La singularidad alrededor de la que giraba (a una distancia segura) no producia luz util, y la estacion solo era visible como un grafico de ordenador. Aparecio en una pantalla de la sala de observaciones: un cilindro chato mas parecido a un bote de sopa que a cualquier otra cosa.

Tal como se habia acordado, su nave se detuvo a una distancia segura del bote de sopa y espero la llegada de un vehiculo alienigena. Anna guardo sus cosas. No le habia resultado facil decidir lo que queria llevarse de la Tierra y ahora tenia que volver a decidir. ?Que debia ponerse para la primera negociacion con un enemigo alienigena y en su terreno?

Ropa comoda y muy versatil. Ropa facil de lavar y que no necesitara planchado.

Pero tambien —ademas— un traje que deslumbrara los ojos azul mate de los alienigenas, y si no los de los alienigenas (?quien sabia lo que podia deslumbrarlos?), los de sus colegas del equipo diplomatico, o los de Nicholas Sanders, el de la sonrisa agradable y la no tan agradable historia. Aunque no estaba segura de que el participara en la nueva ronda de negociaciones.

Cuando termino de recoger sus cosas fue a la sala de observacion y vio el bote de sopa que daba vueltas y giraba sobre su largo eje.

Alli estaba uno de sus colegas, un joven diplomatico llamado Etienne Corbeau.

—No lo entiendo —dijo el joven—. Estas estaciones pueden tener cualquier aspecto. ?Por que las hacen tan horribles?

—Tal vez no las ven asi. La belleza esta en el ojo del que mira.

Etienne sacudio la cabeza.

—Yo creo en los absolutos esteticos. La moral es relativa, pero en el arte esta la verdad.

—Tonterias.

—Vas a tener que aprender un nuevo vocabulario, querida Anna.

?Por que? Estaba en este viaje solo por una razon: el enemigo habia pedido su presencia. Los hwarhath sabian que no era una diplomatica. Probablemente no esperaran que hablara como Etienne.

El enemigo envio el vehiculo y los diplomaticos subieron: hombres humanos de sonrisas radiantes instalados en los amplios asientos de los alienigenas. Ella era la unica mujer; los hwarhath lo habian especificado.

El aire del vehiculo tenia un olor raro. Los hwarhath, penso Anna al cabo de un instante. En los dos ultimos anos habia olvidado su olor, pero ahora lo recordo. No era desagradable, simplemente no era humano.

Los miembros de la tripulacion del vehiculo llevaban pantalones cortos y sandalias. Eran corteses; Anna recordaba esta cualidad por su anterior encuentro con los hwarhath en el planeta de los seudosifonoforos; y se movian con el habil garbo que, al parecer, era caracteristico de la especie. Parecian mas alienigenas que antes. Tal vez se debia a su nuevo atuendo, que ponia de manifiesto lo peludos que eran. O tal vez a sus pezones. Tenian cuatro, dispuestos en dos grupos de dos, grandes, oscuros y claramente visibles en los pechos anchos y peludos.

Anna se pregunto cuantos hijos tendrian los hwarhath en cada parto. Habia averiguado todo lo que habia podido, pero era muy poco lo que se sabia de los alienigenas. Sobre todo de las mujeres alienigenas.

—Esta gente siempre me ha puesto los pelos de punta —comento Etienne. Estaba sentado junto a ella.

—?Por que?

—Los ojos. Las manos. La piel. Y su violencia. No estabas en el recinto cuando este fue atacado.

No. En ese momento era prisionera del servicio de informacion militar de los humanos.

Noto una sacudida: el vehiculo se desenganchaba de la nave humana, llamada Mensajero de la Paz. Un instante despues la gravedad cambio y se aseguro de que llevaba los cinturones abrochados.

