de la reunion, que se celebraba en una cerveceria con la asistencia de cuarenta y una personas, Hitler se enzarzo en una tremenda discusion con un profesor que promovia la idea de desgajar Baviera de Alemania para unirla a Austria. La colera de Hitler y el fuego de su oratoria no tuvieron limites en la defensa de la sagrada Alemania, grande e indivisible. Su empuje como orador arrollo a la mejor tecnica y mayores conocimientos de su oponente y cosecho una gran ovacion entre los asistentes. Al final de la sesion le felicito Anton Drexler, fundador del DAP, un obrero metalurgico alto, desgarbado y miope que le entrego un folleto con la historia y la ideologia del partido. Hitler no le hizo mucho caso pues, segun sus propias palabras, regreso a su residencia sobrecogido por la emocion: «?Sabia hablar! ?Era un orador! ?No cabia en mi de gozo!»
Pocos dias despues recibia una tarjeta en la que se le comunicaba que habia sido inscrito provisionalmente como miembro del DAP y se le invitaba a una reunion, en la que estaba la directiva del partido, cuatro hombres, cuya junta aquella tarde tenia como mision leer la correspondencia -tres cartas- y aprobar el estado de la tesoreria -7 marcos y 50 pfennigs-. Aquello parecia mas una tertulia politica que un partido y Hitler decidio cambiarlo pese a la resistencia pasiva de sus miembros, que por entonces eran cincuenta y cinco, incluyendo al propio Adolf. Comenzo escribiendo a mano invitaciones para los actos, poniendose siempre como estrella del mitin. La primera vez reunio a ocho asistentes, «luego el numero fue elevandose a 11, a 13, a 17, a 23, a 34…». Hablaba a su auditorio de la derrota, de la «punalada por la espalda», de la cuestion judia, del problema comunista. Una vez se atrevieron a convocar un mitin por medio de un anuncio en la prensa y consiguieron llenar una sala de «unas ciento treinta personas» que, encantadas por el discurso de Hitler, entregaron a la humilde caja del partido 300 marcos. En adelante, las reuniones se celebraron dos veces por mes y las invitaciones se hicieron ciclostiladas, suscitando algunos centenares de asistentes que pagaban su entrada, constituyendo los unicos ingresos del minusculo partido.
Por entonces comenzo Hitler a reunir a su alrededor a su primer circulo de amigos y colaboradores: el capitan Ernst Rohm (que se acababa de convertir en su jefe militar inmediato y en su admirador), los suboficiales Beggel y Schussler, el teniente Rudolf Hess, el periodista Esser, el dramaturgo Eckart, el espia de origen ruso Scheubner, el estudiante estonio de Arquitectura Alfred Rosenberg… Todos tuvieron profunda influencia en Hitler y contribuyeron a dar importancia al minusculo DAP, pero fue el escritor cosmopolita Eckart quien le convirtio en un hombre de mundo, puliendo su estilo literario y oratorio, y ensenandole modales: desde como besar la mano a las senoras a como manejar los cubiertos en la mesa. Asimismo, en esta epoca -principios de 1920- Hitler comenzo a recibir algunas invitaciones importantes y uno de los placeres que descubrio en los manteles de los poderosos fue el caviar, que tanto le gustaria hasta el final de su vida. Sin embargo, su mayor placer estaba en la mesa de la politica, donde consiguio imponer sus modos de actuacion, sus candidatos y sus ideas: el 24 de febrero de 1920 el DAP propuso su famoso programa de «veinticinco puntos», cuya aprobacion se logro gracias a la oratoria de Hitler ante unas dos mil personas.
Proponia la union de todos los alemanes, la derogacion del Tratado de Versalles, tierras donde expandirse, pureza de sangre para ser considerado aleman, expulsion de los no alemanes, trabajo para todos, igualdad de derechos y deberes, abolicion de los intereses del capital, condena de la guerra, nacionalizacion de los trusts, reparto de los beneficios industriales, mejoras en las pensiones de vejez, fortalecimiento de la clase media, reforma agraria, reorganizacion de la ensenanza, mejora de la sanidad, ejercito nacional, reformas en la prensa, libertad de cultos religiosos, centralizacion del poder estatal… En suma, sus obsesiones de siempre: suprimir las consecuencias de la derrota, terminar con los judios en Alemania, expansion hacia el este, union de todas las tierras donde hubiera alemanes, remilitarizacion, un Estado fuerte y un paquete de medidas heredadas del socialismo que paulatinamente irian desapareciendo de su ideario.
Hitler, exultante, escribe en
«Cuando hube explicado los veinticinco puntos que me propuse exponer, una sala rebosante de pueblo coincidio en una nueva conviccion, una nueva fe, una nueva voluntad. Hablase encendido una lumbre de cuyo resplandor surgiria la espada destinada a restaurar la libertad del aleman Sigfrido y la vida de la germanidad.»
