Capitulo 31. El asesino

Cuando se produjo el desenlace, Tornell se comporto como un autentico loco, pero un loco que sabia lo que se hacia. Aleman, pese a que tenia sus dudas, hizo lo que su amigo ordenaba, por lo que, siguiendo sus instrucciones, fue a buscar a dos guardias civiles y se dirigio hacia la cripta. Mientras tanto, el policia dijo que volveria en un momento pues tenia que ir a «hacer unas preguntas». Tornell insistio mucho en que Aleman llevara su arma, ya que el asesino, como sabian, era un tipo muy peligroso. Roberto llego con los «civiles» a la explanada frente a la cripta donde se habia citado con su amigo el policia. Dio ordenes expresas de que se le obedeciera en todo, aunque hubo un momento en que su comportamiento llego a parecerle el de un autentico lunatico. Penso que incluso podia haber perdido la cabeza. Al fin aparecio por alli, muy alterado:

– Vamos -dijo echando a caminar muy resuelto-.Ya lo he localizado. Esta aliviandose.

Y les guio hacia unos pinos inmensos dando un enorme rodeo.

– No hagan ruido -insistio-, y al menor movimiento, le disparan.

Llegaron bajo aquellos arboles donde tres presos, bastante separados, hacian sus necesidades en cuclillas. Hedia. Uno de ellos termino, y tras limpiarse con una piedra, se levanto y se fue. Quedaban dos.

Tornell senalo a uno de ellos, el de la izquierda. Pese a estar acuclillado se adivinaba que era hombre de gran altura. Su craneo rapado mostraba una pequena cicatriz en la coronilla, como de una pedrada. Estaba muy delgado, como todos los penados. Juan Antonio hizo una senal explicita para que le apuntaran con las armas y le pidio las esposas a uno de los guardias. Lo hizo por gestos, sin hablar para no levantar la presa. Se movia con muchisima cautela. Era evidente que sabia desde el principio lo que iba a hacer, no en vano aquel era su trabajo. Se acerco sin hacer ruido. Cuando el sospechoso echo una mano hacia atras para limpiarse con un canto, Tornell, rapido como un rayo, se la esposo.

– Pero… ?que…? -dijo el otro a la vez que se giraba.

Tornell ya le habia esposado la otra mano y, aprovechando que estaba medio agachado, le propino una patada en la boca que le hizo caer hacia atras de forma comica dejandolo sin sentido.

– ?Huberto Rullan, quedas detenido por asesinato! -exclamo triunfal el antiguo policia.

Cuando David el Rata volvio en si ya lo tenian esposado a una silla. Apenas si podia moverse. Los miro a todos con un odio asesino. Sobre todo a Tornell.

– ?Tu! -exclamo amenazante nada mas verle. Tenia la nariz rota por la patada, asi que Aleman le solto un guantazo que le hizo caer hacia atras con silla y todo. Grito de dolor.

– ?Tonterias las justas! -le grito.

No queria olvidar que aquel degenerado habia matado a tres hombres y a un nino. Le daba asco. A Aleman y Tornell les acompanaban el director de la prision, el general Enriquez, el capitan morfinomano y dos numeros de la Guardia Civil. Los agentes levantaron al preso a duras penas. Lloraba.

– Estas acabado -dijo Aleman-.Te fusilan. Pronto. Confiesa.

Aquel tipo miro de nuevo a Roberto con el rostro lleno de odio, por lo que este dio un paso hacia el. Entonces, el reo bajo la vista y el capitan se contuvo.

– Eres un maldito asesino -le increpo.

Pensaba en los presos que aquella bestia habia eliminado y le costaba contenerse.

Su suegro, algo confuso, tomo la palabra:

– ?Podria alguien contarme de que estamos hablando?

Aleman miro a Tornell, como pidiendole que les contara.

Este dio un paso al frente y dijo:

– Este pajaro es Huberto Rullan, conocido en los ambiente mas sordidos de Barcelona como Paco el Cristo o Rasputin. Su detencion me hizo famoso. Mataba prostitutas y logro atemorizar a la ciudad entera. La prensa llego a bautizarlo como el degollador del puerto. Lo cace con un senuelo.

– ?Cobarde! ?Miserable! -exclamo aquel tipo, flaco, demacrado, con la cara arrugada por el rencor.

Uno de los guardias civiles le dio un culatazo en las costillas que le dejo sin resuello y tuvo que callarse. Aleman se acerco a el y le dijo en voz baja:

– Si vuelves a interrumpir o no colaboras, te entrego de inmediato a la Guardia Civil, salgo del cuartelillo y te aseguro que te haran arrepentirte de haber nacido, ?entendido? Estas perdido y lo sabes, te acabaran fusilando por esto, asi que ahorrate al menos sufrimientos y canta.

