algo mas tranquilo, ?que garantias tengo de que no continuara en sus esfuerzos por apoderarse del Arca una vez este a bordo?

—?Quien, yo? —dijo Tolly Mune. Vamos, ?como podria hacer algo semejante? No se preocupe, vendre sola —sonrio—. Bueno, casi sola. Espero que no tendra objecion a que me acompane un gato, ?verdad?

—Ciertamente que no —dijo Tuf—, y me complace saber que los felinos entregados a su custodia han prosperado durante mi ausencia. Estare esperando ansiosamente su llegada, Maestre de Puerto Mune.

—Tuf, para usted ahora soy la Primera Consejera Mune —dijo ella con cierta irritacion antes de apagar la pantalla.

Nadie habia acusado en toda su vida a Haviland Tuf de ser un temerario. Escogio una posicion, doce kilometros mas alla del final de uno de los grandes muelles radiales que emanaban de la comunidad orbital conocida como el Puerto de S’uthlam, y mantuvo sus pantallas conectadas mientras aguardaba. Tolly Mune acudio a la cita, en la pequena nave espacial que Tuf le habia entregado cinco anos antes con ocasion de su visita anterior a S’uthlam.

Tuf desconecto las pantallas para dejarla pasar y luego abrio la gran cupula de la cubierta de aterrizaje para que pudiera posarse en ella. Los instrumentos del Arca indicaban que su nave estaba llena de formas vitales, solo una de las cuales era humana en tanto que el resto mostraban los parametros correspondientes a la especie felina. Tuf fue a recibirla con uno de sus vehiculos de tres ruedas. Vestia un traje de terciopelo verde oscuro que sujetaba con un cinturon alrededor de su amplio estomago. Sobre la cabeza llevaba una algo maltrecha gorra decorada con la insignia dorada del Cuerpo de Ingenieria Ecologica. Dax le acompanaba, tendido sobre las grandes rodillas de Tuf, como una enorme piel negra que alguien hubiera dejado olvidada.

Cuando la escotilla se abrio por fin, Tuf acelero decididamente por entre el confuso monton de maltrechas naves espaciales que se habian ido acumulando durante los anos en la cubierta y fue en linea recta la rampa de la nave recien llegada, por la cual ya estaba bajando Tolly Mune, la antigua Maestre del Puerto de S’uthlam.

Junto a ella venia un gato.

Dax se incorporo al instante con su negro pelo erizado y su gorda cola tan hinchada como si acabara de introducirla en un enchufe. Su habitual aletargamiento se habia esfumado y de un salto abandono el regazo de Tuf para subirse a la capota del vehiculo, con las orejas pegadas al craneo y bufando enfurecido.

—Vaya, Dax —dijo Tolly Mune—, ?ese es modo de recibir a un condenado pariente? —sonrio y se agacho para acariciar al enorme animal que estaba a su lado.

—Habia esperado ver a Ingratitud o a Duda —dijo Haviland Tuf.

—Oh, se encuentran muy bien —dijo ella—, al igual que toda su maldita descendencia que ya se cuenta por varias generaciones. Tendria que haberlo supuesto cuando me entrego una pareja. Un macho fertil y una hembra. Ahora tengo… —fruncio el ceno, hizo unos rapidos calculos con los dedos y anadio… veamos, creo que tengo dieciseis. Si. Y dos embarazadas —senalo con el pulgar la nave espacial que tenia a la espalda—. Mi nave se ha convertido en un inmenso asilo de gatos. A la mayoria la gravedad les preocupa tan poco como a mi. Han nacido y se han criado sin ella. Pero nunca entendere como pueden estar llenos de gracia, en un momento dado, y al siguiente cometer las mas hilarantes torpezas.

—La herencia felina abunda en contradicciones —dijo Tuf.

—Este es Blackjack —le cogio en brazos y luego se incorporo con el—. Maldicion, pesa. Eso es algo que nunca se nota en gravedad cero.

Dax miro fijamente al otro felino y le echo un bufido.

Blackjack, pegado al viejo y algo maltrecho dermotraje de Tolly Mune, bajo la vista hacia el gran gato negro, con desinteresada altivez.

Haviland Tuf tenia dos metros y medio de alto y su corpulencia corria pareja a su talla, en tanto que, comparado cor los demas gatos, Dax era tan grande como Tuf lo era, en relacion a los demas hombres.

Blackjack lo era mas aun.