El viaje no tuvo nada de particular. Los motores se encendieron, se apagaron y volvieron a encenderse. La gravedad siguio cambiando. No habia nada que ver, salvo la cabina sin ventanillas. ?Los hwarhath no usaban mas que colores industriales, y por que sus colores industriales eran como los colores industriales de la Tierra? Por supuesto, no sabia nada de la optica de los alienigenas. Tal vez aquellas paredes vacias en realidad estaban cubiertas de dibujos festivos invisibles para ella. Tal vez cuando los alienigenas miraban los diferentes tonos de gris, veian… ?quien podia decirlo? Colores tan intensos como el fucsia.

Los diplomaticos conversaban nerviosamente a su alrededor. No decian nada importante. Los alienigenas podian estar escuchando. Delante de ella, el asistente del embajador hablaba de sus gladiolos, y Etienne describia su ultima visita al Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Al cabo de una hora se produjo otra pequena sacudida. El vehiculo habia llegado. Las puertas se abrieron y el equipo salio flotando, ayudado por los alienigenas, que no flotaban. Debian de llevar algo en la base de las sandalias que los sujetaba al suelo.

Era como llegar a una estacion humana, penso Anna. Un ascensor traslado al equipo de diplomaticos desde el eje hasta el borde. Cuando el ascensor se detuvo, dejaron de flotar. Salieron en fila con gran dignidad, y los hwarhath de la tripulacion los guiaron por un pasillo hasta una sala: grande, muy iluminada y con moqueta gris. El aire era fresco y olia a maquinaria y a alienigenas; habia media docena de ellos de pie, esperando, vestidos con pantalones hasta la rodilla y nada mas.

—No entiendo ese atuendo —comento Etienne.

Ella echaba de menos los uniformes cenidos que los hwarhath usaban antes. Pero ahora se les veia mas comodos, se parecian menos a guerreros de la era espacial.

Hubo un saludo oficial, pronunciado por un alienigena voluminoso con fuerte acento. No era el Primer Defensor. ?Donde estaba el? El embajador de los humanos respondio. Anna estaba demasiado lejos y tenia problemas para oir, pero de todos modos no estaba demasiado interesada.

Observo a los hwarhath y noto que uno de ellos le resultaba conocido: bajo, oscuro y elegante. El la miro y sus ojos se cruzaron solo un instante. Despues de bajar la vista sonrio, y la sonrisa fue decididamente familiar: breve y resplandeciente, no mas prolongada que su mirada. Hai Atala Vaihar.

Cuando los discursos concluyeron, el se acerco.

—Miembro Perez.

—Observador Hai Atala.

—Me recuerda. Estoy encantado. Aunque deberia comunicarle que he sido ascendido. Ahora soy portador.

—Enhorabuena.

El le dedico su radiante sonrisa.

—Como sabe, se decidio que usted tendria habitaciones propias separadas de las de los hombres. Yo la escoltare.

Anna hablo con sus colegas. Etienne parecio preocupado. El asistente del embajador le dijo:

—No estoy del todo satisfecho con esto, Anna. —El jefe de seguridad le dijo que tuviera cuidado. Hai Atala esperaba, cortesmente callado.

Al cabo de un par de minutos ambos recorrian un pasillo igual a los de la base hwarhath: grande, desierto, gris y lleno de alienigenas que se movian rapidamente con su habitual aplomo.

—Lei Moby Dick, como usted me aconsejo —le comento el portador—. Un libro muy bueno y casi totalmente decente. He estado… ?cual es la palabra correcta? Acosando a Sanders Nicholas para que lo lea. Quiero comentarlo con un humano. Tal vez, mientras usted esta aqui…

Al llegar a una esquina, doblaron por otro pasillo. Anna miro hacia delante. Una figura alta y delgada se encontraba de pie mirando en su direccion, cruzado de brazos y con un hombro apoyado en la pared gris del pasillo. Muy tipico. Lo que recordaba de Nicholas era que se pasaba el tiempo holgazaneando, salvo al final.

El hombre se irguio y se separo de la pared, desplegando los brazos y separandolos de los costados. Debia de ser un ademan formal: brazos rectos, manos en posicion horizontal, con las palmas hacia adelante. Tenia los dedos juntos y los pulgares hacia arriba. ?Que significaba? ?Tal vez «no tengo nada en las manos ni en las mangas»?

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