idea de que hubiera que conservar a toda costa el cuerpo muerto, un sobretodo viejo y ajado, que en un tiempo envolvio fugazmente el alma, era no solo irrisoria, sino la ultima palabra en materialismo. En cuanto a aquellas cestas de provisiones colocadas en la tumba para alimentar al alma durante su viaje, ?como un pueblo tan refinado podia tener la mente tan mutilada? La fe respaldada por el materialismo: una maldicion doble. Y era la misma que asolo a todas las naciones y civilizaciones posteriores que cayeron bajo el gobierno de un sacerdocio.

Pero los argumentos del general Drayson en Southsea no le habian parecido suficientes. Ahora, sin embargo, daban fe de los fenomenos paranormales cientificos tan prominentes y de probidad tan manifiesta como William Crookes, Oliver Lodge y Alfred Russel Wallace. Estos nombres significaban que los sabios que mejor comprendian el mundo natural -los grandes fisicos y biologos- tambien se habian convertido en nuestros guias del mundo sobrenatural.

Wallace, por ejemplo: el codescubridor de la moderna teoria de la evolucion, el hombre que estaba al lado de Darwin cuando anunciaron conjuntamente la idea de la seleccion natural ante la Linnaean Society. Los temerosos y los poco imaginativos habian llegado a la conclusion de que Wallace y Darwin nos habian abandonado a un universo impio y mecanicista, nos habian dejado solos en una llanura crepuscular. Pero consideremos lo que creia Wallace. Este hombre, el mas grande de los modernos, mantenia que la seleccion natural solo explicaba el desarrollo del cuerpo humano y que el proceso evolutivo tenia que haber sido complementado en algun momento por una intervencion sobrenatural en que la llama del espiritu fue insertada en el rudimentario animal en desarrollo. ?Quien se atrevia a afirmar ahora que la ciencia era enemiga del alma?

George y Arthur

Era una noche fria y despejada de febrero, con media luna y el cielo cuajado de estrellas. A lo lejos, el copete de la mina Wyrley se recortaba debilmente contra el cielo. Cerca estaba la propiedad de Joseph Holmes: casa, granero, dependencias anexas, sin que se viese una luz en ninguna de estas construcciones. Los seres humanos estaban durmiendo y los pajaros aun no habian despertado.

Pero el caballo estaba despierto cuando el hombre atraveso un boquete en el seto, en el extremo alejado del campo. Llevaba un morral en el brazo. En cuanto se percato de que el caballo habia advertido su presencia, se detuvo y empezo a hablar en voz muy baja. Las palabras eran un galimatias; lo importante era el tono, relajador e intimo. Al cabo de unos minutos, el hombre comenzo a avanzar despacio. Cuando habia dado unos pocos pasos, el caballo sacudio la cabeza y las crines formaron una breve mancha. Al ver esto, el hombre volvio a pararse.

Continuo, sin embargo, farfullando disparates y mirando directamente hacia el caballo. Bajo sus pies, el suelo era solido tras varias noches de escarcha y las botas no dejaban huellas en la tierra. Avanzo despacio, pocos metros a la vez, y se detenia a la menor senal de agitacion en el caballo. En todo momento hizo su presencia evidente, caminando lo mas erguido posible. El morral sobre el brazo era un detalle carente de importancia. Lo importante era la serena persistencia de la voz, la certidumbre del acercamiento, la mirada directa, la suavidad del dominio.

Tardo veinte minutos en cruzar el campo de este modo. Se encontraba ya a unos pocos metros de distancia, enfrente del caballo. No hizo todavia ningun movimiento subito, siguio como antes, murmurando, mirando, erguido, aguardando. Al final ocurrio lo que habia estado esperando: el caballo, al principio a reganadientes, pero despues inequivocamente, bajo la cabeza.

Ni siquiera entonces el hombre se acerco de repente. Dejo transcurrir uno o dos minutos y luego recorrio los ultimos metros y colgo el morral suavemente del cuello del animal. El caballo mantuvo la cabeza gacha mientras el hombre empezaba a acariciarla, murmurando sin cesar. Le acaricio las crines, el lomo, la grupa; a veces solo descansaba la mano sobre la piel caliente, asegurandose de que no se interrumpiera en ningun momento el contacto entre ambos.

