dijo Tuf Volvio la cabeza hacia las pantallas que habia a los dos lados de la angosta sala de comunicaciones y estudio la falange de naves s’uthlamesas que se iba cerrando rapidamente sobre el Arca—. Si esta hostilidad no provocada hunde sus raices en mi cuantiosa deuda para con el Puerto de S’uthlam, puedo tranquilizarle y asegurarle que estoy dispuesto a efectuar su pago de forma inmediata.

—Dos minutos —dijo Wald Ober.

—Lo que es mas, caso de que S’uthlam necesite mas servicios de ingenieria ecologica me siento repentinamente inclinado a ofrecerselo por un precio sumamente reducido.

—Ya hemos tenido bastante con sus soluciones. Un minuto.

—Al parecer solo se me permite una opcion viable —dijo Haviland Tuf.

—Entonces, ?se rinde? —le pregunto con suspicacia el comandante.

—Creo que no —dijo Haviland Tuf Extendio la mano y sus largos dedos bailaron sobre una serie de teclas holograficas, levantando las viejas pantallas defensivas del Arca.

El rostro de Wald Ober no resultaba visible, pero en su voz era facilmente perceptible un matiz sarcastico.

—Pantallas imperiales de la cuarta generacion, con triple redundancia y frecuencias superpuestas, con todas las fases de proteccion coordinadas por los ordenadores de su nave. Su casco esta hecho con placas de aleacion especial. Le dije que habiamos estado investigando.

—Su avidez de conocimientos me parece de lo mas encomiable —dijo Tuf.

—Puede que su siguiente sarcasmo sea el ultimo que profiera, mercader. Asi que mas le valdria intentar que, al menos, sea bueno. Lo que intento decirle es que conocemos a la perfeccion todos sus recursos y sabemos, hasta el decimocuarto decimal, la cantidad de castigo que pueden absorber las defensas de una sembradora del CIE y que estamos preparados para darle mas de lo que puede manejar —giro la cabeza a un lado—. Listos para empezar el fuego —le ordeno secamente a un subordinado invisible. Cuando el oscuro casco giro nuevamente hacia Tuf, Ober anadio. Queremos el Arca y no podra impedir que la consigamos. Treinta segundos.

—Me temo que no estoy de acuerdo con ello —dijo Tuf con voz tranquila.

—Haran fuego cuando yo de la orden —dijo Ober. Si insiste en ello, me encargare de ir contando los ultimos segundos de su vida. Veinte. Diecinueve. Dieciocho…

—Jamas habia oido contar con tal vigor —dijo Tuf—. Por favor, le ruego que no se deje distraer por mis malas noticias y no cometa ningun error.

—… Catorce. Trece. Doce.

Tuf cruzo las manos sobre el estomago.

—Once. Diez. Nueve —Ober miro con cierta inquietud a un lado y luego nuevamente hacia la pantalla.

—Nueve —anuncio Tuf—, un numero precioso. Normalmente le sigue el ocho y luego el siete.

—Seis —dijo Ober, con voz algo vacilante—. Cinco.

Tuf aguardo en silencio.

—Cuatro. Tres —dejo de contar— ?Que malas noticias? —rugio subitamente encarandose con la pantalla.

—Caballero —dijo Tuf—, si piensa usted gritar, tenga la bondad de ajustar el volumen de su comunicacion —alzo un dedo. Las malas noticias son que el mero acto de abrir un agujero en las pantallas defensivas del Arca, lo cual no tengo duda alguna de que le resultara facil conseguir, pondra en funcionamiento un pequeno dispositivo termonuclear que he situado con anterioridad en la biblioteca celular de la nave, destruyendo con ello todo el material de clonacion que hacen del Arca una nave sin parangon, de valor incalculable y ampliamente codiciada por todos.

Hubo un largo silencio. Los relucientes sensores escarlata que ardian bajo el oscuro visor de Wald Ober parecieron arder aun mas ferozmente al clavarse en la pantalla que mostraba los impasibles rasgos de Tuf.

—Esta mintiendo —dijo por ultimo el comandante.

—Ciertamente —dijo Tuf—, me ha descubierto. Que idiotez por mi parte el suponer que me resultaria facil enganar a un hombre de su perspicacia con un engano tan clara mente infantil. Y ahora me temo que abrira fuego contra mi, haciendo pedazos mis pobres y anticuadas defensas, con lo cual demostrara que he mentido. Permitame un instante para despedirme de mis gatos —cruzo las manos lentamente sobre su gran estomago y espero a que el comandante le contestara. La flota de S’uthlam, segun indicaban sus instrumentos, se encontraba ahora a distancia de tiro.