Tenia el pelo largo y sedoso, gris en la parte superior y de un leve tono plateado en los flancos. Sus ojos eran tambien de un gris plateado y al mirarlos daba la impresion de que se contemplaban dos inmensos lagos sin fondo, llenos de serenidad, pero algo inquietantes al mismo tiempo. Era el animal mas increiblemente hermoso que existiria jamas en el Universo, por mucho que este se expandiera, y lo sabia. Tenia los modales de un principe de la realeza.

Tolly Mune se instalo con cierta torpeza en el asiento contiguo al de Tuf.

—Tambien es telepatico —le dijo con voz alegre—, igual que el suyo.

—Ya veo —dijo Haviland Tuf Dax habia vuelto a su regazo, pero seguia tenso e irritado y no paraba de bufar.

—Jack me dio el modo de salvar a los demas gatos —dijo Tolly Mune y en su rostro aparecio una expresion de reproches—. Dijo que me dejaba comida para cinco anos.

—Para dos gatos, senora —dijo Tuf—. Es obvio que dieciseis felinos consumen bastante mas que Duda e Ingratitud por si solos —Dax se acerco un poco mas al recien llegado, le enseno los dientes y volvio a bufar.

—Tuve bastantes problemas cuando se termino la comida. Dada nuestra eterna falta de provisiones, me resultaba bastante dificil justificar que estuviera malgastando calorias en unas alimanas.

—Quiza pudiera haber considerado la posibilidad de poner ciertos frenos a la reproduccion de sus felinos —dijo Tuf—. Opino que dicha estrategia habria dado indudablemente sus resultados y de ese modo su hogar podria haberse convertido en un microcosmos educativo de los problemas s’uthlameses y de sus posibles soluciones.

—?Esterilizacion? —dijo Tolly Mune—. Tuf, eso va contra la vida. Descartado. Tuve una idea mejor. Les describi como era Dax a ciertos amigos, tecnicos en biologia y cibertecs, ya sabe y me fabricaron mi propio ejemplar, a partir de celulas de Ingratitud.

—Cuan adecuado —replico Tuf.

Tolly Mune sonrio.

—Blackjack ya casi tiene dos anos. Me ha sido tan util que me ha permitido conseguir un permiso alimenticio para los otros. Ademas, ha sido una preciosa ayuda en mi carrera politica.

—No lo pongo en duda —dijo Tuf—. Me doy cuenta de que no parece incomodado por la gravedad.

—A Blackjack no le molesta. En los ultimos tiempos me necesitan abajo con mucha mas frecuencia que antes y Jack siempre me acompana. A todas partes.

Dax bufo nuevamente y emitio un sordo y amenazador grunido. Hizo un amago de lanzarse sobre Blackjack y luego retrocedio bruscamente, bufando despectivo.

—Sera mejor que le controle, Tuf —dijo Tolly Mune.

—Los felinos a veces demuestran una compulsion biologica hacia el combate para establecer de tal modo sus ordenes de importancia —dijo Tuf—, y ello es particularmente acentuado en los machos. Dax, indudablemente ayudado por sus grandes capacidades psionicas, dejo establecida hace tiempo su indiscutible supremacia sobre Caos y los demas gatos. No me cabe duda de que ahora siente su posicion amenazada, pero no creo que debamos preocuparnos seriamente por ello, Primera Consejera Mune.

—Dax si deberia preocuparse —dijo ella al acercarse un poco mas el gato negro a Blackjack que, instalado en su regazo, contemplaba a su rival con un aburrimiento infinito.

—No acabo de entenderla —dijo Tuf.

—Blackjack tambien posee esas capacidades psionicas —replico Tolly Mune—. Y unas cuantas… bueno, unas cuantas ventajas mas. Por ejemplo, unas garras de aleacion especial tan afiladas como unas malditas navajas y ocultas en fundas especiales situadas en sus garras. Tambien posee una red de plastiacero antialergico, implantada bajo la piel, que le hace terriblemente resistente a las heridas, y sus reflejos han sido geneticamente acelerados para hacerle dos veces mas rapido y diestro que un gato normal. Su umbral de resistencia al dolor es muy elevado. No me gustaria ser descortes, pero si se enfada Blackjack, convertira a Dax en pequenas bolas de pelo y sangre.

Haviland Tuf pestaneo y empujo la palanca de direccion hacia Tolly Mune.

Quiza sera mejor que conduzca usted —extendio la mano, cogio a su irritado gato por la piel de?cuello y lo deposito, bufando y grunendo, sobre su regazo, encargandose a partir de entonces de que no hiciera el menor movimiento—. Vaya en esa direccion —dijo extendiendo un largo y palido dedo.

—Al parecer —dijo Haviland Tuf, formando un puente con los dedos y medio hundido en un gigantesco

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