algo relacionado con Maud? ?Una reprimenda paternal por la fe endeble del hijo? ?Se avecina un veredicto aterrador? Cercano al panico, George piensa que ojala su madre estuviera a su lado. Pero ella murio hace seis anos.

Mientras la cabeza de la medium sigue girando despacio, mientras ella senala con el brazo a la misma altura, George se asusta mas que el dia en que, sentado en su despacho, sabia que en un momento dado llamarian a la puerta y un policia le detendria por un delito que no habia cometido. Ahora vuelve a ser un sospechoso a punto de ser identificado delante de diez mil testigos. Cree que lo que debe hacer es levantarse y poner fin al suspense gritando: «?Es mi padre!». Quiza se desmaye y caiga por encima de la barandilla a las butacas de abajo. Quiza sufra un ataque.

– Se llama…, me esta diciendo como se llama… Empieza por S…

Y la cabeza gira y gira, buscando esa cara en los palcos mas altos, buscando el instante glorioso del reconocimiento. George esta convencido de que todo el mundo le mira; y de que pronto sabran todos quien es. Quiere esconderse en la mazmorra mas profunda, en la celda carcelaria mas infecta. Piensa que no puede ser verdad, es imposible que sea verdad, mi padre nunca se comportaria asi, a lo peor voy a ensuciarme encima como cuando era nino y volvia a casa de la escuela, quiza por eso viene padre a recordarme que soy un nino, a mostrarme que su autoridad persiste incluso despues de la muerte, si, no me extranaria en el.

– Tengo el nombre… -George cree que va a gritar. Va a desmayarse. Se va a caer y a golpear la cabeza contra…-. Es Stuart.

Y un hombre de la edad aproximada de George, unos cuantos metros a su izquierda, se levanta y apunta hacia el escenario, reconociendo al padre de setenta y cinco anos que se crio en India y transito en 1918: casi parece reclamarlo como un premio. George siente que el angel de la muerte le ha sobrevolado; esta helado, sudoroso, exhausto, amenazado; siente un alivio absoluto y una profunda verguenza. Y, al mismo tiempo, en parte esta impresionado, tiene curiosidad, se pregunta, temeroso…

– Y ahora me habla una mujer que tenia unos cuarenta y cinco o cincuenta anos. Transito en 1913. Menciona a Morpeth. No se caso nunca, pero tiene un mensaje para un caballero. -Estelle empieza a mirar hacia abajo, al anfiteatro-. Dice algo de un caballo.

Hay una pausa. La medium vuelve a bajar la cabeza, la gira a un costado, se informa.

– Ya tengo su nombre. Es Emily. Si, dice que se llama Emily Wilding Davison. Tiene un mensaje, se las ha arreglado para venir aqui con un mensaje para un caballero. Creo que te dijo por medio de la tablilla o de la ouija que vendria a este acto.

Un hombre con una camisa de cuello abierto, sentado cerca del estrado, se pone de pie y, como consciente de que se dirige a toda la sala, dice con una voz persuasiva:

– Asi es. Me dijo que comunicaria esta noche. Emily es la sufragista que se arrojo delante del caballo del rey y murio de las heridas. Es un espiritu que conozco muy bien.

Parece que la sala respira una vasta bocanada colectiva. Estelle comienza a transmitir el mensaje, pero George no se molesta en escuchar. Siente que ha recobrado la cordura de repente; por su cerebro sopla el viento claro y cortante de la razon. Supercherias, como siempre sospecho. Conque Emily Davison. Emily Davison, que rompia ventanas, tiraba piedras, incendiaba buzones; que se nego a obedecer el reglamento de la carcel y a la que, en consecuencia, hubo que alimentar por la fuerza en numerosas ocasiones. En opinion de George, una mujer tonta e histerica, que buscaba la muerte aposta para promover su causa; algunos, no obstante, decian que solo intentaba colocar una bandera en el caballo y que calculo mal la velocidad del animal. En cuyo caso, incompetente, ademas de histerica. No se puede infringir la ley para promoverla, eso es un disparate. La promueves mediante peticiones, argumentos, manifestaciones, si fuese necesario, pero siempre por medio de la razon. Los que quebrantaban la ley como un argumento para conquistar el derecho a voto demostraban con ello que no lo merecian.

Con todo, lo crucial no es si Emily Davison era o no una mujer tonta e histerica o si su accion desemboco en que Maud obtuviera el derecho a voto que George aprueba plenamente. No, el quid reside en que sir Arthur era un adversario tan notorio del sufragio femenino que resulta absurda la idea de que un espiritu como el de Emily comparezca en esta reunion conmemorativa. A menos que los espiritus de los fallecidos sean tan ilogicos como revoltosos. Quiza Emily pensaba perturbar este acto del mismo modo que en su dia trastorno la celebracion del Derby. Pero en tal caso su mensaje deberia ir dirigido a sir Arthur o a su viuda, y no a algun amigo comprensivo.

«Basta -se dice George-. Basta de pensar racionalmente sobre estos temas. O, mas bien, basta de conceder a estas personas el beneficio de la duda. Una astuta falsa alarma te ha producido un desagradable sobresalto, pero no es motivo para que pierdas tanto el raciocinio como los nervios. Piensa tambien: Pero si yo me he asustado tanto, si yo he sucumbido al panico, si yo he creido que podria morirme, imaginate el efecto potencial en mentes mas debiles e inteligencias inferiores a las mias.» Se pregunta si, al fin y cabo, la ley de brujeria -que debe confesar que no conoce bien- no deberia seguir figurando en el codigo legislativo.

La medium, Estelle Roberts, lleva una media hora transmitiendo mensajes. George divisa a espectadores que se levantan en el anfiteatro. Pero ahora no compiten por un pariente perdido ni se levantan en masa para recibir al espiritu de seres queridos. Abandonan el recinto. Quiza la comparecencia de Emily Wilding Davison ha sido tambien para ellos la gota que desborda el vaso. Quiza sean admiradores de la vida y la obra de sir Arthur, pero se niegan a vincularse aun mas con este truco de magia publico. Son treinta, cuarenta, cincuenta las personas que se dirigen con determinacion hacia las salidas.

– No puedo continuar, con toda esa gente que se marcha -anuncia Estelle.

Parece ofendida, pero tambien algo nerviosa. Retrocede unos pasos. Alguien, en algun lado, hace una senal y de pronto el gran organo que hay detras del escenario emite una nota estridente. ?Pretende ahogar el ruido de los escepticos que parten o indicar que la reunion toca a su fin? Para orientarse, George mira a la mujer a su derecha. Ella frunce el ceno, afrentada por la groseria con que han interrumpido a la medium. En cuanto a esta, tiene la cabeza gacha y se envuelve el cuerpo con los brazos para impedir toda interferencia de la fragil linea de comunicacion que ha establecido con el mundo de los espiritus.

Y entonces sobreviene la ultima cosa que George se esperaba.

El organo enmudece de golpe en mitad de un himno y Estelle abre los brazos, alza la cabeza, camina con paso firme hacia el microfono y con una voz apasionada y resonante exclama:

– ?Esta aqui! -Y repite-: ?Esta aqui!

Los que salen se detienen; algunos vuelven a sus asientos. En todo caso, se han olvidado de ellos. Todas las miradas enfocan el escenario, la medium y la silla vacia con el letrero colgado. El restallido del organo quiza haya sido una llamada de atencion, un preludio de este momento culminante. La sala entera guarda silencio, observa, aguarda.

– Le he visto primero durante el silencio de dos minutos -dice la medium.

»Estaba aqui, de pie detras de mi, pero separado de los demas espiritus.

«Despues le he visto cruzar el estrado hasta el asiento vacio.

»Le he visto claramente. Llevaba traje de etiqueta.

»Tenia el mismo aspecto que los ultimos anos.

»No cabe duda. Estaba muy preparado para el transito.

En las pausas que hace entre las breves, dramaticas afirmaciones, George observa a la familia en el estrado. Todos sus miembros, excepto uno, miran a Estelle, petrificados por su anuncio. Lady Conan Doyle es la unica que no se ha vuelto. George no distingue su expresion desde tan lejos, pero ella tiene las manos cruzadas sobre el regazo, los hombros rectos, el porte erguido; la cabeza alta, orgullosa, mira por encima del publico hacia la lejania.

– Es nuestro gran paladin, aqui o en el otro lado.

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