hogaza de pan. El Julian, mi amigo, habia robado unas ampollas de morfina y le pedi dos. Las puse en la caja de Higinio para despistar, asi pensarian que el asesino estaba implicado en algun tejemaneje de drogas, supe que pensarian incluso en… -Levanto la vista hacia el capitan de la Guardia Civil pero no se atrevio a decir que era morfinomano.

– Entonces nosotros fuimos a por el Julian -dijo Aleman-.Y le presionamos.

– Senti tener que matarle. Era un amigo… un alma Candida… pero… comenzo a hacerme preguntas tambien. Me hubiera delatado. Era o el o yo -repuso con una frialdad inquietante-. ?Como me descubriste, Tornell? Necesito saberlo.

Tornell hizo una pausa antes de hablar, tomo aire y dijo:

– Fue muy facil, pero debido a una casualidad. Te llamaban David el Rata porque era insoportable convivir contigo por esa mascota que te gusta cuidar. El oficinista, Cebrian, me dijo que compartio celda en la Modelo con Rullan y que era insoportable estar junto a el, apenas podia dormir por los ruidos que hacia un roedor que guardaba en una caja, una rata asquerosa. Enseguida hice la conexion. Se suponia que David el Rata era de Don Benito. Rullan de Barcelona. Pense en ti, con muchos kilos mas. Recorde la herida de Higinio, la del cuello, un trabajo similar a algo que habia visto antes, un zurdo, el degollador del puerto. Ahora estabas mas flaco, claro, sin barba, pero los ojos… Tu cara me habia resultado familiar cuando llegue, logicamente estabas muy cambiado por el hambre. Todo encajaba. Pero… ?Por que mastate al crio? A Raul.

– Me escucho hablando con Higinio, estabamos en plena discusion, «voy a contarlo todo», me gritaba cuando ese ninato pasaba junto a nosotros. Se paro y nos miro, lo habia escuchado, claro.

– Has matado a gente inocente -dijo Aleman.

Rullan, esposado, se paso las manos por el craneo rapado.

– Que le lleven al juzgado -dijo el general Enriquez-. Quiero cuatro tios con el, constantemente. Ira siempre esposado de manos y pies, incluso dentro de la celda. Hasta que lo fusilen.

Aleman observo que Huberto Rullan hipaba como un nino. Juan Antonio y el se abrazaron. Al fin. Mision cumplida.

Capitulo 32. Unos alicates

Todo termino el dia de Nochebuena, tras el exito que habian obtenido los dos amigos deteniendo al asesino. Aleman llego al barracon de los presos justo cuando todos salian para la Misa de Gallo. Una misa de obligada asistencia para que los presos tuvieran derecho a una buena comida al dia siguiente, Navidad. Entro y sorprendio a Tornell a solas, escribiendo en su diario. Al verle entrar se sobresalto y lo cerro de golpe. Aleman le arrojo una pequena maleta de carton y el preso le miro perplejo.

– ?Que es esto?

– Empaqueta lo que puedas. Te vas.

– ?Me voy? ?Adonde?

– Te vas de aqui, sales de Espana.

– ?Como?

– No hay tiempo, escucha -dijo-. Lo tengo todo preparado. Venancio te espera en mi coche. Te llevara a la frontera con Portugal.

– Pero…

– No te preocupes -repuso el capitan tendiendole un pasaporte que abrio al instante. Era importante hacerlo todo muy rapido, que el preso no pensara.

– Es tuyo.

– Si, pero lleva tu foto, la tome de tu ficha. Ahi tienes dinero y un pasaje para un barco que sale de Lisboa hacia Nueva York manana a la noche.

– Roberto…

– No hay tiempo, empaqueta tus cosas. Aprovecharemos que todos estan en la Misa de Gallo. Date prisa. Tienes que presentarte en la misma. Yo te llamare discretamente. Esta todo listo. Si te preguntan por que sales de la misa di que tienes un apreton. Ahora, deja la maleta aqui, bajo el catre.

Espero a que Tornell guardara sus escasas pertenencias en la maleta y se hizo el despistado cuando le vio coger algo de debajo de la almohada. Salieron.

– Ve a la misa. Yo voy a por Venancio.

– Pero… no entiendo, esto…

– ?Ve! Ya te estaran echando de menos. ?Corre!

Aleman no le dio opcion a que pensara ni a que valorara los riesgos. Si queria que la fuga de su amigo tuviera exito habia de hacerse asi, nadie debia saber nada, solo el mismo y hasta el ultimo momento. Aviso a su antiguo ordenanza y colocaron el coche junto a su casita. Entonces acudio a por Tornell donde se celebraba la misa y le aviso discretamente pero asegurandose de que les veian.

– Vamos, el tiempo apremia -le dijo echando a andar.

– Pero, Roberto, no entiendo…

– No hay nada que entender. Lo tengo todo pensado.

Entraron en el barracon.

– La maleta -le ordeno.

El preso se agacho a cogerla, y disimuladamente, deslizo algo bajo el catre.

– Vamos, rapido -le apremio Aleman.

– Roberto, ?que hacemos? ?Te has vuelto loco? No entiendo…

– Sigueme.

Llegaron a casa de Aleman. Entraron. Venancio esperaba fuera con el coche en marcha. Roberto sabia que tenia que actuar rapido, no dejarle tiempo para pensar. Tomo un cenicero de la mesa y le dijo:

– Dame en la cabeza.

– ?Como?

– No entiendes. Me golpearas, robaras mi pasaporte y te fugaras campo a traves.

– Pero ?el coche?

– Saldras de aqui en el coche, en el maletero. Pero ellos pensaran que vas por esos montes de Dios, andando. Manana a estas horas estaras en Portugal. Cuando llegues a Nueva York di que eres un refugiado politico republicano, no habra problema.

Tornell se quedo quieto, mirandole. De nuevo. No podia esperar algo asi: la libertad en un momento, ni el mejor de sus suenos.

– Roberto…

Aleman le dio la espalda.

– Dale.

Nada.

– ?Dale, hostias! ?Fuerte!

Un golpe. Sintio un dolor insoportable.

– ?Mas fuerte, joder!

Sintio un nuevo impacto en la cabeza y quedo algo aturdido.

– ?Hay sangre? -pregunto.

– Si.

– Perfecto. -Aleman noto que el cuello cabelludo se le humedecia-. Manana por la manana saldre asi de mi casa. Dire que vinimos aqui a hablar de un asunto relacionado con el caso y que me atacaste dejandome inconsciente toda la noche. Ganaras unas horas cruciales para escapar; ademas, ya te he dicho que creeran que vas a pie y te buscaran por aqui, campo a traves.

Juan Antonio Tornell le miraba con la boca abierta. No podia creer lo que estaba pasando. Aleman se habia vuelto loco. Sono un claxon.

Roberto le abrazo y le obligo, entre empujones, a salir rapidamente. Sin mas explicaciones. Venancio mantenia abierto el maletero y lo cerro en cuanto Tornell estuvo dentro. Nadie les vio. El coche arranco

Вы читаете El Valle De Las Sombras
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату