espumante.

—Continue, por favor. —Si, si. Bien, las Doce Grandes Casas de Lyronica compiten en los pozos de juego. Todo empezo… ?Oh!, hace siglos de ello. Antes de tales competiciones las Casas luchaban entre ellas, pero el modo actual resulta mucho mejor. El honor de la familia se mantiene intacto, se hacen fortunas en cada competicion y nadie resulta herido. Vera, cada una de las Casas controla grandes residencias que se encuentran esparcidas por el planeta y, dado que la tierra apenas si esta poblada, la vida animal prolifera de un modo esplendido. Hace muchos anos, los Senores de las Grandes Casas empezaron a divertirse con peleas de animales aprovechando una epoca de paz. Se trataba de un entretenimiento muy agradable y hondamente enraizado en la historia. Puede que ya conozca usted la vieja costumbre de las peleas de gallos y ese pueblo de la Vieja Tierra llamado romano, que solia enfrentar entre si en un gran anfiteatro a todo tipo de bestias.

Norn se callo para tomar un sorbo de cerveza, esperando una respuesta. Tuf siguio callado, acariciando a Dax.

—No importa —acabo diciendo el flaco lyronicano, limpiandose la espuma de los labios con el dorso de la mano—. Ese fue el inicio de los juegos actuales. Cada Casa tiene sus propias tierras y animales. La Casa de Varcour, por ejemplo, tiene sus dominios en las zonas pantanosas del Sur y les encanta enviar sus enormes lagartos-leones a los pozos de juego.

Feridian, una tierra montanosa, ha logrado labrar su fortuna actual con una especie de simio de las rocas al cual, naturalmente, llamamos jerzdian. Mi casa, Norn, se encuentra en las llanuras herbosas del continente Norte. Hemos enviado cien bestias diferentes a los combates, pero se nos conoce principalmente por nuestros colmillos de hierro.

—Colmillos de hierro —dijo Tuf—. Un nombre de lo mas sugestivo.

Norn le sonrio con cierto orgullo. —Si —dijo—. En mi calidad de Maestre de Animales he entrenado a miles de ellos. ?Oh, son unos animales preciosos! Son tan altos como usted, tienen el pelo de un soberbio color negro azulado y resultan tan feroces como implacables.

—?Puedo aventurar la hipotesis de que sus colmillos de hierro tengan ciertos antepasados caninos?

—Si, pero… ?que caninos! —Y, sin embargo, me pide usted un monstruo. Norn bebio mas cerveza.

—Cierto, cierto. Los habitantes de muchos mundos cercanos viajan a Lyronica para ver como las bestias luchan en los pozos y hacen apuestas en cuanto a los resultados. La Arena de Bronce, que lleva seiscientos anos situada en la Ciudad de Todas las Casas, es particularmente concurrida y alli es donde se celebran los mayores combates. La riqueza de nuestras Casas y de nuestro planeta ha llegado a depender de ellos y, sin dicha riqueza, la opulenta Lyronica seria tan pobre como los granjeros de Tamber.

—Si —dijo Tuf. —Debe comprender que esa riqueza afluye a las Casas segun el honor que hayan ganado mediante sus victorias. La Casa de Arneth se ha vuelto muy grande y poderosa, porque en sus tierras, que abarcan una gran variedad de climas, hay muchas bestias mortiferas, y las demas la siguen segun sus fortunas y tanteos en la Arena de Bronce.

Tuf pestaneo. —La Casa de Norn ocupa el ultimo lugar entre las Doce Grandes Casas de Lyronica —dijo. Dax ronroneo mas fuerte.

—?Lo sabia? —Caballero, eso resulta obvio. Sin embargo, se me ocurre una posible objecion. Teniendo en cuenta las reglas de su Arena de Bronce, ?no podria acaso considerarse falto de etica comprar e introducir en ella una especie no nativa de su fabuloso mundo?

—Ya hay precedentes. Hace unos setenta anos un jugador volvio de la mismisima Vieja Tierra, con una criatura llamada lobo del bosque, entrenada por el mismo. La Casa de Colin le apoyo siguiendo un impulso enloquecido. Su pobre animal tuvo por oponente a un colmillo de hierro y demostro no estar precisamente a la altura de su mision. Hay otros casos.

»Por desgracia, nuestros colmillos de hierro se han reproducido muy mal en los ultimos anos. Los especimenes salvajes han desaparecido practicamente de todos los lugares, excepto de alguna llanura, y los pocos que aun subsisten se han vuelto cautelosos y esquivos, siendo muy dificiles de capturar. Los animales que criamos en cautiverio parecen haberse ablandado, pese a mis esfuerzos ya los de mis predecesores en el cargo. Norn ha conseguido muy pocas victorias ultimamente y no seguire ostentando mi posicion durante mucho tiempo, si no se hace algo para evitarlo. Nos estamos empobreciendo. Cuando me entere de que su Arca habia llegado a Tamber decidi ir en su busca. Con su ayuda podre dar inicio a una nueva era de gloria para Norn.

