamos considerar su proposicion.

Herold Norn se froto las manos y movio la cabeza en un gesto de asentimiento.

—?Dax? —dijo—. Claro, claro. Un animal muy bonito, aunque personalmente nunca me han gustado demasiado los animales incapaces de pelear. Siempre he afirmado que, solo en la capacidad para matar se encuentra la autentica belleza.

—Una actitud muy peculiar —comenzo Tuf. —No, no —dijo Norn—, en lo mas minimo. Tengo la esperanza de que los trabajos realizados aqui no le hayan hecho contagiarse con los ridiculos prejuicios de Tamber.

Tuf sorbio el resto de su cerveza en silencio y luego hizo una sena pidiendo otras dos jarras. El camarero se las trajo rapidamente.

—Gracias —dijo Norn, una vez tuvo delante una jarra llena hasta los bordes de liquido dorado y

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