Fue horrible. ?Como se puede luchar con una rana? ?La apunalas, le pegas un tiro? ?Que haces? —estaba temblando.

Moises envio otro grupo al rio, provisto con sacos, veneno y antorchas. Volvieron en total confusion, llevando a dos de los hombres heridos, incapaces de caminar. Uno de ellos murio esa misma manana, con el cuello desgarrado por una rana. Otro sucumbio unas cuantas horas despues, a causa de la fiebre que habia atacado a casi todos los que habian sido mordidos.

Al llegar la noche los peces habian desaparecido y las ranas empezaron a salir del rio y se dirigieron hacia las aldeas. Los Altruistas cavaron trincheras y las llenaron de agua, prendiendo fuego a la maleza. Las ranas saltaron sobre el agua y las llamas. Los Altruistas lucharon con porras y cuchillos, y llegaron a utilizar las armas modernas que les habian arrebatado a la gente de la ciudad. Al amanecer habia seis muertos mas. Moises y sus seguidores se encerraron en sus cabanas.

—Nuestra gente no tiene refugio alguno —le dijo Jaime Kreen con cierto temor—. Las ranas entraran en los campos de trabajo y les mataran.

—No —replico Haviland Tuf—. Si Rej Laithor consigue mantenerles tranquilos e impide que se muevan no tienen nada que temer. Las ranas sangrientas de Scarnish comen basicamente carrona, y solo atacan a criaturas de tamano superior al suyo cuando se las ataca o cuando estan asustadas.

Kreen parecio algo incredulo y luego una lenta sonrisa fue abriendose paso por su rostro.

—?Y Moises se oculta lleno de miedo! Estupendo, Tuf.

—Estupendo —dijo Haviland Tuf, pero, en su voz impasible, no habia nada que permitiera saber si se burlaba o si estaba de acuerdo con Kreen, aunque tenia a Dax en el regazo y de pronto Kreen se dio cuenta de que el gato permanecia muy tieso y que su pelaje se iba encrespando lentamente.

Esa noche, la columna de fuego no acudio al hombre llamado Moises sino a los refugiados de la Ciudad de Esperanza, que permanecian acurrucados en su miserable campamento llenos de miedo, viendo como las ranas iban y venian mas alla de las trincheras que les separaban de los Altruistas.

—Rej Laithor —dijo la columna llameante—, vuestros enemigos estan ahora aprisionados, por su propia voluntad, tras las puertas de sus cabanas. Sois libres. Marchaos, volved a la arcologia. Caminad lentamente, tened mucho cuidado de mirar por donde pisais y no hagais movimientos bruscos. Haced todo esto sin ningun temor y las ranas no os haran dano. Limpiad y arreglad vuestra Ciudad de Esperanza e id preparando mis cuarenta mil unidades.

Rej Laithor, rodeada por sus administradores, alzo la mirada hacia las llamas que se retorcian.

—Moises nos atacara de nuevo apenas se haya ido, Tuf —grito—. Acabe con el, suelte sus otras plagas.

La columna de fuego no respondio. Durante interminables minutos permanecio en silencio, dando vueltas sobre si misma y emitiendo chispazos, y luego se esfumo por completo.

Con paso lento y cansino la gente de la Ciudad de Esperanza empezo a salir en fila india del campamento, teniendo gran cuidado de fijarse por donde pisaban.

—Los generadores funcionan de nuevo —le informo Jaime Kreen dos semanas despues—, y la Ciudad no tardara en estar como antes. Pero eso es solo la mitad de nuestro trato, Tuf. Moises y sus seguidores permanecen en sus aldeas. Las ranas sangrientas han muerto casi todas al haberse quedado sin otra carrona que devorar que no fuera ellas mismas. Y el rio da senales de que pronto se limpiara. ?Cuando les va a soltar encima los piojos? ?Y las moscas? Se merecen todos esos picores, Tuf.

—Coja el Grifo —le ordeno Haviland Tuf—. Traigame a Moises, lo quiera el o no. Haga lo que le digo y cien unidades procedentes de los fondos de su Ciudad le perteneceran.

Jaime Kreen parecio asombrado.

—?Moises? ?Por que? Moises es nuestro enemigo. Si piensa que puede cambiar de chaqueta y hacer ahora un trato con el, vendiendonos como esclavos por un precio mejor…

—Ponga freno a sus sospechas —replico Tuf acariciando a Dax. La gente siempre piensa mal de nosotros, Dax, y quiza nuestro triste destino consista en ser eternos sospechosos. —Se volvio nuevamente hacia Kreen y le dijo—. Solo deseo hablar con Moises. Haga lo que le he dicho.

