llena de dulzura. Blackjack se froto en su rodilla y luego alzo sus enigmaticos ojos hacia Tuf, con su inmenso cuerpo estremecido por un sordo ronroneo.

Hicieron falta casi diez dias para lograr el armisticio y otros tres para que los embajadores de los aliados llegaran a S’uthlam. Tolly Mune paso ese tiempo recorriendo el Arca, dos pasos recelosamente detras de Tuf, preguntandole por las razones de todos sus actos, mirando por encima de su hombro cuando trabajaba en su consola, acompanandole durante las rondas a sus tanques de clonacion y ayudandole a dar de comer a sus gatos (asi como a mantener apartado de Blackjack a un Dax cada vez mas hostil). Tuf no intento nada que le pareciera abiertamente sospechoso.

Cada dia tenia docenas de llamadas. Instalo una oficina en la sala de comunicaciones, para no estar nunca muy lejos de Tuf, y se encargo de resolver los problemas que no podian esperar a su vuelta.

Cada dia llegaban cientos de llamadas para Haviland Tuf y este le dio instrucciones a su ordenador para que las rechazara todas.

Cuando, por fin, llego el dia, los enviados emergieron de sus amplias y lujosas lanzaderas diplomaticas para contemplar la inmensa y cavernosa cubierta de aterrizaje del Arca y su flota de espacionaves en ruinas. Componian un grupo tan diverso como abigarrado. La mujer de Jazbo tenia una cabellera. negro azulada que le llegaba hasta la cintura y que relucia por haber sido untada con aceites aromaticos, sus mejillas estaban cubiertas por una intrincada serie de cicatrices indicativas de su rango. Skrymir habia enviado un hombre corpulento, con el rostro mas bien cuadrado y rojizo, cuyo cabello tenia el color del hielo. Sus ojos eran de un azul cristalino que armonizaba con el de su traje de placas metalicas. El enviado del Triuno Azur avanzaba por entre un borroso torbellino de proyecciones holograficas y su casi indistinguible silueta no dejaba de cambiar mientras hablaba en un murmullo casi inaudible. El embajador ciborg de Roggandor era tan ancho como alto y estaba hecho con partes iguales de plastiacero, aleaciones inoxidables y carne de un rojo oscuro cubierta de pecas. Una mujer delgada y de aire delicado, ataviada con sedas transparentes de color pastel, representaba al Mundo de Henry. Tenia el cuerpo asexuado de una adolescente y ojos escarlata que no parecian tener edad. El grupo era dirigido por un hombreton opulentamente vestido que procedia de Vandeen. Su piel, arrugada por la edad, tenia el color del cobre y su larga cabellera, anudada en multitud de trencillas, le cubria los hombros y parte de la espalda.

Haviland Tuf conduciendo un vehiculo articulado que cruzo la cubierta como una serpiente sobre ruedas, se detuvo justo ante los embajadores. El hombre de Vandeen dio un paso hacia adelante, sonrio ampliamente, alzo la mano y se pellizco con entusiasta vigor la mejilla en tanto hacia una reverencia.

—Le ofreceria mi mano, pero recuerdo su opinion acerca de tal costumbre —dijo—. ?Se acuerda de mi, mosca?

Haviland Tuf pestaneo.

—Tengo el vago recuerdo de haberle encontrado en el tren que lleva a la superficie de S’uthlam, hace unos diez anos —dijo.

—Ratch Norren —dijo el hombre. No soy lo que podria llamarse un diplomatico de carrera, pero los Coordinadores creyeron mejor enviar alguien ya conocido por usted y que conociera tambien a los sutis.

—Norren, ese termino es ofensivo —dijo Tolly Mune secamente.

—Igual que ustedes —replico Ratch Norren.

—Y peligrosos —murmuro el enviado del Triuno Azur, desde el centro de su neblina holografica.

—Aqui los unicos malditos agresores son ustedes… —empezo a decir Tolly Mune.

—Agresion defensiva —retumbo el ciborg de Roggandor.

—Recordamos la ultima guerra —dijo el jazboita—, y esta vez nos negamos a esperar hasta que sus malditos expansionistas estallen de nuevo, para intentar colonizar nuestros mundos.

—No tenemos ese tipo de planes —dijo Tolly Mune.

—Usted no los tiene, hilandera —dijo Ratch Norren—, pero mireme con fijeza a los opticos y digame que sus expansionistas no mojan la cama, cada noche, sonando con reproducirse por todo Vandeen.

—Y Skrymir.

—Roggandor no quiere que le toque parte alguna de sus basuras humanas.

—Nunca conseguiran apoderarse del Triuno Azur.

—?Quien infiernos querria el Triuno Azur para nada? —replico secamente Tolly Mune. Blackjack ronroneo aprobatoriamente.

