barco, al menos tuvo la compensacion de la compania femenina. Una noche las damas le gastaron la broma de hacerle la petaca en la cama; la noche siguiente, el se tomo la amable venganza de esconder un pez en el camison de una de ellas.

Volvio a tierra firme, al sentido comun y a su carrera. Puso su placa de laton en Southsea. Se hizo francmason, ingreso en el tercer grado de la logia Fenix numero 257. Capitaneo el club de criquet de Portsmouth y fue considerado uno de los zagueros mas seguros de Hampshire. El doctor Pike, miembro como el del Bowling Club de Southsea, le mandaba pacientes; la empresa Gresham de seguros de vida le contrato para realizar examenes medicos.

Un dia el doctor Pike solicito el dictamen de Arthur sobre un joven paciente que poco antes se habia mudado a Southsea con su hermana y la madre viuda de ambos. Este segundo diagnostico era pura cortesia: era evidente que Jack Hawkins padecia meningitis cerebral, contra la cual toda la ciencia medica, y no digamos la de Arthur, era impotente. Ningun hotel ni pension quiso aceptar al pobre enfermo; Arthur entonces se ofrecio a hospedarle en su casa como paciente interno. Hawkins era solo un mes mayor que su anfitrion. A pesar de mil tazas paliativas de arrurruz, empeoro rapidamente, entro en un delirio y destrozo todo lo que habia en su cuarto. Murio dias despues.

Arthur examino con mas atencion aquel cadaver que a la criatura blanca y cerosa de su infancia. Durante su formacion profesional habia empezado a advertir que muchas veces habia una gran promesa en las caras de los muertos, como si la tension y el estres de la vida hubiesen dado paso a una paz mayor. La relajacion muscular que seguia a la muerte era la respuesta cientifica; pero en parte se preguntaba si esta explicacion era completa. El cadaver humano tambien portaba en la molleja guijarros de un pais desconocido en los mapas.

En el carruaje unico de la procesion funeraria desde la casa de Arthur al cementerio de Highland Road, despertaron sus sentimientos caballerescos la madre y la hija enlutadas y ahora solas en una ciudad ignota y sin un apoyo masculino. Louisa, en cuanto se alzo el velo, resulto ser una muchacha timida, de cara redonda y ojos azules que adquirian un tono verde mar. Tras un intervalo decente, Arthur fue autorizado a visitar su domicilio.

El joven medico empezo explicando que la isla -pues Southsea era una isla, a pesar de las apariencias- podia representarse como una serie de anillos chinos: espacios abiertos en el centro, despues el anillo medio de la ciudad y por fin el externo, formado por el mar. Le hablo a Louisa del suelo pedregoso y del rapido drenaje que propiciaba; de la eficacia de las disposiciones sanitarias de sir Frederick Bramwell; de la reputacion saludable de la ciudad. Este ultimo dato causo a la joven una desazon subita, que encubrio preguntando cosas sobre Bramwell. Arthur le hablo largo y tendido del destacado ingeniero.

Una vez asentados los cimientos, era cuestion de inspeccionar el lugar a conciencia. Visitaron los dos espigones, donde bandas militares parecian tocar todo el dia. Vieron el desfile de banderas en el jardin del gobernador y simulacros de combates en el parque publico; pasaron revista con unos prismaticos a la armada del pais anclada a media distancia en Spithead. Mientras subian la Clarence Esplanade, Arthur le explico uno por uno los trofeos y monumentos de guerra expuestos. Aqui un canon ruso, alli uno japones y un mortero, por todas partes placas y obeliscos a marineros e infantes que habian muerto en todos los confines del Imperio y de todas las formas posibles: fiebre amarilla, naufragio, la perfida accion de indios amotinados. Ella se pregunto si el doctor tendria una veta morbosa, pero prefirio decidir, por el momento, que su curiosidad interesada iba de la mano con su incansable resistencia fisica. Hasta la llevo en un tranvia tirado por caballos al centro de vituallas de la Royal Clarence para que viera el proceso de fabricacion de las galletas que se consumian en los barcos: una bolsa de harina que se transformaba en masa y luego, mediante el calor, se convertia en un recuerdo que los visitantes, al partir, se llevaban entre los dientes.