—?Eso es justamente lo que hare, condenado aborto! —grito Wald Ober.

—Aguardare con abatida resignacion —dijo Tuf sin moverse.

—Tiene veinte segundos —dijo Ober.

—Me temo que mis noticias le han confundido, ya que la cuenta anterior se habia detenido en el numero tres. Sin embargo, aprovechare sin verguenza alguna su error para saborear todos los instantes de vida que aun me quedan.

Durante un tiempo que parecio interminable se contemplaron en silencio. Comodamente instalado en el regazo de Tuf, Dax empezo a ronronear. Haviland Tuf movio la mano y empezo a pasarla suavemente sobre su largo pelaje negro. Dax aumento el volumen de su ronroneo y empezo a clavar sus garras en las rodillas de Tuf.

—?Oh! ?Vayase al infierno, condenado aborto! —dijo Wald Ober senalando con un dedo la pantalla. Puede que haya logrado detenernos por el momento, Tuf, pero le advierto que ni suene con la posibilidad de irse. Su biblioteca celular se perderia igualmente para nosotros si escapara y caso de tener que elegir entre su huida y su muerte, me quedo con su muerte.

—Comprendo su posicion —dijo Haviland Tuf—, aunque yo, por supuesto, optaria por la huida. Sin embargo, tengo una deuda que saldar con el Puerto de S’uthlam y no puedo huir tal y como usted teme sin perder mi honor, con lo cual le ruego acepte mis garantias de que tendra todas las oportunidades del mundo para contemplar mi rostro, y yo su temible mascara, mientras permanecemos atrapados en esta incomoda situacion.

Wald Ober nunca tuvo la ocasion de replicar. Su mascara de combate se esfumo de la pantalla y fue reemplazada por un rostro femenino, no demasiado agraciado. Tenia labios anchos; una nariz que habia sido rota en mas de una ocasion; una piel aparentemente dura como el cuero y con el tono entre azul y negro que es resultado de una prolongada exposicion a las radiaciones duras y de muchas decadas consumiendo pildoras anticarcinoma, y unos ojos claros que brillaban entre una red de pequenas arrugas. Todo ello iba rodeado por una asombrosa aureola de cabellos grises.

—Eso es lo que pasa por hacernos los duros —dijo ella. Ha ganado, Tuf Ober, a partir de ahora es usted una escolta honorifica. Cambie la formacion y acompanele a la telarana, ?maldicion!

—Que amabilidad y consideracion —dijo Haviland Tuf—. Me complace informarle de que estoy en condiciones de efectuar el ultimo pago que se le debe al Puerto de S’uthlam por las reparaciones del Arca.

—Espero que haya traido tambien un poco de comida para gatos —dijo secamente Tolly Mune. Ese teorico suministro «para cinco anos» que me dejo, se agoto hace ya dos —suspiro. Supongo que no sentira deseos de retirarse y vendernos el Arca.

—No, ciertamente —replico Tuf.

—Ya me lo pensaba. De acuerdo, Tufi vaya abriendo la cerveza. Hablare con usted tan pronto llegue a la telarana.

—Sin la menor intencion de ser irrespetuoso, debo confesar que en este momento no me encuentro en el estado animico mas propicio para atender a una huesped tan distinguida. El comandante Ober me ha informado, hace muy poco, que fui juzgado y declarado criminal y hereje, concepto que me resultaba de lo mas curioso dado que, ni soy ciudadano de S’uthlam, ni profeso su religion dominante, pero no por ello ha dejado de inquietarme. En estos momentos me encuentro dominado por el miedo y la preocupacion.

—Oh, eso —dijo ella—. Era solo una formalidad carente de todo significado practico.

—Ya veo —dijo Tuf.

—?Infiernos y maldicion! Tuf, si vamos a robar su nave necesitamos una buena excusa legal, ?no? Somos un condenado gobierno. Se nos permite robar todo lo que nos venga en gana, siempre que podamos adornarlo con una reluciente cobertura legal.

—Rara vez durante mis viajes me he encontrado con un funcionario politico dotado de una franqueza como la suya, debo admitirlo. La experiencia me resulta mas bien refrescante. Con todo, y pese a encontrarme ahora

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