reir. Justo antes de la despedida, la habia acompanado al coche. Fue entonces cuando habia visto a Tornell, que acababa de despedirse de su mujer, muy hermosa, por cierto, distinguida, alta, parecia de buena cuna, seguro.
Otra vez lloraba. Entre Pacita y Tornell, le hicieron sentir algo raro. Como si su cuerpo fuera a explotar liberando toda aquella porqueria que habia acumulado durante anos. Ella se fue y se quedo viendo alejarse el coche, como un tonto, mientras agitaba la mano ensimismado. Pacita era una mujer exuberante y una cria a la vez. Era alegre, le hacia feliz, y ademas, le excitaba. Deseo con todas sus fuerzas que volviera otro domingo. No. Mejor, el bajaria a Madrid. ?Le agradaria aquello a su jefe? Sintio como miedo. Miedo ?El! Algo se rompio en su interior y noto que una sola lagrima rodaba por su mejilla. Percibio que aquello era el comienzo de algo y supo que en cuanto terminara con aquel trabajo iba a dejar el ejercito. La unica forma de arreglarse la cabeza era aprender a llevarlo a cabo el mismo y eso podia arreglarse. Sabia como hacerlo.
Baldomero Saez llego a su vivienda algo cansado. Le faltaba el aire despues de subir aquella maldita pendiente y caminaba con cierta dificultad porque habia bebido demasiado. Odiaba aquellas cuestas de Cuelgamuros. Moverse en el campo, con ese frio y a tanta altura le resultaba agotador. Abrio la puerta y, tras entrar, se dejo caer boca arriba en su cama. No reparo en que alguien, sentado en el butacon, habia encendido la chimenea.
– Siempre alerta, ?eh? -dijo una voz autoritaria y conocida que hizo que el falangista se levantara de pronto, de un salto.
– ?Arriba Espana, camarada Redondo! -exclamo Saez cuadrandose brazo en alto mientras daba un sonoro taconazo con sus botas altas.
El otro, apenas una figura perfilada en la penumbra, se le acerco lentamente.
– Te preguntas que hago aqui, ?verdad?
– Mas bien si -dijo Baldomero sudando de miedo. Sudaba constantemente, en exceso, aunque hiciera frio. Quiza era debido al sobrepeso que siempre le habia acompanado y que habia hecho de el un nino infeliz y un adolescente rechazado. Hasta que ingreso en Falange, claro.
– He entrado discretamente en el campo gracias a un amigo -dijo el secretario general- porque he juzgado necesario venir a verte. Descansa. Toma asiento, camarada.
Baldomero Saez no sabia que estaba pasando pero aquella visita inesperada no parecia depararle nada bueno. Redondo se le acerco y le arrojo un papel.
– ?Sabes que es esto?
Saez echo un vistazo y dijo:
– Claro, una carta. Yo mismo te la envie anteayer.
– ?Y?
– No te entiendo, camarada.
– ?No tienes nada que decir al respecto? ?Crees que todo esta bien?
Baldomero Saez quedo en silencio. Nunca fue demasiado despierto y no tenia ni idea de que iba aquello. Lo suyo era cumplir ordenes. Un falangista rechazado en su llamada a filas que no podia luchar como soldado por su asma, un gordo, un segundon que se habia hecho un hueco dirigiendo pelotones de fusilamiento y dando tiros de gracia, eso era el. Un tonto util.
– Leela. En voz alta -ordeno su jefe.
Saez, con voz tremula, comenzo a leer la carta:
– Cuelgamuros 6 de diciembre de 1943…
– Sigue, camarada, sigue.
Baldomero Saez obedecio:
– … Al camarada Fernando de Redondo, secretario general del Movimiento:
»Por la presente me complace comunicarte que hay noticias con respecto al capitan que envio aqui la ICCP. No temas, ni la Inteligencia Militar, ni la propia ICCP estan interesadas en nuestro asunto. Al menos para algo que nos concierna. Aleman no esta aqui por nosotros. Simplemente esta loco y lo han enviado a Cuelgamuros para justificarle el sueldo. No me cabe duda. Es intimo de Francisco Enriquez y eso explica que le hayan ahorrado el deshonor de una licencia por enfermedad. Ya sabes lo que se rumorea sobre su actuacion en la guerra: sufrio mucho y aquello provoco que perdiera la cabeza. Se supone que esta aqui para investigar si se desvian alimentos al mercado negro. El director, un buen amigo y mejor espanol, cree que mas que nada es para tenerlo entretenido.
