—Lo que quiera —dijo Haviland Tuf y no lo dijo como si fuera una pregunta—. Ademas de la estatua, pedire tambien la suma de cincuenta mil unidades.

El rostro de Rej Laithor se volvio primero livido y luego de un subido color rojizo.

—Dijo… —su voz era un murmullo ahogado… usted… benevolencia… altruismo… nuestras necesidades… el telar…

—Debo hacer frente a mis gastos —dijo Haviland Tuf—. Estoy ciertamente dispuesto a sacrificar mi tiempo para este asunto, pero los recursos del Arca son demasiado valiosos para dilapidarlos sin compensacion. Debo comer. Estoy seguro de que los cofres de Ciudad de Esperanza seran lo bastante amplios como para satisfacer esa pequena suma.

Rej Laithor emitio un balbuceo ininteligible.

—Yo me encargare de esto —dijo Jaime Kreen volviendose hacia Tuf—. Diez mil unidades y ni una mas. Nada que no sea diez mil unidades.

—Imposible —dijo Haviland Tuf—. Mis costes operacionales superaran con toda seguridad las cuarenta mil unidades. Es posible que pueda conformarme con esa suma y hacer un pequeno sacrificio ya que su pueblo esta sufriendo.

—Quince mil —dijo Kreen. Haviland Tuf siguio callado.

—?Oh, infiernos! —dijo Jaime Kreen—. Entonces, que sean cuarenta mil y ojala reviente ese maldito gato.

El hombre llamado Moises tenia la costumbre de dar cada tarde un paseo por las toscas sendas labradas en las Colinas del Honesto Trabajo. Admiraba la belleza del crepusculo y meditaba en soledad sobre los problemas del dia que llegaba a su final. Andaba con largas zancadas que pocos hombres eran capaces de igualar, aun siendo mas jovenes que el, sosteniendo en una mano su largo y nudoso cayado. Mostraba una expresion apacible en el rostro y mantenia los ojos clavados en la lejania del horizonte. Muchas veces caminaba mas de doce kilometros antes de emprender nuevamente el camino de vuelta a su casa ya su lecho. Durante uno de esos paseos, aparecio ante el la columna de fuego.

Acababa de subir a una pequena elevacion del terreno y alli se la encontro. Un ondulante embudo de llamas anaranjadas, a traves del cual ardian fugaces chispas amarillas y azules, se movia por entre las rocas y el polvo, en linea recta hacia el. Tendria unos treinta metros de alto y estaba coronada por una nubecilla gris, que se movia al mismo ritmo que la columna de llamas.

Moises se paro en lo alto de la colina, apoyado en su baston, y la observo.

La columna de fuego se detuvo a unos cinco metros de el, dominandole con su altura.

—Moises —dijo una voz de trueno que parecia venir directamente del cielo—. Soy el Senor, tu Dios, y has pecado contra mi. ?Devuelveme a mi pueblo!

Moises se rio levemente.

—?Muy bueno! —dijo con su dulce voz—. Realmente muy bueno.

La columna de fuego temblo girando sobre si misma. —Libera a la gente de la Ciudad de Esperanza de tu cruel tirania —exigio—, o mi ira hara llover las plagas sobre ti.

Moises fruncio el ceno y apunto con su cayado hacia la columna de fuego.

—Yo soy el unico que se encarga de las plagas por aqui, te agradeceria que lo recordaras bien —en su voz habia una leve dureza, escondida por su habitual melosidad.

—Falsas plagas de un falso profeta, tal como tu y yo sabemos muy bien —retumbo la columna de fuego—. Todos tus torpes trucos y enganos me son conocidos, pues yo soy el Dios cuyo nombre has profanado. ?Entregame a mi pueblo, o te enfrentaras a la mas autentica y terrible de las pestes!

—Tonterias —dijo Moises, empezando a bajar la cuesta en direccion a la columna de llamas—. ?Quien eres?

—Yo soy el que soy —dijo la columna, retirandose apresuradamente ante el avance de Moises—. Soy Dios, tu Senor.

—Eres una proyeccion holografica —dijo Moises—, que emana de esa ridicula nube que tenemos encima. Soy un hombre santo, no un imbecil. Largo.

