Los dias de la Republica Democratica y Social de Baviera terminaron con la primavera de 1919. La sucesion de gobiernos habia dado lugar al caos administrativo, lo que unido a las consecuencias de la guerra tenia a Munich en paro, hambrienta y al borde de la desesperacion. La grave crisis, mas las tropelias izquierdistas, que segaron algunas vidas y expropiaron numerosas haciendas, animaron a las familias mas poderosas a solicitar ayuda al ejercito regular y a los
La vida de Hitler en esos meses de primavera discurrio entre el polvo y la monotonia de la revision de inservibles mascaras antigas y la opera, donde invertia practicamente cuanto recibia del ejercito. El regimiento
Ahi comenzo la carrera politica del futuro
Entre el auditorio se encontraba el capitan Karl Mayr, oficial de Inteligencia Militar, que inmediatamente le recomendo como instructor en un campo para ex prisioneros de guerra alemanes que retornaban de Rusia, a los que habia que reeducar en la mentalidad alemana y, fundamentalmente, alejar de cualquier contaminacion comunista que hubieran podido adquirir en contacto con la revolucion sovietica. El exito del instructor Hitler fue tan grande que algunos dias hubo de pronunciar hasta tres conferencias. Concluida la reeducacion, el jefe de la mision informo que «el senor Hitler» era «un orador nato que, por su fanatismo y el caracter directo de su argumentacion, fuerza al auditorio a mantenerse atento». En esta epoca su situacion en el ejercito nos es desconocida; quiza era equivalente a funcionario civil de las Fuerzas Armadas; como cabo ya habia sido desmovilizado.
Por recomendacion del mismo capitan Mayr -quien, por cierto, murio en un campo de concentracion nazi a finales de la Segunda Guerra Mundial- escribio el 16 de septiembre de 1919 la mencionada carta a Adolf Gemlich, que fue una especie de manifiesto antijudio y sirvio como guia a muchos instructores del ejercito aleman para enfocar la cuestion semita. Hitler comienza su amplia epistola criticando el antisemitismo emocional y busca para el fenomeno unas bases empiricas. La palabra judio no describe una religion, sino una raza, que se antepone como tal a cualquier nacionalidad: «Nunca aparece como un aleman de origen judio… sino como un judio aleman.» Los judios no aceptan nada del pueblo en el que viven, salvo su idioma, y constituyen una sociedad endogamica, que rechaza la sociedad en la que habita, que no renuncia a ninguna de sus caracteristicas peculiares y que, por tanto, es una raza extranjera; sin embargo, gozan de los mismos privilegios que los alemanes. Los judios llevan danzando milenios ante «el becerro de oro» y solo estan interesados en los bienes materiales, «despreciando sentimientos, valores espirituales o morales, base de la grandeza de las naciones». En su persecucion de las riquezas -continuaba argumentando Hitler- no tienen escrupulos ni frenos y se valen de los principes que gobiernan algunas naciones para esquilmarlas, «convirtiendoles en sanguijuelas de su propio pueblo». En los paises gobernados por democracias se arrastran ante la «majestad del pueblo», pero unicamente estan interesados en la majestad del dinero. Destruyen el orgullo nacional y el vigor de los pueblos mediante la opinion publica y la prensa, que manejan con su dinero. Religion, socialismo y democracia son para ellos unicamente el medio de conseguir dinero y poder.
Terminada la descripcion de los judios y su perversion, Hitler pasa a buscar soluciones al problema. Esta forma de ser de los judios origino un antisemitismo emocional que condujo a estallidos de colera popular, a los pogromos, que nunca solucionaron nada. Pero Hitler cuenta con una receta: el antisemitismo racional debe comenzar por arrebatarles los privilegios que les distinguen de los demas extranjeros y concluir con su expulsion. Esto puede hacerlo un gobierno fuerte, capaz de devolver a la nacion su fortaleza moral y espiritual. Y esto no se hara por el juego de las mayorias, «sino unicamente por la despiadada intervencion de personalidades nacionales que tengan dotes de mando y un profundo sentido de la responsabilidad». Hitler terminaba su mensaje lamentando que la situacion estuviera en otras manos, profundamente influidas por los judios, que naturalmente paralizaban «el movimiento antisemita».
En esta carta de septiembre de 1919 esta casi totalmente formulada la ideologia hitleriana sobre la cuestion judia, su desprecio hacia la democracia, su admiracion por el poder personal -incluso «despiadado»- y sus bases para la regeneracion de Alemania. El futuro
Entre tanto, se habian producido dos acontecimientos capitales para su futura carrera politica. En Paris, los vencedores de la Gran Guerra impusieron a Alemania un tratado de paz que mas bien parecia una invitacion a otra guerra: Francia recuperaba Alsacia y Lorena, perdidas en la guerra de 1870; pretendia la cesion de la Alta Silesia, la ocupacion de Renania, la desmilitarizacion del curso aleman del Rin en toda su margen izquierda y en una profundidad de 50 km en la derecha; Polonia recibia amplios territorios poblados por alemanes y el corredor de Dantzig, que dividia Prusia Oriental, creando un sentimiento permanente de irritacion; se constituian paises como Checoslovaquia y Yugoslavia, prenados de problemas nacionalistas y de minorias en parte germanicas; Alemania debia admitir expresamente que era la unica nacion responsable del estallido de la guerra y, por tanto, se aria cargo del pago total de las reparaciones; y para que no volviera a tener tentaciones belicistas se desmilitarizaria, reduciendo sus ejercitos a 115.000 hombres, disolviendo su Estado Mayor y destruyendo toda su aviacion, su artilleria media y pesada, sus blindados y todo buque superior a las 10.000 toneladas; ademas, debia entregar a cuantos responsables de crimenes de guerra reclamaran los vencedores.
Como el Gobierno de Weimar -la ciudad donde se reunian el Ejecutivo y el Parlamento alemanes ante la inseguridad politica de Berlin- se nego a aceptar tales terminos, los vencedores enviaron un ultimatum, dando a los alemanes el plazo de la medianoche del 23 de junio de 1919 para reanudar las hostilidades. Cuando faltaban seis horas para que concluyera el plazo y los artilleros franceses ya calculaban las alzas de sus canones para comenzar el fuego, Alemania acepto firmar el brutal Tratado de Versalles. Aquel disparate politico sembraria en Alemania la semilla del irredentismo y la revancha, magnificas palancas en el ascenso de Adolf Hitler al poder.
Simultaneamente estaba naciendo la Republica de Weimar, cuya cartesiana constitucion -60.000 votos, un escano- permitio la eclosion de los pequenos partidos y cuya division en 35 circunscripciones electorales parcelo al pais en unidades demasiado grandes. Esto suponia que, con los medios de comunicacion de la epoca, el votante no tenia relacion alguna con su elegido; en la mayoria de las ocasiones ni siquiera sabia quien era, por lo que emitia su voto en favor de una cifra representativa de una de las multiples miniformaciones politicas que aquellos dias crecian en Alemania como los hongos. La Republica de Weimar, que saco al pais de la terrible posguerra, resulto politicamente caotica y en aquel ambiente fue creciendo la idea de que era necesario un hombre providencial. Todo parecia trabajar en favor de Hitler, quien a finales de 1919 iba a introducirse oficialmente en la politica.
Ocurrio de forma casual. Al agente Hitler le ordenaron en su regimiento que el 12 de septiembre asistiera a la reunion de un pequeno partido: