Jaime Kreen se rio.

—Me debe cien unidades —le dijo—, a cambio de haber traido y llevado a Moises.

—Caballero —dijo Haviland Tuf—, jamas olvidaria tal deuda y no es necesario que me la recuerde con semejante brusquedad —abrio la caja que Kreen habia traido de Caridad y le entrego cien unidades—. Encontrara una escotilla del tamano adecuado a su persona en la seccion nueve, mas alla de las puertas en las que se ve el letrero Control Climatico.

Jaime Kreen fruncio el ceno.

—?Escotilla? ?A que se refiere?

Haviland Tuf lo miro sin inmutarse.

—Caballero —dijo—, habia pensado que le resultaria obvio. Me refiero a una escotilla, un ingenio mediante el cual podra abandonar el Arca, sin que mi valiosa atmosfera la abandone al mismo tiempo que usted. Dado que no posee nave espacial alguna, resultaria estupido utilizar una escotilla de mayor tamano. Tal y como he dicho, en la seccion nueve podra encontrar una escotilla mas pequena y conveniente a su talla.

Kreen parecia atonito.

—?Piensa expulsarme de la nave?

—No ha elegido usted del modo adecuado sus palabras —dijo Haviland Tuf—, y esa debe ser la razon de que suenen tan mal al oido. Pero no puedo mantenerle a bordo del Arca y si se marchara en una de mis lanzaderas, no habria nadie capaz de entregarmela de nuevo. No puedo permitirme sacrificar una valiosa parte de mi equipo para su conveniencia personal.

Kreen torcio el gesto.

Intento replicar sin denotar inquietud.

—La solucion a su dilema es muy simple. Iremos los dos en el Grifo. Me llevara hasta Puerto Fe y luego volvera a su nave.

Haviland Tuf acaricio a Dax.

—Interesante —dijo—, pero no creo que tal arreglo pudiera funcionar ya que, naturalmente, debe comprender que el viaje me supondria una grave molestia. Estoy totalmente seguro de que deberia recibir cierta compensacion a cambio de dicho desplazamiento.

Jaime Kreen contemplo durante todo un minuto al palido e impasible rostro de Haviland Tuf. Luego, con un suspiro, le devolvio las cien unidades.

7 — MANA DEL CIELO

La flota s’uthlamesa patrullaba los limites del sistema solar, avanzando por la aterciopelada oscuridad del espacio con la callada y majestuosa gracia de un tigre al acecho, en un rumbo que la llevaria directamente hacia el Arca.

Haviland Tuf estaba sentado ante su consola principal, observando las hileras de pantallas y los monitores del ordenador, con leves y cuidadosos giros de cabeza. La flota que ahora se estaba desviando para recibirle, parecia mas y mas formidable a cada instante que pasaba. Sus instrumentos habian informado sobre unas catorce naves de gran tamano y abundantes enjambres de cazas. Nueve globos, de un color blanco plateado, erizados con armamento que no le resultaba familiar, formaban las alas del despliegue. Cuatro largos acorazados de color negro iban en los flancos de la cuna, con sus oscuros cascos emitiendo destellos de energia y la nave insignia, situada en el centro, era un colosal fuerte en forma de disco con un diametro que los sensores de Tuf evaluaban en unos seis kilometros. Era la nave espacial mas grande que Haviland Tuf habia visto desde el dia en que, diez anos antes, habia encontrado el Arca a la deriva. Los cazas iban y venian alrededor del disco, como insectos furiosos dispuestos a utilizar su aguijon.

El largo y palido rostro de Haviland Tuf seguia tan inmovil e indescifrable como siempre pero Dax, sentado en su regazo, emitio un leve sonido de inquietud y Tuf junto sus manos formando un puente con los dedos.

Una luz se encendio indicando una comunicacion.

Haviland Tuf pestaneo, extendio la mano con tranquila decision y conecto el receptor.

Habia esperado que en la pantalla se materializaria un rostro, pero quedo decepcionado. Los rasgos de su interlocutor estaban ocultos por un visor de plastiacero negro formando parte de un traje de combate que relucia como un espejo. Una estilizada representacion del globo de S’uthlam adornaba la cresta metalica que brotaba encima del casco y, detras del visor, grandes sensores rojizos ardian dando la impresion de dos ojos. A Haviland Tuf la imagen le hizo acordarse de un hombre muy desagradable que habia conocido en el pasado.

