detectan.

Y entonces empiezan las bromas. Un domingo, a la salida de la iglesia, el senor Beckworth, de la granja Hangover, estrecha la mano del vicario y luego le guina un ojo y murmura: «Veo que emprende un nuevo negocio». Como Shapurji le mira perplejo, el otro le entrega un recorte del Cannock Chase Courier. Es un anuncio dentro de un recuadro festoneado:

Jovenes solteras

de buenos modales y bien educadas

disponibles para el matrimonio

con caballeros de medios y caracter

Presentaciones: dirigirse al reverendo

S. Edalji, vicaria de Great Wyrley.

Se cobran honorarios.

El vicario visita las oficinas del periodico y le dicen que hay otros tres anuncios de esta guisa encargados. Pero nadie ha visto al anunciante: el encargo llego por carta, con un giro postal adjunto. El director comercial es comprensivo y naturalmente se ofrece a suspender los anuncios que faltan. Si el culpable intenta protestar o reclamar su dinero, avisaran a la policia, por supuesto. Pero no, no cree que a la redaccion le interese la historia. No pretenden ofender al clero, pero un periodico tiene que velar por su reputacion, y contar al publico que le han enganado podria socavar el credito de otras cronicas.

Cuando Shapurji vuelve a la vicaria, le esta esperando un joven coadjutor pelirrojo de Norfolk que a duras penas contiene su furia cristiana. Arde en deseos de conocer por que su colega al servicio de Cristo le ha pedido que recorra todo el trayecto hasta Staffordshire por una cuestion de urgencia espiritual que acaso requiera practicar un exorcismo y de la cual la mujer del vicario parece no saber nada. Aqui tiene su carta, aqui esta su firma. Shapurji se explica y se disculpa. El coadjutor pide que se le paguen los gastos.

A continuacion, la criada para todo es convocada en Wolver-hampton para que identifique el cuerpo de su hermana inexistente, que se supone que yace en una taberna. La vicaria recibe muchas mercancias que tienen que devolver: cincuenta servilletas de lino, doce perales jovenes, un solomillo de buey, seis cajas de champan, quince galones de pintura negra. Aparecen anuncios en la prensa que ofrecen la vicaria en alquiler a un precio tan bajo que abundan los interesados. Se ofrecen servicios de estabulacion; asimismo, estiercol de caballo. Se envian cartas que en nombre de la vicaria contratan a detectives privados.

Al cabo de meses de persecucion, Shapurji decide pasar a la ofensiva. Prepara su propio anuncio, en el que esboza los sucesos recientes y describe las cartas anonimas, su letra y su contenido; especifica las fechas y los lugares en que han sido franqueadas. Pide a los periodicos que rechacen los encargos a su nombre, a los lectores que le informen de las sospechas que alberguen y a los culpables que hagan un examen de conciencia.

Dos tardes despues aparece en el peldano de la cocina una sopera rota que contiene un mirlo muerto. Al dia siguiente llega un alguacil a embargar bienes para saldar una deuda imaginaria.

Mas tarde se presenta un sastre de Stafford a tomar las medidas de Maud para un vestido de boda. Cuando Maud comparece en silencio ante el, el hombre pregunta educadamente si la pequena va a ser la novia nina de alguna ceremonia hindu. En mitad de esta escena, llegan cinco impermeables de hule para George.

Y una semana despues, tres periodicos publican una respuesta al llamamiento del vicario. Viene rodeada de una orla negra y se titula DISCULPA. Dice asi:

Los abajo firmantes, residentes en la parroquia de Great Wyrley, por la presente declaramos ser los autores y redactores unicos de determinadas cartas anonimas y vejatorias recibidas por diversas personas durante los ultimos doce meses. Lamentamos lo dicho y tambien las palabras proferidas contra el senor Upton, sargento de policia de Cannock, y contra Elizabeth Foster.

Como se nos pidio, hemos hecho examen de conciencia y pedimos perdon a todos los afectados y asimismo a las autoridades tanto espirituales como judiciales. Firmado, G. E. T. Edalji y Fredk. Brookes.

Arthur

Arthur creia en el examen: del ojo glauco de una ballena moribunda, del contenido de la molleja de un pajaro abatido a balazos, de la relajacion facial de un cadaver que nunca llegaria a ser su cunado. Dicho examen debia realizarse sin prejuicios: era una necesidad practica para un medico y un imperativo moral para un ser humano.

Le gustaba contar como le habian inculcado la importancia de un examen meticuloso en el hospital de Edimburgo. Un cirujano de alli, Joseph Bell, se habia prendado de aquel joven corpulento y entusiasta y le habia hecho su ayudante con pacientes externos. El cometido de Arthur consistia en reunir a los pacientes, tomar notas preliminares y conducirlos a la consulta de Bell, donde el medico estaba sentado entre sus ayudantes. Bell recibia a cada paciente y por medio de un silencioso pero intenso escrutinio procuraba adivinar todo lo posible acerca de su vida y sus tendencias. Declaraba que este hombre era barnizador de oficio y aquel otro un zapatero zurdo, para asombro de los presentes, y no digamos del propio paciente. Arthur recordaba el dialogo siguiente:

– Bueno, amigo mio, usted sirvio en el ejercito.

– Si, senor.

– ?Licenciado hace poco?

– Si, senor.

– ?Un regimiento de las Highlands?

– Si, senor.

– ?Destinado en Barbados?

– Si, senor.

Era una artimana, pero autentica; misteriosa al principio, sencilla una vez explicada.

– Veran, senores, el hombre era respetuoso pero no se ha quitado el sombrero. No lo hacen en el ejercito, pero habria aprendido las costumbres de un civil si se hubiera licenciado hace mucho. Tiene un aire de autoridad y es obviamente escoces. En cuanto a Barbados, padece elefantiasis, que es una enfermedad de las Antillas, no britanica.

Arthur habia sido educado, en los anos en que era mas ductil, en la escuela del materialismo medico. Habian eliminado cualquier residuo de religion formal, pero en el terreno metafisico conservaba su respeto. Admitia la posibilidad de una causa inteligente principal, aunque era incapaz de identificarla o de entender por que sus designios habian de cumplirse por medios tan indirectos y a menudo terribles. Por lo que respectaba a la mente y al alma, Arthur aceptaba la explicacion cientifica de su tiempo. La mente era una emanacion del cerebro, al igual que la bilis era una secrecion del higado: algo de una indole puramente fisica. El alma, por el contrario, en la medida en que cabia admitir tal termino, era el producto total de todos los mecanismos hereditarios y personales de la mente. Pero tambien reconocia que el conocimiento nunca se detenia, y que las certezas de hoy podian convertirse en las supersticiones de manana. Por lo tanto, nunca cesaba el deber intelectual de seguir examinando.

En la Sociedad Literaria y Cientifica de Portsmouth, que se reunia cada dos martes, Arthur encontro a las mentes mas especulativas de la ciudad. Como se hablaba mucho de telepatia, una tarde se sento en una habitacion con cortinas y sin espejos con un arquitecto local, Stanley Ball. Se colocaron

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