La columna de fuego permanecio inmovil y emitio un rugido amenazador. Moises camino a traves de ella y luego siguio bajando por la cuesta. La columna de fuego permanecio girando y retorciendose, un largo tiempo despues de que Moises hubiera desaparecido.

—Ciertamente —retumbo su cavernosa voz, dirigiendose a la noche desierta. Luego temblo levemente y se esfumo.

La nubecilla gris cruzo a toda velocidad las colinas y encontro a Moises un kilometro mas lejos. La columna de fuego se materializo nuevamente, chasqueando con un ominoso despliegue de energia. Moises dio la vuelta a su alrededor y la columna de fuego empezo a seguirle.

—Esa gente de tu ciudad empieza a cansarme —dijo Moises mientras caminaba—. Has seducido a mi pueblo con tus costumbres pecaminosas, llenas de pereza, y ahora interrumpes mis reflexiones vespertinas. He tenido un duro dia de santo trabajo y te advierto que estas empezando a provocarme. He prohibido todo manejo de la ciencia. Llevate tu nave y tu holograma y esfumate antes de que haga llover las llagas sobre tu gente.

—Palabras vacias, senor —dijo la columna de fuego, casi pisandole los talones—. Las llagas se encuentran mucho mas alla de vuestras limitadas artes. ?O acaso es tan facil enganarme a mi como lo fue enganar a ese rebano de burocratas miopes?

Moises vacilo durante unos segundos y contemplo pensativo la columna de fuego por encima del hombro.

—?Pones en duda los poderes de mi Dios? Habia creido que con mis demostraciones habia dado prueba mas que suficiente de ellos.

—Ciertamente —dijo la columna de fuego—, pero lo unico demostrado fueron las propias limitaciones de Moises y las de sus oponentes. Esta claro que los planes fueron trazados con inteligencia y a largo plazo, pero ese era el unico poder que habia en ellos.

—Entonces, sin duda creeras que las plagas que azotaron la Ciudad de Esperanza se debian a la casualidad y a la mala suerte.

—En absoluto, caballero, no me malinterpreteis. Se muy bien lo que eran, y en ninguna de ellas habia nada de sobrenatural. Durante generaciones, los mas jovenes y los mas incredulos Altruistas han ido emigrando a la Ciudad y habra resultado muy sencillo disimular entre ellos espias, agentes y saboteadores. Ha sido muy astuto aguardar un ano, dos o cinco hasta que cada uno de ellos fuera plenamente aceptado por la gente de la Ciudad, dandoseles posiciones de alta responsabilidad. Las ranas y los insectos son susceptibles de crianza, caballero, cosa que no presenta ademas excesivas dificultades, ya sea en una cabana situada en las Colinas del Honesto Trabajo o en un complejo de apartamentos situado en el interior de la Ciudad. Caso de que tales criaturas sean soltadas en la tierra baldia, se disiparan rapidamente para morir ya que los elementos se encargaran de acabar con ellas, sus enemigos naturales las perseguiran y acabaran pereciendo por falta de alimento. El complejo e implacable mecanismo de la ecologia las reducira a su espacio natural. Pero, que diferente es todo en el interior de una arcologia, esa verdadera arquitectura ecologica que en realidad no es una ecologia real, pues carece de todo ambito que no sea el de la humanidad y solo el de ella. El clima en su interior es siempre bueno y agradable, no hay especies que puedan presentar competencia alguna, ni hay depredadores enemigos y resulta muy sencillo encontrar la fuente adecuada de alimentos. Bajo tales condiciones, el resultado inevitable es la plaga, pero dicha plaga es falsa y solo puede adquirir proporciones amenazadoras dentro del recinto ciudadano. En el exterior esas pequenas plagas de ranas, piojos y moscas no serian nada ante los embates del viento, la lluvia y la tierra salvaje.

—Converti su agua en sangre —insistio Moises.

—Ciertamente, ya que vuestros agentes colocaron sustancias quimicas en el deposito de agua de la Ciudad.

—Desencadene la plaga de la oscuridad —dijo Moises, ahora ya claramente a la defensiva.

—Caballero —dijo la columna de fuego—, que no se insulte a mi inteligencia con algo tan obvio. Lo que se hizo fue apagar la luz.

Moises giro en redondo para encararse a la columna llameante y alzo la mirada hacia su cima con expresion desafiante, el rostro enrojecido por los reflejos del fuego.

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