Haviland Tuf siguio sentado sin mover ni un musculo. —Comprendo el dilema al que se enfrenta, pero debo informarle que no estoy acostumbrado a vender monstruos. El Arca es una antigua sembradora disenada por los Imperiales de la Tierra hace miles de anos con el fin de diezmar a los Hranganos mediante la bioguerra. Puedo desencadenar un autentico diluvio de enfermedades y plagas y en mi biblioteca celular se almacena material con el que clonar un increible numero de especies, procedentes de mas de mil mundos, pero los monstruos autenticos, del tipo que usted ha dado a entender que necesita, no son tan abundantes.

Herold Norn le miro con expresion abatida. —Entonces, ?no tiene nada?

—No han sido tales mis palabras —dijo Haviland Tuf—. Los hombres y mujeres del ya desaparecido Cuerpo de Ingenieria Ecologica, utilizaron, de vez en cuando, especies que gentes supersticiosas o mal informadas podrian etiquetar como monstruos, por razones tanto ecologicas como psicologicas. A decir verdad, en mi repertorio figuran algunos animales de tal tipo, si bien no en numero demasiado abundante. Puede que unos miles y con toda seguridad no mas de diez mil. Si tuviera que precisar la cifra, deberia consultar con mis ordenadores.

—?Unos miles de monstruos! —Norn parecia otra vez animado—. ?ESO es mas que suficiente! ?Estoy seguro de que entre todos ellos sera posible hallar una bestia para Norn!

—Quiza si —dijo Tuf—, o quiza no. Existen las dos posibilidades —estudio durante unos segundos a Norn con expresion tan fria como desapasionada—. Debo confesar que Lyronica ha logrado despertar un cierto interes en mi y, dado que en estos momentos carezco de Compromisos profesionales tras haberles entregado a los naturales de Tamber un pajaro capaz de poner Coto a la plaga de gusanos que ataca sus raices de arboles frutales, siento cierta inclinacion a visitar su mundo y estudiar el asunto de cerca. Vuelva a Norn, senor mio. Ire con el Arca a Lyronica, vere sus pozos de juego y entonces decidiremos lo que puede hacerse al respecto.

Norn sonrio.

—Excelente —dijo—. Entonces, yo me encargo de la siguiente ronda.

Dax empezo a ronronear tan estruendosamente como una lanzadera entrando en la atmosfera.

La Arena de Bronce alzaba su masa cuadrada en el centro de la Ciudad de Todas las Casas, justo en el punto donde los sectores dominados por las Doce Grandes Casas se unian como las rebanadas de un enorme pastel. Cada enclave de la petrea ciudad estaba rodeado de murallas, en cada uno ondeaba el estandarte de sus colores distintivos y cada uno de ellos poseia su ambiente y estilo propios, pero todos se fundian en la Arena de Bronce.

A decir verdad, la Arena no estaba hecha de bronce, si no basicamente de piedra negra y madera pulida por el tiempo. Era mas alta que casi todos los demas edificios de la ciudad, con excepcion de algunas torres y minaretes, y estaba coronada por una reluciente cupula de bronce que ahora brillaba con los rayos anaranjados de un sol a punto de ocultarse. Desde sus angostas ventanas atisbaban las gargolas talladas en piedra y recubiertas luego con bronce y hierro labrado. Las grandes puertas, que permitian franquear los muros de piedra negra eran tambien metalicas y su numero ascendia a doce, cada una de ellas encarada a un sector distinto de la ciudad. Los colores y las tallas de cada puerta hacian referencia a la historia y tradiciones de su casa titular.

El sol de Lyronica era apenas un punado de llamas rojizas, que tenian el horizonte occidental, cuando Herold Norn y Haviland Tuf asistieron a los juegos. Unos segundos antes, los encargados habian encendido las antorchas de gas, unos obeliscos metalicos que brotaban como dientes enormes en un anillo alrededor de la Arena, el gigantesco edificio quedo rodeado por las vacilantes llamas azules y anaranjadas. Tuf siguio a Herold Norn, entre una multitud de apostadores y hombres de las Casas, desde las medio desiertas callejas de los suburbios nordicos hasta un sendero de grava. Pasaron por entre doce colmillos de hierro reproducidos en bronce y situados a ambos lados de la calle, y cruzaron, por fin, la gran Puerta de Norn, en cuyo intrincado diseno se mezclaban el ebano y el bronce. Los guardias uniformados, que llevaban atuendos de cuero negro y piel gris identicos a los de Harold Norn, reconocieron al Maestre de Animales y le permitieron la entrada, en tanto que otros, no tan afortunados, debian detenerse a pagarla con monedas de oro y hierro.

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