—Ya no estoy en deuda con usted, Tuf —le contesto secamente Kreen—. Le sigo prestando ayuda solo en tanto que patriota caritano. Expliqueme cuales son sus motivos y puede que haga lo que me pide. De lo contrario, tendra que hacerlo usted mismo. Me niego —y se cruzo de brazos.

—Caballero —dijo Haviland Tuf—, ?es usted consciente de cuantas veces ha comido y bebido cerveza en el Arca desde que nuestra deuda fue liquidada? ?Se da cuenta de la cantidad de aire, propiedad mia, que ha respirado y de cuantas veces ha usado mis instalaciones sanitarias? Yo si me doy cuenta de ello, creame. ?Se da cuenta, ademas, de que el pasaje mas barato de K’theddion a Caridad suele ascender a unas trescientas setenta y nueve unidades? Me resultaria muy sencillo anadir tal cifra a su factura. Lo he pasado por alto, para mi gran desgracia financiera, solamente porque me ha prestado ciertos servicios de escasa cuantia, pero ahora me doy cuenta de que he cometido un grave error siento tan tolerante. Creo que voy a rectificar todos los errores cometidos en mi contabilidad.

—No juegue conmigo, Tuf —le dijo Kreen con voz decidida. Estamos en paz y nos encontramos muy lejos de la Prision de K’theddion. Cualquier tipo de pretensiones que pueda tener sobre mi persona, teniendo en cuenta sus absurdas leyes, carecen de valor en Caridad.

—Las leyes de K’theddion y las de Caridad tienen para mi identica importancia, excepto cuando sirven a mis propositos —le replico Haviland Tuf sin alzar la voz y con el rostro inmutable—. Yo soy mi propia ley, Jaime Kreen. Y si decido convertirle en mi esclavo hasta que muera, ni Rej Laithor, ni Moises, ni sus fanfarronadas podran ayudarle en lo mas minimo —Tuf hablo como siempre y en su lenta voz de bajo resultaba imposible detectar la menor inflexion emocional.

Pero de pronto Jaime Kreen tuvo la sensacion de que la temperatura ambiental habia bajado muchos grados. Y se apresuro a obrar tal y como le habian dicho.

Moises era alto y fuerte, pero Tuf le habia hablado a Jaime Kreen de sus meditaciones nocturnas y fue bastante facil esperarle una noche en las colinas que habia detras de la aldea, escondido en la espesura con tres hombres mas, y apoderarse de el cuando pasaba. Uno de los ayudantes de Kreen sugirio que mataran alli mismo al lider de los Altruistas, pero Kreen lo prohibio. Transportaron a un inconsciente Moises hasta el Grifo, que les estaba esperando, y una vez alli Kreen despidio a los demas.

Un tiempo despues, Kreen se lo entrego a Haviland Tuf y se dio la vuelta dispuesto a marcharse.

—Quedese —dijo Tuf. Se encontraban en una habitacion que Kreen no habia visto nunca, una gran estancia llena de ecos, cuyas paredes y techo eran de un blanco impoluto. Tuf estaba sentado en el centro de la estancia, ante un panel de instrumentos en forma de herradura. Dax reposaba sobre la consola, con el aire de quien espera algo.

Moises aun estaba algo aturdido.

—?Donde estoy? —pregunto.

—Se encuentra a bordo de la sembradora llamada Arca, la ultima nave destinada a la guerra biologica que todavia funciona, creada por el Cuerpo de Ingenieria Ecologica. Soy Haviland Tuf.

—Su voz… —dijo Moises.

—Soy el Senor, tu Dios —dijo Haviland Tuf.

—Si —dijo Moises, incorporandose de repente. Jaime Kreen, que estaba detras suyo, le cogio por los hombros y le empujo con bastante rudeza hacia el respaldo de su asiento. Moises protesto debilmente, pero no intento incorporarse de nuevo—. ?Tu trajiste las plagas!, tu eras la voz de la columna de fuego, el diablo que fingia ser Dios.

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf—. Sin embargo, he sido malinterpretado. Moises, de todos los presentes el unico que ha fingido algo es usted. Intento presentarse como un profeta y pretendio poseer vastos poderes sobrenaturales de los que carecia. Uso muchos trucos y desencadeno una forma mas bien primitiva de guerra ecologica. Yo, por contraste, no finjo. Soy Dios, tu Senor.

Moises escupio.

—Eres un hombre con una nave espacial y un ejercito de maquinas. Has sabido jugar muy bien con las plagas, pero dos plagas no convierten a un hombre en Dios.

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