Molotov. Simultaneamente, el encargado de negocios sovietico en Berlin se entrevisto cuatro veces con Von Ribbentrop o con sus colaboradores. En una de las entrevistas, el 3 de agosto, se abordo abiertamente el reparto del Baltico y de Polonia entre Alemania y la Union Sovietica. Estaba claro que Stalin preferia aliarse con Berlin y renunciar a Londres y Paris. Las ventajas eran, de momento, indudables: ganancias territoriales y colaboracion economica, industrial y tecnologica con Hitler o guerra contra el. A partir de ese momento, la negociacion progreso con rapidez. El 14 de agosto Von Ribbentrop enviaba a Molotov un telegrama en el que acusaba a Gran Bretana y Francia de querer enfrentar a alemanes y sovieticos en una guerra. Para conjurar esas insidias, sugeria la conveniencia de concertar un acuerdo germano-sovietico y a fin de concretar la idea pidio ser recibido en Moscu. Tan buena era la predisposicion de unos y otros que el dia 20 del mismo mes se firmo el tratado comercial y el 23, en presencia de un Stalin sonriente, Molotov y Von Ribbentrop firmaron un Tratado de No Agresion que tenia un protocolo secreto, por el cual ambos firmantes se repartian los paises balticos (Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania) y Polonia.

Europa quedo helada ante la noticia. Paris y Londres se dieron cuenta de que la guerra era inminente y de que Polonia estaba perdida. En una reunion urgente del Comite de Defensa Nacional frances con el presidente del Consejo, Daladier, se decidio mantener los compromisos militares con Polonia, en vista de que se esperaba la resistencia de los polacos al menos hasta la primavera y que, entre tanto, franceses y britanicos habrian tenido tiempo de prepararse para repeler cualquier ataque aleman. Londres, por su lado, firmo en Varsovia el dia 25 de agosto un pacto de ayuda mutua en el caso de que cualquiera de los dos paises sufriera un ataque extranjero. Berlin no esperaba ese golpe y lo encajo mal. Hoffmann, el fotografo y amigo del Fuhrer, cuenta esta escena:

«Estaba yo en la Cancilleria y vi a Hitler despues de que le dejara Von Ribbentrop (que acababa de darle la noticia). Se desplomo sobre una silla, absorto en sus pensamientos, con una expresion de duda y de confusion en el rostro. Hizo con la mano un gesto bastante patetico de renunciamiento, acompanandolo de estas extranas palabras: 'De todo esto debemos dar gracias a los expertos en Asuntos Exteriores, es decir, a esos locos'.»

Hitler habia dado ya la orden de ataque para el 26 de agosto y aplazo la invasion in extremis. La contraorden no llego a tiempo a algunas unidades, que se empenaron en fuertes combates, calificados inmediatamente como incidentes fronterizos y que la propaganda de Goebbels convirtio en provocaciones polacas. Mussolini quedo helado ante la noticia del acuerdo anglo-polaco. Ciano, ministro italiano de Exteriores, hizo saber a Von Ribbentrop que «Italia no estaba preparada para la guerra». Aquel critico 25 de agosto, el embajador frances en Berlin entrego a Von Ribbentrop un mensaje de su Gobierno advirtiendo con toda claridad y precision a Alemania que un ataque contra Polonia significaria la guerra. Gran Bretana hacia lo propio al dia siguiente. Esta advertencia preocupo tanto a Hitler que trato de desvincular a los britanicos de la guerra que ya tenia decidida, garantizandoles su imperio y todo tipo de ventajas economico-comerciales. La respuesta britanica le llego el 28 de agosto, rechazando el cambalache, pero ofreciendose a mediar en el problema. Hitler acepto la oferta: pidio un negociador plenipotenciario polaco antes de que terminase el dia 30. Sin duda, el Fuhrer vio la posibilidad de un nuevo Munich, obteniendo Dantzig y las deseadas comunicaciones sin disparar un tiro, aparte de los que ya se habian disparado en la frontera. Tiempo habria para apretar nuevamente las clavijas a los polacos. Pero si Varsovia no enviaba a su representante plenipotenciario o si este no aceptaba las exigencias alemanas, Berlin tendria el pretexto de que los polacos habian boicoteado la negociacion. ?Bastaria eso para frenar a los aliados de Polonia? Habia, al menos, una posibilidad.

Pero mientras se jugaban las ultimas cartas diplomaticas, la Wehrmacht habia recibido la orden de atacar Polonia el dia 1 de septiembre. El 30 de agosto no llego a Berlin ningun representante plenipotenciario de Polonia, ante la desesperacion del embajador britanico en Alemania, Neville Henderson, y es que Varsovia, con las lecciones del pasado proximo bien aprendidas, sabia que no existia posibilidad alguna de acuerdo. Beck lo expreso con contundencia al embajador britanico en Varsovia: la alternativa era capitular o combatir. Los polacos eligieron lo segundo, aunque a ultima hora y presionados por Londres, hicieron una timida tentativa de abrir nuevas negociaciones. Al caer la tarde del 31 de agosto, el embajador Lipsky acudio al despacho de Von Ribbentrop para comunicarle que su pais deseaba entablar negociaciones con Alemania. Von Ribbentrop, frio y cortante, le pregunto:

– Tiene usted poderes plenipotenciarios para empezar ya a negociar?

