momentos mas dificiles, como hacen los buenos soldados y los hombres valientes. Compartelo con el si quieres. Te honra haber llorado por ver sano y salvo a un amigo, eres un buen tipo Tornell. Es un presente de soldado a soldado. -Volvio a hacerse el silencio entre ellos.

Aleman miro alrededor y reparo en que todos les observaban.

– ?Cada uno a lo suyo! -grito entonces el oficial mirandoles con mala cara. Los presos volvieron, sumisos, a sus actividades. Aleman tomo a Tornell del hombro y lo aparto para que se sentara junto a el en una enorme piedra.

– No te preocupes, hombre, no pasa nada. Toma asiento, no muerdo -dijo como invitandole a charlar.

Juan Antonio hizo lo que el oficial le decia y tomo la palabra:

– Senor, no se lo tome a mal. Le agradezco mucho el gesto, pero es que mis companeros pueden pensar que… que soy…

– ?Que eres un chivato?

– Si, mas o menos.

Aleman estallo en una violenta carcajada.

– ?Que cono! -dijo-. Tu eres un tipo valiente, con mas cojones que todos esos piltrafas. No temas. Lo saben. Y te respetan por ello. Ademas, he leido tu expediente.

– Si no le importa, me gustaria repartirlo. El tabaco, digo.

– Si, si, buena idea, asi limaras asperezas. Lo entiendo, lo entiendo…

Quedaron en silencio de nuevo.

– ?Sabes? Tu y yo somos oficiales. Luchamos en bandos distintos y uno gano, si, pero debemos ayudarnos, ?no? -dijo de pronto el Loco.

Tornell asintio. Aquel tipo le ponia nervioso. Estaba para encerrarlo en un psiquiatrico.

– No debes tenerme miedo -continuo-. Se que se cuentan cosas sobre mi. No hagas caso, la mayor parte de ellas son falsas.

– Pero dicen que usted escapo de la checa de Fomento.

– Si, ?ves? Y eso si que es verdad. Aun no me explico como pude hacerlo. Sali de alli hecho una bestia, un animal peligroso. No negare que he sido un buen soldado, ya sabes, matar es nuestro trabajo. Pero se dicen muchas mentiras, en mi vida he dado el tiro de gracia a un tio. Lo mio fue siempre el frente. Salvo…

– ?Si?

– Salvo al acabar la guerra. Habia jurado vengar la muerte de mis padres y de mi hermana. Murieron en aquella checa. -Tornell puso cara de pena y disimulo como si no lo supiera-.Yo me habia propuesto cazar a todos los chequistas que pudiera. La mayoria logro escapar al extranjero. Pero di cuenta de los que quedaron aqui. Varios. El ultimo, Felipe Sandoval.

– El doctor Muniz.

– Se hizo famoso, ?eh? Menudo hijoputa. Todo el mundo en Espana llego a conocer a ese carnicero.

– No, no, yo lo conoci personalmente.

– ?Como!

Tornell noto que el otro le miraba con desconfianza.

– Si, de mis tiempos de policia. Sandoval era un delincuente. Era de Madrid, si, pero cometio muchos delitos mientras vivia en Barcelona.

– Por un momento pense que igual habias sido anarquista pero, claro, tu fuiste policia. ?Como ibas a andar enredado con la CNT?

– Y de los buenos -dijo Tornell con cara de pena-. Me gustaba mi trabajo y no se me daba mal, la verdad. Recuerdo a Sandoval. Un ladronzuelo. Habia salido por piernas de Paris, donde desplumo a una domestica. Lo detuvimos varias veces. Alli, en Barcelona, fue donde los carceleros le deformaron la cara de una paliza. El tipo habia intentado fugarse en un motin muy violento y lo cazaron. Le dieron lo que no esta en los escritos. Luego se hizo anarquista. Lo demas, ya lo sabra usted.

– Si. Lo se.

– Me lo encontre en Madrid, cuando la guerra. Iba armado y acompanado por tipos violentos como el. Me miro mal, me recordaba. Senti miedo, la verdad, era evidente que estaba aprovechando para igualar cuentas con aquellos que le habian afrentado en el pasado. ?Cayo prisionero?

