dejo en Berghof, prefiriendo la seguridad de Eva a su compania.

Pero ella tambien amaba apasionadamente a Hitler -que, por edad, hubiera podido ser su padre- hasta el punto de que decidio morir a su lado. Se presento en Berlin el 15 de abril, cuando la ciudad estaba a punto de ser cercada y cuando se veia obligada a vivir en el bunker de la Cancilleria, incomodo, humedo y maloliente. Hitler la recibio con muestras de contento, aun cuando Eva habia desobedecido sus ordenes, y los demas habitantes del refugio tambien se mostraron felices porque su presencia dulcificaba el violento caracter del Fuhrer.

El 22 de abril Hitler hizo un nuevo intento de salvarla. Quena que tomase un avion hacia el sur, junto con sus secretarias. Los soldados sovieticos avanzaban hacia el corazon de la ciudad, pese a la feroz resistencia, casa por casa, que oponian los viejos y los ninos reclutados por la Volkssturm y un punado de soldados extranjeros de las SS. La guerra estaba perdida y los dias de resistencia en Berlin, contados. David Irving describe la siguiente escena:

– Todo ha terminado, no queda ni la mas leve esperanza. ?Vete ya!

Eva le cogio de las manos:

– Sabes que me quedare aqui, a tu lado.

Aparecio un nuevo brillo en los ojos de Hitler e hizo algo que nadie le habia visto hacer hasta entonces. Beso levemente en los labios a Eva Braun. Frau Junge tercio:

– ?Yo tambien me quedo!

Frau Christian dijo lo mismo. Hitler observo:

– ?Ojala mis generales fueran tan valientes como vosotras!

Una semana despues, cuando ya los soldados sovieticos estaban a unos pocos centenares de metros de la Cancilleria, Hitler comenzo a dictar a Frau Junge su testamento privado, cuya primera parte estaba dedicado a su boda con Eva Braun:

«Aunque durante mis dias de lucha creia no poder comprometerme a la responsabilidad del matrimonio, ahora, al final de mi vida, he decidido casarme con la mujer que, despues de muchos anos de verdadera amistad, ha venido a esta ciudad por voluntad propia, cuando ya estaba casi completamente sitiada, para compartir mi destino. Es su deseo morir conmigo como mi esposa. Esto nos compensara de lo que ambos hemos perdido a causa de mi trabajo al servicio de mi pueblo.»

En este punto habia interrumpido su testamento para vestirse de novio, pero como el funcionario encargado de registrar el matrimonio tardaba en llegar, Hitler pudo terminar su testamento privado, calmando asi su impaciencia por la demora:

«Lo que poseo, en lo que pueda valer, es propiedad del partido. Si este ya no existiera, pertenece al Estado, y si el Estado tambien es destruido, ya no es necesaria ninguna decision por mi parte.

»La coleccion de pinturas que he adquirido a traves de los anos no fue comprada con fines particulares, sino exclusivamente para el establecimiento de una galeria de arte en mi ciudad natal de Linz. Es mi ferviente deseo que se cumpla este legado.

»Nombro albacea de este testamento a mi mas fiel camarada del partido, Martin Bormann. Esta autorizado para tomar todas las decisiones legales pertinentes. Tiene permiso para dar todo lo de valor, ya sea como recuerdo, ya sea para el mantenimiento del hogar burgues de mi hermano y hermanas, y tambien especialmente de la madre de mi esposa y a mis fieles colaboradores y colaboradoras que el conoce bien, principalmente mis antiguas secretarias, Frau Winter, etcetera, que me ayudaron en mi trabajo durante muchos anos.

»Mi esposa y yo elegimos la muerte para evitar el deshonor de la derrota o la capitulacion. Es nuestro deseo ser incinerados inmediatamente en el lugar donde he hecho la mayor parte de mi trabajo durante el curso de mis doce anos de servicio a mi pueblo.»

Cuando el funcionario del registro, Walter Wagner, termino las identificaciones de los contrayentes solicito las de Martin Bormann y Joseph Goebbels, que tambien debieron aportar sus datos como testigos, respectivamente, de Eva Braun y Adolf Hitler. El siguiente paso en el ritual del matrimonio civil impuesto por el regimen nazi era que ambos contrayentes juraran ser de pura ascendencia aria y que no padecian ningun tipo de enfermedad hereditaria que impidiera la boda. Adolf y Eva juraron y el funcionario continuo la ceremonia solicitando de ambos si aceptaban al otro como conyuge y los dos respondieron afirmativamente. Los novios intercambiaron dos modestas alianzas de oro, buscadas apresuradamente para la ocasion y que, al parecer, salieron de las pertenencias de un SS de la escolta del Fuhrer, fruto indudable de sus rapinas. Walter Wagner declaro que, como ambos estaban de acuerdo en contraer matrimonio, este era valido ante la ley. Finalmente, los recien casados, los testigos y el funcionario firmaron el documento en el que lo mas notable es la rectificacion en la firma de Eva Braun, que tacho la B de su apellido para escribir Eva Hitler.

Todos salieron al pasillo donde les esperaban, para darles la enhorabuena, apenas una docena de personas. El funcionario Walter Wagner recogio la polvorienta gorra de la Volkssturm que le tendia un SS y, acompanado por los mismos soldados que le habian conducido hasta el refugio de Hitler, subio las mal iluminadas escaleras del bunker, a cuyos estremecimientos se habia ya acostumbrado. Nunca pudo ser hallado, pese a la tenacidad de los investigadores: desaparecio tragado por la batalla de Berlin que en esos momentos rugia con toda su fiereza.

Los novios y sus invitados componian el cuadro tipico de una boda. Eva Braun recibia las felicitaciones de los caballeros y de las damas; aquellos le besaron la mano; estas, las mejillas, y ella sonreia feliz a todos, volviendo frecuentemente la vista hacia su marido, que sonriente y rejuvenecido recibia los parabienes de todos. Alguien tenia una maquina fotografica y reprodujo la escena: Hitler posa serio, pero con mucho mejor aspecto que el anciano prematuro de fotografias anteriores; Eva le toma del brazo, esbozando una sonrisa; tras los recien casados, las secretarias Christian y Junge. El grupo apenas tuvo que andar unos pasos por el amplio corredor del bunker, cuidando de no tropezar con las mangueras contra incendios que serpenteaban por uno de los laterales, hasta llegar a la antesala y el despacho de Hitler, donde se habia dispuesto una cena fria y abundante champan.

Acompanaron a los novios en el banquete de bodas Bormann, el matrimonio Goebbels, las dos secretarias, la cocinera, y los generales Burgdorf y Krebs. La conversacion fue animada y los Goebbels centraron la atencion de todos pues su boda, en la que Hitler habia actuado como padrino, era uno de los mejores recuerdos de los buenos viejos tiempos. Al Fuhrer le costaba reconocer en aquella Magda Goebbels, ajada, ojerosa, palida y medio enferma, a la mujer alta, rubia, elegante y preciosa que habia conocido en 1931. Magda estaba separada y se habia enamorado perdidamente del pequeno y contrahecho Gauleiter de Berlin; Goebbels la correspondia, pero no podia casarse con ella porque apenas ingresaba 600 marcos al mes y, si habia boda, ella perderia la sustanciosa pension de 4.000 marcos mensuales que la permitian vivir como una rica burguesa. Hitler quedo impresionado: la invito a tomar el te y, luego, a la opera. Regreso a su casa victima de un autentico flechazo, enamoramiento que vencio gracias a su vocacion militante de soltero. No, jamas seria el pretendiente de aquella «valquiria», pero deseaba tenerla siempre cerca, de modo que se las arreglo para subir el sueldo a Goebbels, que asi pudo casarse en una ceremonia autenticamente wagneriana, organizada por el director de escena Walter Granzow, afiliado al NSDAP. Desde entonces se convirtio en asiduo huesped del matrimonio: le encantaba escuchar musica en su casa, le gustaba mucho la cocina de Magda, sobre todo sus dulces, y podia discursear con Goebbels hasta altas horas de la madrugada, mientras Magda se dormia en el sofa junto a ambos. El Fuhrer se convirtio, tambien, en el protector del matrimonio, puesto a prueba por las muchas infidelidades de Joseph y por las represalias del mismo genero que solia tomarse ella. Magda habia sido el segundo gran amor de su vida - despues de Geli Raubal y, probablemente, por delante de Eva Braun- y en su casa habia tenido la unica vida familiar que conocio en Berlin.

Hitler comio poco y no bebio mas que agua en su banquete de boda pero, al final de la cena, se presentaron por casualidad los coroneles Gunsche y Below -ayudante personal del Fuhrer y ayudante para la Luftwaffe, respectivamente- y Eva Braun, notablemente alegre por los efectos del champan, invito a los dos coroneles a brindar y consiguio animar a Hitler para que tambien lo hiciera. Luego, la

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