– No -replico el polaco.

– Entonces, senor embajador, es inutil hablar. Le ruego que se retire.

Doce horas despues, en la madrugada del viernes 1 de septiembre de 1939, las tropas de la Wehrmacht atacaban Polonia en tres direcciones. Esa misma madrugada, los alemanes penetraban en Dantzig. El mismo dia, Londres y Paris movilizaban sus fuerzas y pedian a Berlin que suspendiera inmediatamente todas las operaciones y se retirase a su territorio, pues, de lo contrario, «cumplirian sin vacilaciones sus compromisos con Polonia». Hitler no retrocedio y el domingo 3 de septiembre, a las 9 h, el interprete Paul Schmidt recibio de manos del embajador britanico en Berlin, Neville Henderson, el siguiente ultimatum: «Si el Gobierno de Su Majestad no ha recibido garantias satisfactorias del cese de toda agresion contra Polonia y de la retirada de las tropas alemanas de dicho pais a las 11 del horario britanico de verano, existira desde dicha hora el estado de guerra entre Gran Bretana y Alemania.» Apenas quince minutos mas tarde Schmidt penetraba en el despacho de Hitler, que se hallaba acompanado de Von Ribbentrop. Leyo el telegrama en medio de un profundo silencio, que se prolongo durante unos segundos despues de finalizar la lectura. Luego Hitler, con voz colerica, se dirigio a Von Ribbentrop y le apostrofo: «?Y ahora, que?»

Schmidt narra en sus memorias que se encontro con Goebbels a la salida del despacho y le informo del ultimatum. El ministro de Propaganda bajo la cabeza, incapaz de articular palabra. Mas expresivo fue Goering, que aun trataba de entablar una negociacion por medio de sus buenas relaciones suecas; cuando le informaron por telefono del ultimatum britanico hundio su cabeza entre las manos y murmuro: «Si perdemos esta guerra, que Dios tenga piedad de nosotros.» Esa misma manana, el embajador frances, Coulondre, entrego el ultimatum de su Gobierno. Estaba redactado en similares terminos al britanico, solo que posponia la entrada en guerra hasta las 17 h del mismo 3 de septiembre de 1939. La Segunda Guerra Mundial habia comenzado.

?Que diferentes fueron aquellos dias de septiembre de 1939 a los de este horroroso abril de 1945! Hitler, sentado aun en su despacho del bunker, recordaba hasta los minimos detalles el tren de mando Amerika al que subiera a ultima hora de la tarde del dia 3 de septiembre para seguir desde cerca -parado en una insignificante estacion ferrea de Pomerania- la marcha de la campana de Polonia. No es que en aquellos primeros compases de la guerra no hubiera problemas; existian y eran gravisimos: si Francia hubiera atacado el flanco aleman del sur con las 110 divisiones que alli tenia concentradas «hubiera hecho picadillo» al ejercito germano, cuyos efectivos teoricos eran cuatro veces inferiores y, en realidad, ascendian tan solo a 12 divisiones en situacion de combatir, cuya mision era nada menos que defender un frente de 50 km. En suma, poco mas que una vigilancia aduanera. Sin embargo, no atacaron y le permitieron conquistar Polonia y, luego, reforzar convenientemente su frente sur. Hitler rememoraba los exitos del pasado, el espanto que habia logrado sembrar tanto en Londres como en Paris, hasta el punto de haberles tenido a la defensiva durante ocho meses, paralizando a ejercitos teoricamente muy superiores.

Repentinamente, un rictus amargo se dibujo en su boca: ?todo habia cambiado! ?Donde estaba ya el tren Amerika en el que habia vivido durante tres victoriosas semanas??Donde los umbrios pinares de Pomerania que impregnaban de olor a resina las tardes secas y largas del final del verano del 39? ?Donde los altos y disciplinados hombres de las SS que vigilaban el convoy, con sus cascos y armas relucientes? ?Donde estaban Jodl y Keitel, sus dociles escuderos militares, pulcros y sonrientes??Donde sus ayudantes Schmundt, Von Vormann, Rommel, comandante de su cuartel general, o Halder, su jefe de Estado Mayor??Donde sus mariscales, rayos de la guerra que hicieron temblar Europa, Von Brauchitsch, Von Rundstedt, List, Von Reichenau, Blaskovitz, Von Kluge, Von Bock, Von Kuchler? Muertos, desaparecidos, marginados, encarcelados o derrotados. En aquella lugubre tarde del 29 de abril de 1945, solo luto y ruinas quedaban de todo ello y ahora le tocaba a el. Alguien llamo entonces a la puerta del despacho: el doctor Haase, sustituto del doctor Morell que, enfermo, habia abandonado el bunker una semana antes. Le habia mandado venir porque queria asegurarse de la eficacia de los venenos que tenian para suicidarse, caso de elegir ese sistema. Como los habia enviado Himmler, cabia la posibilidad de que fueran falsos. Aquel traidor que, pese a su ridiculo aspecto, habia salido de la nada gracias a su ayuda. ?Miserable! Le habia entregado las SS, la policia, la Gestapo, las prisiones, los campos de

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