Julian Barnes
Arthur George
I Comienzos
Arthur
Un nino quiere ver. Siempre empieza asi, y asi empezo entonces. Un nino queria ver.
Sabia andar y llegaba hasta el picaporte de la puerta. No lo hacia con lo que podriamos denominar un proposito, sino con el mero turismo instintivo de la infancia. Habia alli una puerta que empujar; entro, se detuvo, miro. Nadie le observaba; se volvio y se fue, cerrando la puerta tras el con cuidado.
Lo que vio alli paso a ser su primer recuerdo. Un nino, una habitacion, una cama, cortinas corridas que filtraban la luz de la tarde. Para cuando llego a describir esto en publico habian transcurrido sesenta anos. ?Cuantas versiones internas habian suavizado y adaptado las palabras sencillas que al final empleo? Sin duda todo seguia pareciendo tan claro como el dia. La puerta, la habitacion, la luz, la cama y lo que habia en la cama: «Una cosa blanca, cerosa».
Un nino y un cadaver: tales encuentros no debieron de ser tan raros en el Edimburgo de la epoca. Altas tasas de mortalidad y circunstancias precarias contribuian a un aprendizaje temprano. La familia era catolica y el cuerpo era el de la abuela de Arthur, una tal Katherine Pack. Quiza dejar la puerta entornada habia sido intencionado. Puede que quisieran inculcar en el nino el horror de la muerte; o, mas optimistas, mostrarle que la muerte no era nada temible. Era evidente que el alma de la abuela habia volado al cielo y que solo habia dejado la cascara en putrefaccion del cuerpo. ?Que el nino quiere ver? Pues dejadle que vea.
Un encuentro en una habitacion con cortinas. Un nino y un cadaver. Un nieto que, al adquirir memoria, ya habia dejado de ser una cosa, y una abuela que, al perder los atributos que el nino estaba desarrollando, habia vuelto a cosificarse. El nino miro; y mas de medio siglo despues el adulto seguia mirando. Que significaba en verdad una «cosa» -o, para decirlo con mas exactitud, que habia ocurrido cuando se produjo el cambio tremendo que transformo algo en «cosa»- habria de ser de capital importancia para Arthur.
George
George no tiene un primer recuerdo, y cuando alguien sugiere que quiza fuera normal tener uno, es demasiado tarde. No tiene reminiscencias obviamente anteriores a todas las demas; no recuerda que lo hayan levantado en brazos, abrazado, que se hayan reido de el o lo hayan castigado. Tiene conciencia de haber sido hijo unico en un momento dado, y el conocimiento de que ahora tambien esta Horace, pero no un sentido primario de que lo hayan perturbado presentandole a un hermano, de que lo hayan expulsado del paraiso. Ni una primera vision ni un primer olor: ya sea de una madre perfumada o de una criada que huele a acido fenico.
Es un chico timido y serio, con una percepcion aguda de las expectativas ajenas. A veces piensa que esta defraudando a sus padres: un nino considerado deberia recordar que le han atendido desde el principio. Pero sus padres nunca le reganan por esta deficiencia. Y aunque otros ninos compensarian esta falta -grabarian por la fuerza en la memoria la cara amante de una madre o el brazo protector de un padre-, George no lo hace. Para empezar, le falta imaginacion. Si alguna vez la ha tenido, o si freno su desarrollo algun acto de sus padres, es una cuestion que incumbe a una rama de la ciencia psicologica que todavia no se ha ideado. George es plenamente capaz de seguir las invenciones de otros -la historia del arca de Noe, la de David y Goliat, el viaje de los Reyes Magos-, pero posee poca capacidad personal para inventar.
No se siente culpable por ello, ya que sus padres no lo consideran un defecto. Cuando dicen que un chico del pueblo «tiene demasiada imaginacion», esta claro que es una censura. Mas arriba en la escala estan los que cuentan «cuentos chinos» y «los cuentistas»; con mucho, el peor es el nino que «es un embustero redomado» y al cual hay que evitar a toda costa. A George, por su parte, nunca le apremian a decir la verdad: seria como decir que necesita que le estimulen. Es algo mas sencillo: se espera que diga la verdad porque en la vicaria no existe otra alternativa.
«Soy el camino, la verdad y la vida»: va a escuchar esta frase muchas veces en labios de su padre. El camino, la verdad y la vida. Recorres tu camino en la vida diciendo la verdad. George sabe que no es exactamente lo que quiere decir la Biblia, pero a medida que crece es asi como le suenan las palabras.
Arthur
Para Arthur existia una distancia normal entre el hogar y la iglesia; pero los dos sitios estaban llenos de presencias, historias e instrucciones. En la iglesia de piedra fria donde se arrodillaba a rezar una vez a la semana, estaban Dios, Jesucristo, los doce apostoles, los diez mandamientos y los siete pecados capitales. Todo estaba muy ordenado, siempre detallado y numerado, como los himnos, las oraciones y los versiculos de la Biblia.
Comprendia que lo que aprendia alli era la verdad, pero su imaginacion preferia la version paralela y distinta que le ensenaban en casa. Las historias de su madre tambien hablaban de tiempos remotos y tambien pretendian ensenarle a distinguir entre el bien y el mal. Ella se las contaba removiendo las gachas en la cocina economica, con el pelo recogido por detras de las orejas; el aguardaba el momento en que ella golpeaba con el palo la cazuela, hacia una pausa y volvia hacia el la cara redonda y risuena. Despues ella le envolvia con sus ojos grises y su voz trazaba una curva movil en el aire, que subia y bajaba y casi llegaba a detenerse cuando llegaba a la parte del relato que Arthur soportaba a duras penas, la del tormento o el gozo exquisitos que esperaban no solo al heroe y a la heroina, sino asimismo al oyente.
«Y entonces suspendieron al caballero sobre el pozo de serpientes retorcidas, que silbaban y escupian al atrapar con sus largos cuerpos enroscados los huesos ya blanquecinos de sus anteriores victimas…»
«Y entonces el malvado de corazon negro, con un juramento horrible, saco de la bota una daga oculta y avanzo hacia la indefensa…»
«Y entonces la doncella se solto un alfiler del pelo y las trenzas