El asesino asintio. No tenia opcion.

– ?Que? -grito el capitan.

– Si, senor -musito aquella bestia bajando de nuevo la vista al ver que uno de los guardias civiles levantaba el fusco mostrandole de nuevo la culata.

Aleman miro a Tornell como cediendole el testigo.

– Le cayo perpetua por aquello -dijo el policia.

– Pero… -apunto Enriquez-… No entiendo, si le cayo la perpetua, ?que hace aqui?

Tornell senalo al reo para que hablara.

– La guerra -aclaro Rullan-. Cuando estallo, en el lado republicano se abrieron las carceles y sali libre. Me sume a un grupo de anarquistas, los capacuras, y tras dar su merecido a algunos senoritos me fui p'al frente de Aragon.

– Sigue -ordeno Aleman.

– Alli me fue bien. Se matar y aquello era una guerra. He luchado en Belchite, en Madrid, en la batalla del Ebro… Fue la ultima en que participe. Cuando vi que nos copaban comprendi que caia prisionero y que mi pasado me podia traer problemas, asi que le quite los documentos a un muerto, un companero, y me hice pasar por el: David Contreras, de Don Benito. Una nueva identidad con la que sobrevivir. Mi idea era salir de Espana el dia en que quedara libre.

– Por eso murio Carlitos. Era de Don Benito -dijo Tornell.

El reo asintio y el antiguo policia siguio hablando.

– Carlitos era de Don Benito y el crio andaba deprimido. Yo le dije que aqui, el supuesto David, era de su mismo pueblo. Pense que cuando hablara con alguien de su localidad se sentiria mejor, mas animado. Tardo varios dias en poder verlo, porque el Rata estaba en un peloton desbrozando cortafuegos fuera del campo, pero al final se vieron, ?verdad?

El preso volvio a asentir, esta vez, con los ojos cerrados. Tornell continuo hablando:

– Yo le dije al crio, «?has hablado con el Rata?» y me contesto, «si, ya te contare», lo dijo asi, con retintin. Supongo que el pobre crio descubrio que no eras de su pueblo. ?No es asi?

– Si -dijo Rullan-. En cuanto hablamos me pregunto, intente escabullirme pero enseguida noto que yo no era de alli. Que mentia. No conocia ninguna de las familias ni los lugares de los que el me hablaba. Supe que estaba en peligro. Tornell estaba aqui. El me metio en la carcel. Cuando lo vi llegar me supe descubierto, pero no, milagrosamente no me reconocio, yo tenia un nombre falso y estaba irreconocible. De tener el pelo y barba muy largos y pesar mas de cien kilos habia pasado a ser un fantasma delgado, raquitico, con el craneo rapado. Tuve suerte de que Tornell no pudiera recordar quien era por mi aspecto actual, pero llego a decirme que le sonaba mi cara. Por un momento me asusto. Entonces aparecio ese maldito entrometido, ese crio, Abenza. Supe que estaba en peligro. Tornell es muy listo y si el crio le iba con el cuento estaba perdido. Si averiguaban quien era de verdad era hombre muerto. Tuve que matarlo.

El antiguo policia tomo de nuevo la palabra:

– Soborno a Higinio con dos ampollas de morfina que le consiguio el Julian para que falsificara el recuento y simulo una fuga.

– Si, le dije a Higinio que estaba ayudando al chaval a escapar. Que necesitaba unas horas de margen. Pero luego, usted… tu, maldito… -Aleman hizo ademan de acercarse y suavizo el tono-… comenzaste a investigar con el capitan, y claro, todo el mundo comenzo a murmurar que aquello era un asesinato.

»Higinio vino a verme, me hizo muchas preguntas. Entonces ustedes le presionaron y me dijo que iba a cantar. Lo cite en el barracon y lo liquide. En ese momento llego Tornell, le ataque y no me veria asi si no llega a ser porque llego el capitan. Casi me da un tiro porque lo intente descalabrar. Apenas pudo verme. La cosa se puso fea. Todo se me complicaba, nunca fue mi intencion matar a nadie. Ahora habia atacado a un oficial. Yo habia obligado a Higinio a firmar una nota acusando al jefe de los anarquistas. Intente desviar la atencion por esa via, ademas, no habia sobornado a Higinio con ningun frasco de morfina, listillos. Falsifico el recuento por una simple

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