—Dos —dijo Haviland Tuf—. ?Dudas acaso de las otras ocho? —Sus grandes manos se movieron sobre los instrumentos que tenia delante y la estancia se oscurecio en tanto que la cupula se encendia, dando la impresion de estar en pleno espacio, con el planeta Caridad bajo ellos. Luego Haviland Tuf hizo algo mas en sus instrumentos y los hologramas cambiaron. Ahora estaban entre las nubes, bajando con un rugido ensordecedor, hasta que las imagenes se aclararon de nuevo. Se encontraban flotando sobre las cabanas de los Sacros Altruistas, en las Colinas del Honesto Trabajo. Observe —le ordeno Haviland Tuf—. Esto es una simulacion efectuada por el ordenador. Estas cosas no han ocurrido, pero habrian podido hacerse verdad. Tengo la confianza de que todo esto le resultara altamente educativo.

En la cupula y en las paredes de la estancia, rodeandoles, vieron las aldeas y a gentes de rostro sombrio que iban por ellas. Echaban los cuerpos de las ranas muertas en las trincheras para incinerarlos. Vieron tambien el interior de las cabanas, donde los enfermos ardian en las garras de la fiebre.

—Despues de la segunda plaga —anuncio Haviland Tuf—, la situacion actual. Las ranas sangrientas han desaparecido consumidas por su propia voracidad —sus manos bailaron sobre el panel. Los piojos —dijo.

Y entonces llegaron los piojos. El polvo parecio hervir a causa de ellos y en unos segundos estuvieron por todas partes. En las imagenes, los Altruistas empezaron a rascarse freneticamente y Jaime Kreen (que se habia estado rascando durante cierto tiempo antes de partir para K’theddion) se rio en voz baja. Unos instantes despues dejo de reirse. Los piojos no tenian el aspecto de los piojos corrientes. Los cuerpos de los Altruistas se cubrieron de heridas ensangrentadas y muchos tuvieron que guardar cama, aullando a causa de?horrible escozor que sentian. Algunos llegaron a abrirse hondas heridas en la piel y se arrancaron las unas en su furioso delirio.

—Las moscas —dijo Haviland Tuf Y vieron enjambres de moscas de todos los tamanos, desde las moscas de la Vieja Tierra con sus casi olvidadas enfermedades, hasta las hinchadas moscas con aguijon de Dam Tullian, pasando por los moscardones grises de Gulliver y las lentas moscas de Pesadilla que depositan sus huevos en el tejido viviente. Las moscas cayeron como inmensos nubarrones sobre las aldeas y las Colinas del Honesto Trabajo y las cubrieron como si no fueran mas que un estercolero algo mas grande de lo normal, depositando sobre ellas una pestilente capa negra de cuerpos que se retorcian zumbando.

—La peste —dijo Haviland Tuf Y vieron como los rebanos morian a millares. Las gigantescas bestias de carne, que yacian inmoviles bajo la Ciudad de Esperanza, se convirtieron en montanas nauseabundas. Ni tan siquiera quemarlas sirvio de nada. Muy pronto no hubo carne y los escasos sobrevivientes vagaron de un lado para otro como flacos espectros de mirada enloquecida. Haviland Tuf pronuncio algunos nombres: antrax, la enfermedad de Ryerson, la peste rosada, la calierosia.

—Las llagas —dijo Haviland Tuf Y de nuevo la enfermedad se hizo incontenible, pero esta vez sus victimas eran los seres humanos y no los animales. Las victimas sudaban y gemian a medida que las llagas cubrian sus rostros, sus manos y su pecho, hinchandose hasta reventar entre borbotones de sangre y pus. Las nuevas llagas crecian apenas las viejas se habian esfumado. Los hombres y las mujeres andaban a tientas por las calles de las aldeas, ciegos y cubiertos de cicatrices, con los cuerpos repletos de llagas y costras, con el sudor corriendo sobre su piel como si fuera aceite. Cuando caian en el polvo, entre los piojos muertos y los restos del ganado cubierto de moscas, se pudrian alli sin que hubiera nadie para darles sepultura.

—El granizo —dijo Haviland Tuf Y el granizo llego entre truenos y relampagos, con gotas de hielo grandes como guijarros, lloviendo del cielo durante un dia y una noche, a los que siguieron otro dia y otra noche y luego otro y otro mas, sin parar nunca. Y entre el granizo vino tambien el fuego. Los que salieron de sus cabanas murieron aplastados por el granizo y muchos de los que permanecieron dentro de ellas murieron, Cuando el granizo se detuvo por fin, apenas si quedaba una cabana en pie.

—Las langostas —dijo Haviland Tuf. Cubrieron la tierra y el cielo, en nubes aun mas inmensas que las formadas por las moscas. Aterrizaron por todas partes, arrastrandose, tanto sobre los vivos como sobre los muertos, devorando los escasos alimentos que aun quedaban, hasta que no hubo nada que comer.