La senorita Louisa Hawkins no habia previsto que el cortejo -si era tal- pudiese ser tan extenuante o asemejarse tanto al turismo. A continuacion dirigieron la mirada hacia el sur, a la isla de Wright. Desde la Esplanade, Arthur le mostro lo que denomino las colinas azur de la isla Vectian, un giro expresivo que a ella se le antojo muy poetico. Vislumbraron desde lejos la Osborne House y el explico que un aumento en el trafico maritimo indicaba que la reina estaba en la mansion. Cruzaron en vapor el canal de Solent y rodearon la isla; ella paseo la vista por los Needles, Alum Bay, el castillo de Carisbrooke, el Landslip, el Undercliff, hasta que se vio obligada a pedir una silla de cubierta y una manta.

Una noche en que contemplaban el mar desde el South Parade Pier, el le conto sus proezas en Africa y en el Artico, pero las lagrimas que asomaron a los ojos de Louisa cuando el menciono sus correrias sobre los campos de hielo le aconsejaron no alardear de sus capturas. Descubrio que ella tenia una delicadeza innata que el considero que era caracteristica de todas las mujeres en cuanto llegabas a conocerlas. Siempre estaba dispuesta a sonreir, pero no soportaba un humor que rayase en la crueldad o que entranase la superioridad del humorista. Tenia un caracter abierto y generoso, una cabeza con bucles encantadores y una pequena renta propia.

En sus relaciones anteriores con mujeres, Arthur habia interpretado el papel de seductor honorable. Ahora, cuando paseaban por aquel balneario concentrico, a medida que ella aprendia a tomarle del brazo, que su nombre cambiaba de Louisa a Touie en la boca de Arthur y que subrepticiamente le miraba las caderas cuando ella se volvia, supo que queria algo mas que un coqueteo. Tambien penso que ella le mejoraria como hombre; lo cual era, al fin y al cabo, uno de los principios del matrimonio.

Antes, sin embargo, a la joven candidata tenia que aprobarla la madre, que viajo a Hampshire para la inspeccion. Louisa le parecio timida, tratable y de una familia decente, aunque no distinguida. No habia en ella vulgaridad o una debilidad moral obvia que pudiese avergonzar a su querido hijo. Ni tampoco parecia haber una vanidad escondida que en un tiempo futuro la empujase a embridar la autoridad de Arthur. La madre, la senora Hawkins, parecia agradable y respetuosa. Al dar su aprobacion, la madre de Arthur se permitio incluso reflexionar que quiza hubiese algo en Louisa que le recordaba a ella misma de joven. Y, en definitiva, ?que mas podia desear una madre?

George

Desde que empezo a estudiar en el Mason College, George ha contraido la costumbre de recorrer los caminos casi todas las noches al volver de Birmingham. No para hacer ejercicio -tuvo todo el tiempo del mundo en Rugeley-, sino para despejar la cabeza antes de reanudar el estudio de sus libros. La mayoria de las veces este recurso falla y se enfrasca en las minucias de las leyes contractuales. Aquel frio atardecer de enero, en que hay una media luna en el cielo y en los arcenes todavia resplandece la escarcha de la noche anterior, George esta repasando en murmullos su argumentacion para el debate del dia siguiente -es un caso sobre harina contaminada en un granero- cuando una figura sale de improviso de detras de un arbol.

– Vas camino de Walsall, ?eh?

Es el sargento Upton, con la cara colorada y resoplando.

– ?Como dice?

– Ya has oido lo que he dicho.

Upton esta plantado muy cerca y le mira con una fijeza que a George le resulta alarmante. Se pregunta si el sargento estara chiflado, en cuyo caso mas vale seguirle la corriente.

– Me ha preguntado si voy camino de Walsall.

– Asi que a fin de cuentas tienes un par de puneteras orejas.

Esta resoplando como… como un caballo, un cerdo o algo asi.

– Solo me ha extranado que lo preguntase, porque este camino no es el de Walsall. Como los dos sabemos.

– Como los dos sabemos. Como los dos sabemos. -Upton da un paso adelante y agarra a George del hombro-. Lo que sabemos los dos es que tu conoces el camino a Walsall y que yo tambien lo conozco, y que has estado haciendo diabluras en Walsall, ?verdad?

Ya esta clarisimo que el sargento es un chiflado; ademas, le hace

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