las ordenes de Ludendorff y Von Kahr, tras algunas vacilaciones, acepto la nueva situacion. Todos juntos comparecieron minutos despues en la sala y fueron vitoreados por los asistentes. Hitler subio nuevamente al estrado y se dirigio a los reunidos:

«Voy a cumplir el juramento que me hice a mi mismo hace cinco anos cuando era un pobre ciego invalido en un hospital militar: no descansar hasta lograr la caida de los verdugos de noviembre, hasta que sobre las ruinas de la infeliz Alemania de hoy surja una vez mas un pais poderoso, grande, libre y lleno de esplendor.»

Los aplausos atronaron la sala y todos en pie entonaron el Deutschland uber Alles. A las 22.30 h, tras dar su palabra de ser fieles a la «revolucion», Von Kahr, Von Lossow y Von Seisser abandonaron la sala mientras Hitler recibia las felicitaciones de sus amigos y los asistentes se perdian en la helada noche de Munich.

Hitler parecia haber triunfado pero, a partir de ese momento, la situacion se le escapo de las manos. Evidentemente, tanto el como sus colaboradores eran unos revolucionarios inexpertos: no habian ocupado la central de telefonos; no habian notificado sus planes a todas las secciones del partido en otras ciudades para que intentasen sublevar guarniciones y controlar las comunicaciones; no eran duenos de los cruces de carreteras, ni de los puentes, ni de los ferrocarriles; no habian logrado tomar los cuarteles del ejercito, ni las comisarias de policia… En suma, tenian en la ciudad centenares de patrullas, con unos tres mil hombres en total y solo disponian de la sede del Ministerio de Defensa, donde Rohm se habia atrincherado. En su ingenuidad esperaron a la manana siguiente para saber donde estaban Von Kahr, Von Lossow y Von Seisser, a los que permitieron maniobrar libremente durante diez horas.

Lo primero que las autoridades bavaras hicieron al abandonar la cerveceria fue acudir a sus despachos para enterarse de como estaba la situacion y, al comprobar que el control de Hitler sobre policia y ejercito era minimo, los tres se reunieron en los cuarteles de un regimiento de infanteria. Desde alli pidieron refuerzos a las guarniciones de las ciudades vecinas, coordinaron la actuacion de policias y soldados y, a las 2.55 h de la madrugada del 9 de noviembre emitieron una proclama por Radio Munich en la que repudiaban el putsch, aclarando que su inicial adhesion habia sido conseguida bajo amenazas. Esa madrugada, mientras los nazis detenian al alcalde de la ciudad, saqueaban la redaccion del diario Munchner Post y robaban 15 trillones de marcos de una imprenta, Von Kahr ordenaba la impresion de varios millares de carteles que reproducian el comunicado emitido por radio y condenaban el golpe de Hitler; Von Seisser tomaba medidas para que la policia fijara los carteles y cortara las principales carreteras de acceso a Munich, deteniendo a cuantos nazis pretendieran penetrar en la ciudad; Von Lossow coordinaba la actuacion de la Reichswehr y a las 5 de la madrugada envio un mensaje al mariscal Ludendorff, pidiendole que depusiera su actitud golpista, puesto que el ejercito apoyaba al Gobierno.

Cuando amanecio el 9 de noviembre humedo y frio, las cosas estaban claras. Incluso Hitler, que habia asistido paralizado al viraje de la situacion, advirtio que su golpe era un fracaso: no se le ocurrio, sin embargo, pegarse un tiro, tal como asegurara la vispera en la Burgerbraukeller, sino que propuso retirarse hacia Rosenheim para concentrar alli a sus huestes y regresar luego a Munich. Ludendorff le convencio de que aquel plan carecia de toda viabilidad; si alguna posibilidad tenian aun de exito era en Munich y cuanto antes mejor. El mariscal propuso marchar hacia el cuartel general de Von Lossow, al que avergonzaria por haber roto su palabra y a cuyos soldados estaba seguro de poder arrastrar hacia el bando sublevado.

Los enlaces de las SA se movieron aprisa y poco despues de las 11 de la manana partio desde la cerveceria Burgerbraukeller la comitiva nazi, compuesta por unos tres mil hombres, armados en su mayoria. En primera fila marchaban Ludendorff, con el atuendo de campo que tenia la vispera; Hitler, Scheubner-Richter, Ulrich Graf, Weber, Feder, Kriebel; en la segunda, Rosenberg, Albrecht von Graefe, Streicher, Goering, Drexler; luego Hess, Amman, Strasser, Frick, etc. La impresionante comitiva, que enarbolaba numerosas banderas con la esvastica, avanzaba deprisa entonando canciones de marcha. Balcones y ventanas se abrian a su paso y algunos transeuntes les vitoreaban e, incluso, se unian al tropel. El primer obstaculo les esperaba en forma de cordon policial en el puente Ludwig, sobre el rio Isar, pero los policias bajaron sus armas al identificar a Ludendorff, cuyas zancadas apenas podia seguir Hitler.

