noticia te refieres.» «Pasmate, Gerhardt -concluyo Freytag von Loringhoven-, anoche se caso nuestro
Bormann ya estaba despierto a las 9 y con una decision tomada: enviaria a tres mensajeros. Dos se dirigirian a Plon, en busca de Doenitz, y el tercero, a las montanas de Bohemia, donde se hallaba el cuartel general de Schoerner. El coronel de las SS, Zander, pese a sus protestas, hubo de emprender el peligroso camino hacia Plon; junto con los testamentos politico y privado de Hitler llevaba el certificado de matrimonio del
«Querido gran almirante: puesto que todos los ejercitos han fracasado en sus tentativas de socorro y nuestra situacion parece desesperada, el
Con el mismo destino partio Heinz Lorenz, funcionario del Ministerio de Propaganda, que ademas de los testamentos de Hitler llevaba el de Goebbels; el destino final de tales documentos, «la historia nazi de los tiempos heroicos», era la posteridad, segun deseaba el ministro. En busca de Schoerner fue enviado Willi Johannmeier, uno de los ayudantes militares de Hitler. Se le entregaron los testamentos y el general Burgdorf anadio un mensaje manuscrito:
«Querido Schoerner: adjunto le remito por mano de confianza el testamento de nuestro
Salir de Berlin, cercado por los rusos y convertido en un enorme campo de batalla era muy peligroso y complicado, pero muchos lo conseguian a diario porque no todos los boquetes estaban bien cerrados y porque los tuneles del metro y las alcantarillas aun eran buenas vias de escape. Los tres mensajeros abandonaron el bunker hacia el mediodia, acompanados por un guia, el cabo Hummerich, en un momento en que los canones sovieticos se habian tomado un breve reposo. Siguiendo estudiados itinerarios y eludiendo la lucha y las patrullas enemigas, pudieron abandonar la capital del Reich y, tras pernoctar en las trincheras de un batallon de las Juventudes Hitlerianas, los cuatro alcanzaron la islita de Pfauen, en el rio Havel, donde deberian recogerles dos hidroaviones. Esperaron en vano. Finalmente, ante el peligro de caer en manos de los rusos, cada uno decidio buscar su destino por separado. Realmente, los tres mensajeros tuvieron el mismo pensamiento: poner tierra de por medio y olvidarse del mensaje, actitud logica porque para entonces ya era el 3 de mayo y los combates habian cesado. Los tres fueron capturados semanas despues por los aliados, que hallaron las tres copias del testamento de Hitler que se ha transcrito paginas atras. Pero esto no podian saberlo en el bunker.
Aquellos dirigentes nazis, que vivian -en palabras del ministro Schaub- como en un «submarino en las profundidades, bajo el mar de casas y ministerios de Berlin», se fueron despertando aquella manana del 29 de abril mas aislados que nunca. La antena radiotelefonica de VHF se habia perdido durante la noche al caer el globo que la sujetaba y las lineas de teletipo estaban practicamente cortadas. Solo quedaba el telefono convencional, cuyos enlaces con el exterior de Berlin eran complicadisimos y las informaciones interiores se conseguian por muestreo de los distritos. Se llamaba a un telefono cualquiera de las zonas en lucha y podian ocurrir cuatro cosas: lo mas frecuente era que no lo cogiera nadie; a veces respondia una voz en ruso; podia levantar el aparato un aleman que se ofrecia gustoso a narrar los confusos combates que se desarrollaban a pocos metros o, por ultimo, un combatiente que maldecia al telefonista del bunker porque tenia a los rusos en el piso de abajo y debia preocuparse de continuar vivo.