—La oscuridad —dijo Haviland Tuf Y la oscuridad avanzo, parecida a una espesa nube de gas negro que vagaba empujada por el viento. Era un liquido que fluia como un rio de azabache reluciente. Era el silencio y era la noche y estaba vivo. Por donde iba no quedaba nada que alentara a su paso. Las malezas y la hierba se volvian amarillentas y morian. El suelo se cubria de grietas negruzcas. La nube era mas grande que las aldeas, mas inmensa que las Colinas del Trabajo Honesto y aun mayor que las anteriores nubes de langosta. Lo cubrio todo, y durante un dia y una noche, nada se movio bajo su manto. Despues, la oscuridad viviente se marcho y tras ella solo quedaron el polvo y la tierra reseca.

Haviland Tuf toco nuevamente sus instrumentos y las visiones se esfumaron. Las luces volvieron a encenderse iluminando la blancura de los muros.

—La decima plaga —dijo entonces Moises lentamente, con una voz que ya no parecia tan dulce, ni tan segura como antes.— La muerte de los primogenitos.

—Se admitir mis fracasos —dijo Haviland Tuf—, y soy incapaz de hacer tal tipo de distinciones. Sin embargo, me gustaria indicar que en esas escenas, que nunca llegaron a ser realidad, todos los primogenitos murieron, al igual que los nacidos en ultimo lugar dentro de cada familia. Debo confesar que en cuanto a materias tan delicadas, soy un dios mas bien torpe. Tengo que matarles a todos.

Moises tenia el rostro livido, pero en su interior ardia aun una chispa de su indomable tozudez.

—No eres mas que un hombre —susurro.

—Un hombre —dijo Haviland Tuf con voz impasible. Su palida manaza seguia acariciando a Dax. Naci hombre y vivi durante largos anos como tal, Moises. Pero luego encontre el Arca y he dejado de ser hombre. Los poderes que tengo en mi mano superan a los de casi todos los dioses adorados por la humanidad. No hay hombre alguno a quien no pueda quitarle la vida. No hay mundo en el que me detenga, al cual no pueda destruir por completo o remodelar segun mi voluntad. Soy el Senor, tu Dios, o al menos soy lo mas parecido a El que vas a encontrar en tu vida. Tienes mucha suerte de que sea por naturaleza bondadoso, benevolo e inclinado a la piedad y de que me aburra con demasiada frecuencia. Para mi no sois mas que fichas, peones y piezas de juego que habria dejado de jugar hace unas cuantas semanas si de mi hubiera dependido. Las plagas me parecieron un juego interesante y lo fueron durante un tiempo, pero no tardaron en hacerse aburridas. Bastaron dos plagas para dejar muy claro que no tenia delante enemigo alguno y que Moises era incapaz de hacer nada que me sorprendiera. Mis objetivos se habian cumplido. Habia rescatado al pueblo de Ciudad de Esperanza y lo demas seria meramente un ritual carente de significado. Por ello, he preferido ponerle fin.

»Marchate, Moises, deja de molestarme y de jugar con tu plagas. He terminado contigo.

»Y tu, Jaime Kreen, cuida de que tus caritanos no tomen venganza sobre el. Ya habeis tenido victorias suficientes. Dentro de una generacion, su cultura, su religion y su modo de vida habran muerto.

»Recordad quien soy y recordad que Dax es capaz de ver en vuestros pensamientos. Si el Arca volviera a estos lugares y me encontrara con que mis ordenes no han sido cumplidas, todo ocurrira tal y como os he mostrado. Las plagas barreran vuestro pequeno planeta hasta que nada aliente sobre el.

Jaime Kreen utilizo el Grifo para devolver a Moises al planeta y luego, siguiendo las instrucciones de Tuf, recogio cuarenta mil unidades de Rej Laithor y se las llevo al Arca. Haviland Tuf le recibio en la cubierta de aterrizaje, con Dax en brazos.

Acepto su paga con un leve pestaneo que no habria desentonado en el rostro de un rey.

Jaime Kreen parecia algo pensativo.

—Esta fanfarroneando, Tuf —le dijo—. No es ningun dios. Lo que nos enseno eran meramente simulaciones. jamas podria haber logrado todo eso, pero a un ordenador se le puede programar para que muestre cualquier cosa.

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf.

—Ciertamente —dijo Jaime Kreen, cada vez mas irritado—. Consiguio darle un susto de muerte a Moises, pero a mi no me engano ni por un instante, a pesar de todas sus imagenes. El granizo fue la clave. Bacterias, enfermedades, pestilencia. Todo eso queda dentro de los confines de la guerra ecologica. Puede que incluso esa cosa oscura entre en ella, aunque creo que no era sino un invento. Pero el granizo es un fenomeno meteorologico y no tiene nada que ver con la biologia o la ecologia. Ahi dio un patinazo, Tuf. Pero el resultado final fue muy encomiable y espero que ayude a mantener la humildad de Moises en el futuro.

—Humildad, cierto —replico Haviland Tuf. Tendria que haberme tomado un tiempo y trazar mis planes, con mas cuidado, para enganar a un hombre dotado de su clarividente percepcion, no me cabe duda de ello. Siempre consigue derrotar mis pequenos planes.

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