Marcharon seguidamente hacia la Odeonplatz, pero debieron cambiar varias veces de itinerario para no chocar con los fuertes contingentes policiales que impedian la entrada en la plaza. La tension era extraordinaria. Del cercano Ministerio de Defensa, defendido por Rohm y cercado por fuerzas del ejercito desde primeras horas de la manana, llegaba el ruido de algunos disparos, que hirieron a varios soldados de la Reichswehr y mataron a uno de los sediciosos. Aplausos, vitores, maldiciones, canciones nazis, gritos de «?alto!», ecos de disparos, acompanaban al empeno nazi por entrar en la plaza, atravesando la estrecha Residenzstrasse; la policia les esperaba al final de la calle con las carabinas en posicion de fuego.«?No dispareis, su excelencia el mariscal Ludendorff esta aqui!», gritaban desde las primeras filas de la comitiva, pero sirvio de poco porque acto seguido una cortina de plomo barrio la Residenzstrasse. Aun no esta claro quien comenzo el fuego, pero iniciado el tiroteo quienes salieron mejor librados fueron los policias, que tenian a los nazis en el punto de mira de sus armas.

Muchos cayeron abatidos por los disparos, heridos por rebotes y esquirlas de piedra o arrollados por los que rompieron a correr en busca de refugio. Solo dos hombres se mantuvieron en pie, marchando hacia el cordon policial, desafiando la lluvia de balas, que duro apenas 30 segundos: el mariscal Ludendorff y su ayudante, el mayor Streck; ambos penetraron en la Odeonplatz, pasando junto a los atonitos policias, y se detuvieron junto al monumento a los heroes alemanes. Nadie les habia seguido y poco despues fueron cortesmente detenidos por la policia. Entre tanto, la confusion era formidable en la Residenzstrasse. La policia atendia a los heridos y recogia a sus tres muertos y a los 16 que se habian producido en las filas nazis y perseguia a los que huian en medio del caos, aumentado por algunos disparos sueltos. Entre los muertos estaban el vicepresidente del NSDAP, Oskar Kroner, y los dos correligionarios que marchaban junto a Hitler, Scheubner-Richter y Ulrich Graf. Puede decirse que ambos salvaron la vida al futuro Fuhrer: Graf, que se habia adelantado, cubrio a Hitler con su cuerpo, mientras que Scheubner-Richter, que le cogia del brazo, le arrastro hasta el suelo al caer mortalmente herido. En aquella confusion, Hitler logro levantarse y huir, refugiandose en la residencia de los Hanfstaengl, en los alrededores de Munich; estaba cubierto por la sangre de sus amigos y se habia dislocado un hombro en su caida. Otro de los dirigentes del NSDAP que pudo haber muerto en aquella jornada fue Goering: resulto gravemente herido y fue retirado de la refriega por sus camaradas; su esposa logro llevarle hasta Austria.

Hitler permanecio dos dias refugiado en casa de los Hanfstaengl, padeciendo fuertes dolores en su hombro dislocado, que no hubo manera de reducir alli; sufria, tambien, una fuerte crisis nerviosa y hablaba de quitarse la vida aunque, finalmente, le convencieron de que lo mejor era que se refugiase en Austria durante algun tiempo. En la noche del 11 de noviembre, cuando esperaba el automovil que le sacaria de Munich, la policia llego al refugio de Hitler con una orden de registro, que no fue necesario porque se entrego inmediatamente y sin oponer resistencia. Horas antes, presintiendo que seria arrestado, dicto su primer testamento; en el dejaba a Rosenberg la jefatura del partido, Amman seria su ayudante en jefe y, junto a ellos, Esser y Streicher compondrian un cuadrunvirato que regiria los destinos del NSDAP, con Hanfstaengl como tesorero.

?Cuantas vueltas habia dado la vida desde entonces! ?Que extraordinario cambio habia experimentado el mundo desde aquel ya lejano noviembre de 1923 hasta el 29 de abril de 1945! Sin embargo, veintidos anos mas tarde, Hitler, acosado como entonces, amenazado como entonces, dictaba nuevamente su testamento. ?Pero no era como entonces!, ?lamentablemente, no era como entonces! En 1923 era joven, tenia treinta y cuatro anos, y estaba refugiado en el atico del chalet de los Hanfstaengl, desde donde veia caer la nieve mansamente, rodeado de silencio y atendido solicitamente por Frau Hanfstaengl, que estaba embarazada. De la cocina ascendian hasta el atico los penetrantes y deliciosos aromas de sus guisos y, ciertamente, temia morir porque la policia verde de Munich tenia fama de violenta y su jefe, Von Seisser, tendria ganas de vengarse y es muy posible que ordenara que le liquidaran pretextando su resistencia o su fuga. Pero lo de ahora, lo de abril de 1945, era mucho peor: se habia convertido en un viejo prematuro de cincuenta y seis anos, encerrado en un bunker que amenazaba con enterrarle vivo bajo el impacto de las granadas sovieticas; el ambiente era humedo; el aire, maloliente; las habitaciones, pequenas; los muebles, miserables; y el enemigo se acercaba implacable. Hitler miro a Frau Junge, palida y ojerosa a aquellas horas de la madrugada, y abandono sus recuerdos para concentrarse nuevamente en su testamento, que esta vez seria el definitivo:

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