Hitler se desperto hacia las 11 de la manana. Tras apenas seis horas de sueno intranquilo, se hallaba muy cansado y penso en la posibilidad de dormir un poco mas, pero desecho la idea porque se convencio de que tenia aun muchas cosas que hacer. Al encender la luz y contemplar la tetrica realidad que le rodeaba no pudo disimular un rictus de desaliento o quiza de rabia. Dormia en un pobre catre de campana en una humeda y mal iluminada habitacion de apenas nueve metros cuadrados, disponiendo como unico mobiliario de un pequeno armario y una comoda. Solo la presencia de una caja fuerte concedia cierta importancia al personaje que habitaba en aquel cubiculo, mas lobrego que una celda carcelaria. ?Quien pudiera hallarse, por ejemplo, en la fortaleza de Landsberg, donde estuvo preso en 1924! Alli habia dispuesto de una celda grande y soleada en el primer piso y, con el tiempo, logro que le adjudicasen otras dos, para recibir visitas y para sus libros. ?Que agradable era aquel sendero de grava que recorria sinuoso los macizos del jardin y discurria, luego, junto al muro del penal! Aun podia recordar el olor de las flores, el ruido de los zapatos sobre la arena y hasta el contenido de sus disertaciones que, habitualmente, solo tenian un destinatario, Rudolf Hess. Los recuerdos le llenaron de nostalgia y dulcificaron su expresion. Recordo su ingreso en Landsberg para cumplir los cinco anos de carcel a que fue condenado por el fracasado golpe de Estado de noviembre de 1923. Ocurrio en abril de 1924. ?Curiosa coincidencia, se acababan de cumplir veinte anos! Pero la situacion y el escenario eran bien diferentes. De la prision de Landsberg, apenas a 100 km de Munich, podia recordar que mas que un presidio parecia un palacio de la aristocracia campesina bavara, enclavado en las verdes y arboladas estribaciones alpinas que riega el Lech.
Hitler fue detenido en la casa de los Hanfstaengl, en los alrededores de Munich, hacia las 19 h del 11 de noviembre de 1923 y aquella noche, despues de un viaje de pesadilla, con el hombro dislocado, una fisura en el brazo izquierdo y la derrota en el alma, llego por vez primera a la prision de Landsberg. Pero, si lamentable era su estado fisico, peor aun era su situacion animica: perdio interes por cuanto le rodeaba, tenia obsesiones suicidas y dejo de comer. Sumido en esa depresion le hallo el nacionalista sudete Hans Knirsch, que le visito en los primeros dias de encarcelamiento; aquel curtido politico logro que, al menos, comenzase a comer para poder decidir su futuro con la mente clara.
Poco a poco mejoro su estado fisico y cedio la depresion. Sus amigos del NSDAP, Drexler y Eckart, fueron tambien recluidos en Landsberg, constituyendo una agradable compania para Adolf, aunque el escritor estaba gravemente enfermo, al punto de que fue excarcelado pocos dias despues y enviado a su casa, donde murio antes de las Navidades de 1923. Hitler, que no se distinguio precisamente por la profundidad de sus fidelidades, siempre recordo con gran afecto a su amigo y protector Dietrich Eckart. En aquella tranquila prision, rodeada de un paisaje nevado, pero caliente y sin medidas de seguridad demasiado drasticas, pudo Hitler preparar su defensa en el proceso que se les instruyo a los golpistas del 8 de noviembre.
El juicio comenzo el 16 de febrero de 1924 con un planteamiento sorprendente: el Gobierno de Baviera no queria que el
El lider nazi, que pronuncio dos amplios discursos, uno a la apertura de la causa y otro a su cierre, obtuvo una audiencia que poco antes no podia ni sonar, pues sus ideas no solo llegaron a todos los estados alemanes, sino que incluso obtuvieron eco internacional. La sentencia fue consonante con el desarrollo de las sesiones: tuvo muy poco que ver con la Justicia y mucho con los intereses politicos de Baviera y con la ideologia del ministro Guertner. Resultaron condenados a cinco anos de carcel Hitler, Poherner, Kriebel y Weber -cuando su delito hubiera podido,