– ?Como?

– Si, Sandoval. ?Fue hecho prisionero?

– Intento escapar por Alicante pero, como ya sabras, los barcos no llegaron a tiempo.

– Lo se.

– Alguien lo identifico y lo mandaron para Madrid en la Expedicion de los 101.

– ?Los 101?

– Si, los mas buscados: periodistas, diputados, alcaldes, pistoleros, criminales… no creas, el tipo canto de lo lindo. Esta todo en la «Causa General». Me avisaron. Cuando llegue estaba ido, entre la tortura y las amenazas de sus companeros habia terminado por romperse. Todos sabian que habia confesado y delatado a sus camaradas. Le animaban a matarse desde sus celdas y no le dejaban dormir, los carceleros lo escuchaban todo.

Hubo un nuevo silencio.

– ?Y que paso? -pregunto Juan Antonio arrepintiendose al instante de haberlo hecho.

Aleman lo miro fijamente a la cara.

– Lo tire por la ventana -dijo sin atisbo de emocion.

– Vaya.

– Luego dijeron que se habia suicidado. Quiza no debi hacerlo. No creas, Tornell, es la unica vez en mi vida que he matado a un hombre desarmado, lo juro. Pero no me arrepiento. Habia leido su declaracion y sabia que era carne de canon. Undesgraciao sin padre que habia crecido en la barriada de las Injurias. Un crio que se habia criado delinquiendo y malviviendo de la caridad de los hospicios. Lo se. Se que un tipo asi no tiene oportunidad en la vida. Pero yo queria hablar con el, echarmelo a la cara y preguntarle que culpa tenian mi hermana y mis padres de aquello, de que su vida hubiera sido asi. Y yo mismo. ?Que le habiamos hecho?

Aleman volvio a quedar en silencio. Roberto siguio hablando:

– Pero no. Lo vi y no pude contenerme. Lo enganche del pescuezo y lo levante en peso. Ya no parecia tan valiente, ?sabes? Lo arroje al vacio, si. De pocas me cuesta un disgusto. Me salvo el que ya hubiera cantado de pleno.

Tornell miro al capitan a la cara, parecia hacer un gran esfuerzo por recordar, como si se hallara lejos de alli.

– ?Sabe? Siempre he pensado que gente asi, como Sandoval, son los que nos hicieron perder la guerra. Los sadicos, los torturadores se crecen en ocasiones como aquella. El caos y la desorganizacion nos perjudicaron, pero la gente como el doctor Muniz nos hizo perder muchas adhesiones, sobre todo entre las clases medias.

– No tengas duda, Tornell, no tengas duda. Yo mismo no tenia filiacion politica alguna y mira… Pero los verdaderos culpables son los que estuvieron de acuerdo en utilizar a carniceros asi para lograr sus fines.

– Quiza. Nunca estuve de acuerdo con lo que ocurria en las checas, Aleman.

Roberto asintio con la mirada perdida. Entonces hablo:

– Eso, viniendo de un rojo tiene un gran valor para mi, Tornell. Y no creas, que los mios tambien hicieron cosas… podria contarte cosas que vi, barrabasadas cometidas por los moros que asustarian al mas templado. La guerra, amigo, la guerra. Y se siguen haciendo barbaridades, creeme.

Volvieron a quedar en silencio.

– Disfruta del tabaco y descansa. Eres un buen hombre, Juan Antonio -dijo Aleman levantandose y dando por terminada la conversacion.

Cuando Tornell quedo a solas reparo, con sorpresa, en que habia sido agradable charlar con aquel tipo. Sintio, una vez mas, lo sucedido en la checa y comprendio por que la guerra creaba monstruos como aquel. Lo que mas le preocupaba era que, por un momento, habia estado a punto de contarle lo de la investigacion que el mismo habia llevado a cabo. Lo tomaria por uno de sus captores. Se mentalizo para no meter la pata y no comentar el asunto con nadie, ni siquiera con Colas.

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