No tenemos por que temer. Se hace evidente que no esta aqui para investigar nada relativo a nuestro negocio. Por lo demas, todo marcha como habiamos pensado, lo he confirmado, nuestro hombre viene mucho por aqui. Arriba Espana, camarada.
– ?Y?
– No se. ?Que he hecho mal? -dijo Saez quien, antes de que pudiera darse cuenta, se encontro con que Redondo le agarraba por el cuello con una mano mientras que con la otra, le arrebataba la carta y tras arrugarla, se la metia en la boca de un empujon. No pudo reaccionar. Se ahogaba.
– ?Idiota! ?Eres un idiota! -gritaba el secretario general totalmente fuera de si-. ?Que cojones creias estar haciendo?
Saez apenas si podia respirar. Mucho menos decir algo. Si su jefe no le soltaba iba a ahogarse alli mismo. Se mareaba. Comenzo a percibir que todo estaba borroso. Al fin, Redondo, mas fuerte, alto, bien parecido y peinado hacia atras, se separo de su presa con hastio.
– ?«Nuestro negocio»! ?«Nuestro asunto»! Pero ?te diste un golpe en la cabeza de pequeno? ?Acaso te caiste de la cuna? ?Lerdo! ?Inutil! No vuelvas a hacer alusiones a nuestro asunto por escrito. ?Quieres que nos descubran? Aqui, en la secretaria, en los ministerios, hasta las paredes tienen ojos. Estan por todas partes, en el Movimiento apenas quedan camaradas de los primeros dias. Hay que tener cuidado y tu… ?tu!…
– ?Entendido, entendido! -dijo Saez alzando las manos para calmar a su jefe a la vez que recuperaba el resuello a duras penas.
– Cualquier comunicacion que me hagas, la envias a traves de mi secretario, el la leera y me transmitira la informacion de forma oral. Escribele a su casa. Y nada de fallos. Cualquier error nos puede costar la vida.
– Descuida, camarada.
– No olvides por que estas aqui.
– Lo se, lo se, haremos justicia a Jose Antonio, a Hedilla y a los companeros encarcelados.
– Como debe ser. No quiero mas fallos o lo pagaras caro -sentencio Redondo saliendo del cuarto sin cerrar la puerta.
Baldomero Saez quedo de pie, percibiendo el aire frio que entraba en la estancia. Notaba que el corazon le latia desbocado. Debia tener cuidado. No queria defraudar.
El rumor era totalmente cierto. ?Tornell fue nombrado cartero!
No sabia muy bien por que habian pensado en el, quiza era porque solia leer sus cartas a los companeros analfabetos -que eran legion- y aquellas cosas, alli, terminaban por saberse. Siempre habia pensado que hacer el bien provocaba que se te devolviera todo lo que dabas y aquel era un buen ejemplo. Obtener un puesto como ese suponia una mejora tremenda. Habia que caminar hasta el pueblo y volver: una paliza, porque ademas luego tendria que recorrer la distancia entre los tres destacamentos, repartir el correo y leer cartas a la mitad de los presos. Pero no tenia comparacion alguna con picar piedra. No pudo evitar sentirse ilusionado ante aquella perspectiva: todo el dia vagando por ahi solo, sin ordenes, al aire libre. Pudo hablar con el cartero saliente, Genaro, que le confirmo que aquel destino era un chollo y que se ganaba mucho dinero con las propinas de guardianes, capataces y «civiles». Lo del dinero no le importaba. Pero lo demas si. A pesar de la buena noticia, no todo iba a ser un cuento de hadas. Ocurrio algo que le hizo sentirse preocupado. Fue en administracion. Tenia que presentarse alli para hacerse cargo de su nuevo cometido y asi lo hizo. Al llegar se topo con un administrativo civil, un mecanografo.
Nada mas entrar le dijo con toda familiaridad:
– Hola, Tornell.
– Hola -contesto el. Le parecia normal que supiera su nombre pues debia de estar al tanto del cambio de cartero y de su nombramiento.
Entonces, sonriendo, el otro insistio:
– Vaya. ?No me recuerda?