Sin dejar de acariciar y murmurar, el hombre deslizo el morral fuera del cuello del caballo y se lo colgo del hombro. Sin dejar de acariciar y murmurar, rebusco en el interior de la chaqueta. Sin dejar de acariciar y murmurar, con un brazo sobre la grupa del caballo, le paso la mano por debajo de la panza.

El caballo apenas se sobresalto; el hombre por fin detuvo su galimatias y en el nuevo silencio se encamino a paso lento hacia el boquete en el seto.

George

Todas las mananas, George toma el primer tren del dia a Birmingham. Conoce los horarios de memoria, y los ama. Wyrley y Churchbridge 7.39. Bloxwich 7.48. Birchills 7.53. Birmingham New Street 8.35. Ya no siente la necesidad de esconderse detras de un periodico; de hecho, de vez en cuando sospecha que algunos de los pasajeros saben que es el autor de Legislacion ferroviaria para «el viajero de tren» (237 ejemplares vendidos). Saluda a los revisores y a los jefes de estacion y ellos le devuelven el saludo. Tiene un bigote respetable, un maletin, una leontina modesta, y ha complementado su bombin con un sombrero de paja para el verano. Tambien tiene un paraguas. Esta bastante orgulloso de esta ultima pertenencia y muchas veces la lleva, desafiando al barometro.

En el tren lee el periodico y trata de desarrollar criterios sobre lo que acontece en el mundo. El mes anterior, Chamberlain pronuncio en el nuevo ayuntamiento de Birmingham un importante discurso sobre las colonias y los aranceles preferenciales. La postura de George -aunque nadie le haya pedido todavia su opinion al respecto- es de respaldo cauto. El mes siguiente van a entregar las llaves de la ciudad a Roberts de Kandahar, un honor que a ningun hombre razonable se le ocurriria cuestionar.

El periodico le informa de otras noticias mas locales, mas triviales: han mutilado a otro animal en la zona de Wyrley. George se pregunta brevemente que seccion del codigo penal sanciona esta clase de actividad: ?seria la destruccion de propiedades, contemplada por la ley del robo, o quiza alguna ley pertinente que abarque a una u otra especie particular del animal afectado? Se alegra de trabajar en Birmingham, y es solo cuestion de tiempo que tambien resida en la ciudad. Sabe que tiene que tomar la decision; debe hacer frente al ceno del padre, las lagrimas de la madre y la callada, aunque mas insidiosa, consternacion de Maud. Cada manana, cuando los campos punteados de ganado dan paso a suburbios bien ordenados, George siente una perceptible elevacion del animo. Su padre le dijo hace anos que los hijos de granjeros y los mozos de labranza eran los humildes a los que Dios amaba y que heredarian la tierra. Bueno, el piensa que solo algunos de ellos y no segun las normas de autenticacion con las que esta familiarizado.

A menudo hay colegiales en el tren, al menos hasta Walsall, donde se bajan para ir a la escuela secundaria. Su presencia y sus uniformes recuerdan algunas veces a George la epoca horrible en que le acusaron de robar la llave de la escuela. Pero aquello fue hace anos, y casi todos los chicos son muy respetuosos. Hay dias en que un grupo viaja en su vagon, y a fuerza de entreoirlos se aprende los nombres: Page, Harrison, Greatorex, Stanley, Ferriday, Quibell. Hasta saluda con un gesto a algunos, al cabo de tres o cuatro anos.

Casi todos los dias en el 54 de Newhall Street los dedica a los tramites de traspasos de bienes inmuebles, tarea que un experto juridico superior ha descrito como «desprovista de imaginacion y del libre curso del pensamiento». Este menosprecio no molesta a George lo mas minimo; para el es un trabajo preciso, responsable y necesario. Tambien ha redactado unos cuantos testamentos y en los ultimos tiempos ha obtenido clientes gracias a su Legislacion ferroviaria. Casos relacionados con extravio de equipajes o trenes con un retraso desmedido, y uno en que una senora resbalo y se torcio una muneca en la estacion de Snow Hill, despues de que un empleado negligente del ferrocarril vertiese aceite cerca de una locomotora. Tambien ha llevado varios casos de atropellos. Por lo visto, las posibilidades de que un ciudadano de Birmingham sea arrollado por una bicicleta, un caballo, un automovil, un tranvia o incluso un tren

Вы читаете Arthur & George
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату