En el verano de 1923 la vida era casi imposible en Alemania. Inflacion, paro, hambre, caos politico e intentos secesionistas estaban destruyendo a la clase media, a la burguesia, el comercio y la industria del pais y llevaban la Republica al colapso. El 10 de agosto dimitio el canciller Cuno y fue sustituido por Gustav Stressemann, que formo una gran coalicion con los populistas, el Centro (Zentrum, mayoritariamente catolico) y los socialdemocratas. El regreso de estos al Gobierno irrito a los conservadores gobernantes en Munich y entrego a Hitler nueva municion dialectica, sobre todo cuando una de las primeras medidas de Stressemann fue terminar con la resistencia pasiva, cuyo precio habia sido la locura inflacionista: Hitler podia presumir de haber tenido razon al no apoyar aquella politica que habia arruinado al pais y regocijarse de que el empobrecimiento de las clases medias alemanas estuviera nutriendo sus filas de gentes desenganadas de la Republica democratica y con ansias de revancha economica y politica.

Sin embargo, no todo iba a ser ventajoso para el NSDAP. Previendo disturbios al cambiar la politica de la resistencia pasiva, en Baviera se llamo nuevamente al poder al duro conservador Von Kahr, cuyas veleidades monarquicas, unidas a su energia, le convertian en un dificil obstaculo para los intereses de Hitler, que escribio poco despues: «[…] Fue un duro golpe […] La situacion, que tan favorable nos era veinticuatro horas antes, cambio radicalmente.»

La formacion del Gobierno bavaro de Von Kahr supuso, tambien, un grave reves para Berlin: los problemas serian inevitables. Efectivamente, el primer conflicto estallo inmediatamente despues y con Hitler de por medio. Por cuarta vez despues del final de la guerra fueron suspendidas las garantias constitucionales para afrontar la grave situacion; los poderes gubernamentales fueron concedidos al ministro de Defensa, Otto Gesler, cuyo brazo derecho era el general Hans von Seeckt. Se daba la circunstancia de que Hitler habia sido desairado por Von Seeckt pocos meses antes y hallo en esta ocasion la forma de pasarle factura: en un articulo de su periodico, el Volkischer Beobachter, denunciaba al general como dictador judaizante -estaba casado con una mujer de origen hebreo- por lo que, naturalmente, se rendia a Francia, en vez de combatir por la integridad de la patria alemana.

El asunto se convertiria en problema nacional: el ministro de Defensa, Gesler, ordeno al general Von Lossow- jefe de la Reichswehr en Baviera- que secuestrara los ejemplares y cerrase el periodico nazi. Von Lossow lo consulto con Von Kahr y este decidio que ninguna publicacion bavara seria clausurada por orden de Berlin. Eso significo el enfrentamiento dentro de la Reichswehr, el peligro de confrontacion civil entre el ejercito del pais y el de Baviera. Muchas unidades militares acantonadas en suelo bavaro apoyaron a Von Lossow, pero otros comandantes permanecieron fieles a Berlin. Hitler se habia salvado esta vez porque Von Kahr estaba dispuesto a defender contra viento y marea la autonomia de Baviera, pero no porque confiara en Hitler; el general Von Lossow, que tampoco se fiaba de el, escribiria: «Tuve una serie de entrevistas con Hitler en primavera (se refiere a la de 1923) y las reanudamos en otono, pero la fuerte impresion inicial que causo en mi fue disipandose poco a poco por la reiteracion de las ideas en sus interminables discursos…» Por otro lado, el general advirtio que Hitler elevaba rapidamente sus objetivos:

«… Me dijo en primavera que no le animaban intereses personales y que estaba satisfecho de ser la caja de resonancia de un movimiento de regeneracion nacional. Sin embargo, en otono ya se creia el Mussolini aleman, el Gambetta aleman y sus seguidores estaban a punto de considerarle el Mesias aleman.»

Y es que los tiempos en Alemania propiciaban las esperanzas de un mesias politico: a la rebeldia bavara y a la division militar se unirian inmediatamente la proclamacion de la Republica independiente de Renania y de la Republica autonoma del Palatinado; los comunistas se sublevaban en Hamburgo y eran admitidos en los gobiernos de Sajonia y Turingia, donde surgian milicias obreras y se desarmaba al ejercito. En esta critica situacion los socialdemocratas abandonaron el gabinete y los conservadores de toda Alemania comenzaron a suspirar por una dictadura apoyada en el ejercito. La decision estaba pendiente de un hilo el 4 de noviembre de 1923, pero no se produjo. El martes, 6 de noviembre, los dirigentes de las ligas paramilitares de Baviera fueron reunidos por Von Kahr, el general Von Lossow y el jefe de la policia bavara, coronel Von Seisser, para comunicarles que se les prohibia tajantemente toda actuacion politico-militar.

Hitler, que asistio a la reunion, se comprometio, como los demas jefes de las milicias, a no realizar ningun intento golpista pero, en vista de la indignacion de muchos de los reunidos, decidio saltarse la orden, confiando en atraerse a los descontentos. El miercoles 7 de noviembre, reunio a Goering, jefe de las SA, Scheubner-Richter, Rohm, Kriebel, Weber, Rosenberg y algunos fieles mas y les expuso su plan para apresar al Gobierno bavaro y, seguidamente, sublevar a la guarnicion y organizar a las fuerzas paramilitares -empleando a las SA como nucleo- para marchar sobre Berlin. La ocasion elegida fue la reunion politica convocada por Von Kahr en la cerveceria Burgerbraukeller, a la que fueron invitados cerca de tres mil muniqueses pertenecientes a los estamentos sociales mas influyentes en la ciudad.

A las 20.45 h del 8 de noviembre de 1923, bajo una ligera nevada, el Mercedes rojo del partido que utilizaba Hitler, conducido por Ulrich Graf, se detuvo ante la Burgerbraukeller y de el descendieron Hitler, Goering, Graf, Amman y Rosenberg; en otros coches les seguia media docena de guardaespaldas y una compania de las SA. Franquearon sin problemas los cordones del servicio de orden y penetraron en el gran recinto, donde rollizas muchachas, vestidas con trajes regionales bavaros, repartian jarras de cerveza a los asistentes. Von Kahr tenia el turno de palabra cuando, al observar un movimiento inesperado en la sala, interrumpio su discurso para comprobar que estaba ocurriendo; de pronto vio ante si a Hitler, que llevaba una pistola con la que disparo hacia el techo reclamando silencio. Subio al estrado que acababa de abandonar Von Kahr y grito:

«?La revolucion nacional ha estallado! El edificio esta rodeado por seiscientos hombres armados. Si el orden no se restablece inmediatamente, se montara una ametralladora en esta sala […] Los gobiernos de Baviera y del Reich han sido derrocados y se va a formar un Gobierno provisional del Reich.»

Anuncio luego que los cuarteles del ejercito y de la policia habian sido ocupados y que tropas, con la esvastica en sus uniformes, convergian sobre Munich. Los asistentes estaban atonitos, pero no tenian mas remedio que creer lo que se les decia desde la tribuna, a la que tambien habia subido Goering con un revolver en la mano; por la sala circulaban armados los camisas pardas y los matones nazis y no cesaba el estruendo de las jarras de cerveza destrozadas al caer al suelo.

Hitler obligo a Von Kahr, Von Lossow y Von Seisser a acompanarle a una habitacion proxima, mientras Goering acallaba cualquier protesta con otro disparo al techo. Los tres prisioneros de Hitler, que mantenia su pistola en la mano, escucharon asombrados como alli mismo constituia un Gobierno provisional: Von Kahr mantendria su posicion en Baviera; Von Lossow recibiria el ministerio de Defensa; Von Seisser se haria cargo de la policia estatal; Ludendorff -al que se esperaba en cuestion de minutos- seria el nuevo general en jefe de la Reichswehr y el, Adolf Hitler, asumiria la Cancilleria del Reich. Atonitos y escepticos, los tres prisioneros se negaron a aceptar lo que se les proponia; trataban de ganar tiempo y cuchicheaban entre si intercambiando opiniones. «Sigamos la comedia», parece que dijo el general Von Lossow. Esa postura saco de quicio a Hitler, que les dejo custodiados y regreso a la sala.

Tenia un aspecto un tanto ridiculo: se habia quitado la trinchera, bajo la que llevaba un chaque que le estaba grande y le hacia parecer un «cobrador de impuestos vestido el domingo con su mejor traje… o ese tipo de novio bavaro de pueblo que se puede ver en las fotografias». Solo su Cruz de Hierro de primera clase, prendida en el pecho, infundia respeto. Sin embargo, cuando comenzo a hablar capto la atencion de los reunidos y arranco una salva de aplausos al anunciar la composicion del nuevo Gobierno. La situacion se hizo aun mas creible cuando en la gran sala penetro el mariscal Ludendorff, que ignoraba lo que estaba ocurriendo y a ultima hora habia sido llevado hasta la cerveceria por Scheuner-Richter. Sonaron nuevos aplausos y sonoros Heil! , que llegaban hasta la habitacion donde eran custodiadas las autoridades de Baviera, sumiendolas aun en mayor confusion.

Minutos despues penetraron en la habitacion Hitler y Ludendorff. Al ver entrar al mariscal, los tres detenidos se levantaron y los dos militares hicieron chocar sus tacones. Ludendorff les manifesto que estaba tan sorprendido como ellos, pero que la situacion de emergencia nacional que vivia Alemania aconsejaba tomar una decision radical, por lo que les recomendo que se unieran al putsch. Los militares se pusieron a

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