—No resultaba necesario vestirse con tal formalidad por mi causa —dijo Haviland Tuf con voz atona. Aun mas, en tanto que el tamano de la guardia de honor que han enviado para recibirme, halaga un poco mi vanidad, con un escuadron mucho mas pequeno y no tan imponente habria sido mas que suficiente. La formacion actual es tan grande y formidable que invita a pensar, y un hombre de naturaleza menos confiada que la mia podria sentir la tentacion de malinterpretar su proposito y ver en ella alguna intencion intimidatoria.

—Aqui Wald Ober, comandante de la Flota Defensiva Planetaria de S’uthlam, Ala Siete —dijo la imagen de la pantalla con una voz grave, electronicamente distorsionada.

—Ala Siete —repitio Tuf. Ciertamente. Ello sugiere la posibilidad de que existan como minimo otros seis escuadrones igualmente dignos de temor. Al parecer las defensas planetarias de S’uthlam han aumentado un tanto desde mi ultima visita.

Wald Ober no parecio nada interesado en sus palabras.

—Rindase de inmediato o sera destruido —le dijo secamente.

Tuf pestaneo.

—Me temo que existe un lamentable malentendido.

—Se ha declarado un estado de guerra entre la Republica Cibernetica de S’uthlam y la alianza de Vandeen, Jazbo, el Mundo de Henry, Skrymir, Roggandor y el Triuno Azur. Ha entrado en una zona restringida. Rindase o sera destruido.

—No me ha entendido usted, senor —dijo Tuf—. En tan desgraciada confrontacion yo soy neutral, aunque no me hubiera dado cuenta de tal calidad hasta ahora mismo. No formo parte de faccion, cabala ni alianza alguna y solo me represento a mi mismo, un ingeniero ecologico con los motivos mas benignos que imaginarse puedan. Por favor, no se alarme ante el tamano de mi nave. Estoy seguro de que en el pequeno lapso de cinco anos, los afamados trabajadores y cibertecs del Puerto de S’uthlam no pueden haber olvidado por completo mis previas visitas a su interesantisimo mundo. Soy Haviland.

—Sabemos quien es, Tuf —dijo Wald Ober—, Reconocimos el Arca apenas desconecto el hiperimpulso. La alianza no tiene acorazados que midan treinta kilometros de largo, alabada sea la vida. Tengo ordenes especificas del Consejo, el cual me indico que vigilara la zona esperandole.

—Ya veo —dijo Haviland Tuf.

—?Por que cree que nuestra ala le esta rodeando? —dijo Ober.

—Tenia la esperanza de que fuera un gesto afectuoso de bienvenida —dijo Tuf—. Pensaba que podia tratarse de una escolta amistosa que me trajera sus saludos y cestillas de regalo consistentes en hongos frescos y suculentos, abundantemente sazonados. Pero veo que mis suposiciones carecian de todo fundamento.

—Tuf, nuestra ultima advertencia. Dentro de unos cuatro minutos nos encontraremos a la distancia de tiro. Rindase ahora o sera destruido.

—Caballero —dijo Tuf—, le ruego consulte con sus jefes antes de que cometa un lamentable error. Estoy seguro de que se ha dado alguna confusion en las comunicaciones y…

—Ha sido juzgado en ausencia y se le ha considerado culpable de ser un criminal, un hereje y un enemigo del pueblo de S’uthlam.

—He sido espantosamente malinterpretado —protesto Tuf.

—Hace diez anos escapo a nuestra flota, Tuf No crea que podra hacerlo de nuevo. La tecnologia s’uthlamesa no se ha quedado quieta y nuestras nuevas armas pueden hacer trizas sus anticuados escudos defensivos, se lo prometo. Nuestros mejores historiadores estudiaron esa pesada reliquia del CIE que tiene usted Y Yo mismo supervise las simulaciones. Tenemos su bienvenida perfectamente preparada.

—No tengo el menor deseo de parecer poco agradecido, pero no era necesario tomarse tales molestias —

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