Mientras Adolf volaba en alas del destino, Alemania se sumergia en los dias mas sombrios de la derrota. En 1919, la depreciacion del marco habia llegado a ser del 1.100 por ciento y los vencedores en la guerra comenzaban a exigir el cumplimiento de las clausulas mas comprometidas como, por ejemplo, la entrega de 895 «criminales de guerra», entre los que se hallaban todos los generales y almirantes, todos los comandantes de submarino, once principes y los politicos y diplomaticos mas representativos del kaiser Guillermo II. El Gobierno aleman aseguro a la comision encargada de velar por el cumplimiento de las clausulas que algunas -como esta- eran imposibles de cumplir, pero se apresuro a satisfacer las demandas de los vencedores en otros terrenos: el 10 de abril se licenciarian sesenta mil soldados y, antes de que terminara el ano, habrian retornado al estado civil unos trescientos mil mas, pero esos planes habrian de cumplirse en medio de graves turbulencias politicas internas e internacionales.
El 13 de marzo de 1920 el descontento militar desemboco en el golpe de Kapp. Los hechos ocurrieron asi: el Gobierno ordeno la disolucion de una brigada constituida en la posguerra por un oficial de marina llamado Hermann Ehrhardt, pero el jefe de la region militar de Berlin se nego a dar la orden y en la madrugada del 13 de marzo los soldados de Ehrhardt -que, por cierto, llevaban una esvastica en sus uniformes- entraron en la capital y, ante la puerta de Brandenburgo, les paso revista el general Ludendorff, uno de los generales alemanes mas capaces y, a la vez, mas nacionalistas y racistas. El Gobierno huyo de Berlin y los golpistas llamaron al poder a un ministro prusiano, Wolfgang Kapp, cuyas medidas inmediatas fueron la denuncia del Tratado de Versalles y la supresion de la Constitucion de Weimar.
Aquella insensata aventura duro apenas cuatro dias: el ejercito no se sumo a los sublevados, la banca no les concedio credito alguno y los obreros declararon la huelga general, haciendose con la situacion en zonas tan importantes como la cuenca industrial del Ruhr. Las consecuencias serian graves: una mayor division en Alemania, nuevos agravios entre militares y fuertes disturbios en las zonas controladas por los comunistas que habian capitalizado la huelga general. Este ultimo asunto origino una nueva crisis internacional: recuperada su soberania, el Gobierno trato de controlar la cuenca del Ruhr y solicito a la comision encargada de supervisar el cumplimiento de la Paz de Versalles permiso para enviar al ejercito a esa zona desmilitarizada. Como la respuesta tardaba en llegar y la situacion era muy grave, los soldados restablecieron el orden sin esperar la autorizacion, pero Francia se aprovecho de aquella violacion del Tratado de Versalles para ocupar dos ciudades clave de la region: Francfort y Darmstadt.
La crisis elevo un peldano mas a Hitler, que desempeno un papel importante en el cambio del Gobierno bavaro: aprovechando el golpe de Kapp, diversas fuerzas politicas expulsaron por la fuerza al Gobierno socialista y llamaron a un nacionalista conservador, Gustav von Kahr, que se mantuvo en el poder cuando las aguas volvieron a su cauce. En aquellos dias Hitler, acompanando a su mentor Eckart, viajo a Berlin. Fue una aventura memorable: subio por vez primera a un avion, conocio al general Ludendorff y fue hospedado por el conde Von Reventlow, accediendo al circulo prusiano mas nacionalista y antisemita.
Al regresar a Munich se encontro con la notificacion de su desmovilizacion definitiva. En adelante ya no tendria salario alguno del ejercito, ni pitanza y residencia aseguradas. Alquilo una modestisima habitacion y se dedico a vivir por y para la politica, dando dos conferencias al mes en las reuniones del DAP, que habia ido cayendo bajo su control. Drexler era meramente un presidente honorario, que abria las sesiones para presentar siempre al mismo orador: Hitler.
El fracasado aspirante a pintor aprendia con celeridad los resortes de la oratoria, de la propaganda, de la demagogia, del maniqueismo y del dominio de las masas. Solia llegar tarde para hacerse esperar; comenzaba a hablar bajo, de modo que solo le escuchasen las primeras filas para hacerse desear por el resto; luego hacia restallar su fiera voz a fin de que todos terminasen ensordecidos; se mostraba distante, misterioso y rodeado de fuerza, representada por una corte de poderosos guardaespaldas, cuyo emblema era la esvastica. Le encantaba que en sus mitines hubiera muchos enemigos politicos, comunistas sobre todo, para provocarles y terminar su discurso con una pelea monstruosa, en la que su servicio de orden se hartaba de repartir golpes: eso llegaba a los periodicos y atraia a nacionalistas, anticomunistas y antisemitas, hasta el punto de que, desde la primavera de 1920 hasta finales de este ano, la policia muniquesa calculaba los auditorios de Hitler en torno a las 1.800 personas por mitin. Repetia por activa y por pasiva las mismas ideas, de modo que calasen profunda e inequivocamente entre quienes le escuchaban. Para emocionar a los asistentes, o para arrancar sus aplausos y