—Este primer vistazo a los mecanismos internos de la alta diplomacia interestelar ha sido muy ilustrativo —anuncio Haviland Tuf—. Sin embargo, tengo la impresion de que nos aguardan asuntos mas apremiantes. Si los enviados tuvieran la bondad de subir a mi vehiculo, podriamos dirigirnos sin mas dilacion al lugar donde conferenciaremos.

Todavia murmurando entre dientes, los embajadores aliados hicieron tal y como les habia pedido Tuf Una vez lleno el vehiculo, cruzo nuevamente la cubierta de aterrizaje serpenteando por entre la miriada de naves abandonadas. Una escotilla redonda, y tan oscura como la boca de un tunel o como las fauces de una bestia insaciable, se abrio ante ellos para engullirles. Una vez la hubieron cruzado, el vehiculo se detuvo y la escotilla se cerro detras de ellos, sumergiendo al grupo en la mas absoluta oscuridad. Tuf no hizo caso alguno de los susurros de queja. A su alrededor se oyo un chirrido metalico y el suelo empezo a bajar, Cuando hubieron bajado dos niveles se abrio otra puerta. Tuf conecto los faros del vehiculo y dirigio este hacia un pasillo negro como la pez.

Atravesaron un laberinto de corredores sumidos en una gelida penumbra, pasaron ante una incontable sucesion de puertas cerradas y Finalmente acabaron siguiendo una tenue cinta de color indigo que parpadeaba ante ellos, como un fantasma empotrado en el suelo cubierto de polvo. La unica iluminacion era la que daban los faros del vehiculo y el debil brillo del panel de instrumentos que Tuf tenia delante. Al principio los enviados hablaron entre ellos, pero las negras profundidades del Arca eran tan opresivas como claustrofobicas y, uno a uno, los miembros de la delegacion fueron quedandose callados. Blackjack empezo a clavar ritmicamente las garras en los pantalones de Tolly Mune.

Tras haber rodado un largo rato a traves del polvo, la oscuridad y el silencio, el vehiculo se encontro ante un inmenso par de puertas que se abrieron con un silbido amenazador y se cerraron con un pesado golpe detras suyo. En el interior, la atmosfera era mas bien calida y estaba cargada de humedad. Haviland Tuf desconecto el motor y apago las luces. Una tiniebla impenetrable les envolvio.

—?Donde estamos? —inquirio Tolly Mune. Su voz reboto en un techo lejano aunque el eco parecio curiosamente ahogado. Aunque negra como un pozo, era obvio que la estancia tenia unas dimensiones muy grandes. Blackjack lanzo un bufido de inquietud, husmeo el aire y luego emitio un sordo maullido de preocupacion.

Tolly Mune oyo pisadas y, entonces, una luz no muy potente se encendio a dos metros de distancia. Era Tuf, inclinado sobre una consola de instrumentos mientras observaba un monitor. Oprimio una tecla de un tablero luminoso y se volvio hacia ellos. Un asiento flotante emergio, con un leve zumbido, de la calida oscuridad. Tuf subio a el, como un rey ascendiendo a su trono, y manipulo el control que habia en uno de los brazos. El asiento empezo a relucir con una debil fosforescencia violeta.

—Tengan la amabilidad de seguirme —dijo Tuf El asiento flotante giro en redondo y empezo a moverse.

—?Infiernos y maldicion! —murmuro Tolly Mune. Abandono a toda prisa el vehiculo, con Blackjack en brazos, y partio en pos del ya lejano trono de Tuf Los embajadores aliados la siguieron en masa, gimiendo y quejandose amargamente a cada paso que daban. Detras de ella resonaban las fuertes pisadas del ciborg. El asiento de Tuf se habia convertido en un puntito luminoso perdido en el mar de tinieblas que les rodeaba. Tolly Mune echo a correr y tropezo con algo.

El repentino maullido la hizo retroceder tropezando con el pecho acorazado del ciborg. Confundida, Tolly Mune se arrodillo, extendiendo una mano e intentando sostener a Blackjack con su otro brazo. Sus dedos rozaron un pelaje suave. El gato se froto entusiasticamente contra sus dedos, ronroneando de placer. Apenas si podia verle, pero le parecio que era pequeno, casi un cachorro. El gato rodo sobre si mismo, para permitirle que le rascara la barriga, y el jazboita estuvo a punto de caer, al tropezar con ella. De pronto, Blackjack salto al suelo y empezo a husmear al recien llegado, que le devolvio el cumplido durante unos instantes para girar luego en redondo y desaparecer de un salto en las tinieblas. Blackjack vacilo durante unos segundos y luego, con un potente maullido, partio en su busca.

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