Hobinson, de Hednesford?
– Ninguna.
– ?Y que opina del detalle de la luna?
El sargento Parsons era un hombre fornido y de pelo negro que tenia tendencia a mover los labios mientras pensaba.
– Es lo que algunos han estado diciendo. La luna nueva, ritos paganos y demas. No lo se. Pero si se que no mataron a un animal el 11 de abril. Tampoco una semana despues de esa fecha, si no me equivoco.
– No se equivoca.
Parsons era mucho mas del gusto de Campbell que alguien como Upton. Pertenecia a la generacion siguiente y estaba mejor adiestrado; no era rapido, pero si reflexivo.
William Greatorex resulto ser un colegial de catorce anos cuya letra no se parecia en nada a la de la carta. No habia oido hablar de Lee ni de Shipton, pero confeso que conocia a Edalji, que algunas mananas viajaba en el mismo tren. Nunca habia estado en la comisaria de Hednesford y no conocia el nombre del sargento al mando.
Parsons y cinco agentes especiales registraron la granja Littleworth y sus dependencias anejas, pero no encontraron nada prodigiosamente afilado, manchado de sangre o recien limpiado. Cuando se marchaban, Campbell pregunto al sargento que sabia de George Edalji.
– Pues, senor, es indio, ?no? Es decir, medio indio. Un hombrecillo. Tiene un aire un poco raro. Abogado, vive en casa, va a Birmingham todos los dias. No es que participe mucho en la vida del pueblo, si usted me entiende.
– ?O sea que no se le conoce como miembro de una banda?
– Lejos de eso.
– ?Amigos?
– No se le conocen. Son una familia reservada. Creo que la hermana tiene algun problema. Es invalida, retrasada o algo. Y dicen que el sale a pasear todas las tardes. Pero no tiene perro ni nada. Hubo una campana contra la familia hace anos.
– Lo he visto en el diario. ?Por algun motivo?
– ?Quien sabe? Hubo cierto… resentimiento cuando le asignaron el puesto al vicario. La gente decia que no querian que un negro les dijera desde el pulpito lo pecadores que eran; ese tipo de cosas. Pero eso fue hace siglos. Yo soy protestante. Somos mas acogedores, a mi juicio.
– Ese joven, el hijo, ?le parece un destripador de caballos?
Parsons se mordio los labios antes de responder.
– Dejeme expresarlo asi, inspector. En cuanto haya servido aqui tanto tiempo como yo, descubrira que nadie parece nada. O, en realidad, que parece cualquier cosa. ?Me sigue?
George
El cartero muestra a George la leyenda oficial en el sobre: FRANQUEO INSUFICIENTE. La carta procede de Walsall; como su nombre y las senas de su despacho estan escritos con una letra clara y decente, George decide pagar el sello. Cuesta dos peniques, el doble del franqueo omitido. Reconoce con agrado el contenido: un pedido de la
Tres dias despues, las cartas empiezan a llegar de nuevo. El mismo genero de cartas: difamatorias, blasfemas, lunaticas. Las recibe en su despacho y George las considera una intrusion insolente: alli es donde se siente a salvo y respetable, donde la vida esta en orden. Instintivamente tira la primera; guarda las demas en un cajon inferior, como pruebas. Ya no es el adolescente inquieto de las primeras persecuciones; es una persona de provecho ahora, un abogado con cuatro anos de ejercicio. Es muy capaz de pasar por alto estas cosas si quiere, o de afrontarlas como es debido. Y la policia de Birminghan es sin duda mas eficiente y moderna que la de Staffordshire.
Una tarde, justo despues de las 18.10, George acaba de guardarse en el bolsillo el abono de tren y esta colgando el paraguas de su antebrazo cuando se percata de que una figura se ha puesto a caminar a su lado.
– ?Todo va bien, senorito?
Es Upton, mas gordo y con la cara mas colorada que anos atras, y es probable que tambien mas estupido. George no se detiene.
– Buenas tardes -dice, bruscamente.
– Disfrutando de la vida, ?eh? ?Duerme bien?
En otro tiempo, George quiza se hubiese alarmado o se hubiera detenido para saber que queria Upton. Pero ya no es aquel chico.
– No soy sonambulo, de todos modos, espero.
Aviva el paso, deliberadamente, y el sargento se ve obligado a resoplar y jadear para seguirle.
– Solo que, vera, hemos inundado la comarca de agentes especiales. Inundado. Asi que el sonambulismo seria una mala idea, ah, si, incluso para un a-bo-ga-do.
Sin reducir la marcha, George lanza una mirada despectiva hacia este idiota vacuo y bravucon.
– Oh, si, un a-bo-ga-do. Espero que le sea util, senorito. Hombre prevenido vale por dos, dicen, si no es al reves.
George no habla a sus padres de este encuentro. Hay una preocupacion mas inmediata: en el correo de la tarde ha llegado una carta de Cannock con una letra conocida. Su destinatario es George y el remitente firma «Un amante de la justicia»:
No le conozco, pero a veces le he visto en el ferrocarril, y supongo que si le conociera no me gustaria mucho, porque los indigenas no me gustan. Pero pienso que todo el mundo merece un trato justo y por eso le escribo, porque no creo que tenga nada que ver con los horribles delitos de los que habla todo el mundo. Todos dicen que tiene que ser usted, porque piensan que no es de los nuestros y que le gustaria darles una tunda. Asi que la policia empezo a vigilarle, pero no vieron nada y ahora vigilan a otra persona… Si matan a otro caballo diran que ha sido usted, asi que vayase de vacaciones para estar lejos cuando se produzca el proximo crimen. La policia dice que sera a final de mes, como el anterior. Vayase antes.
George no pierde la calma.
– Difamacion -dice-. A primera vista, yo diria que es difamacion criminal.
– Vuelve a empezar -dice su madre, y el advierte que ella esta al borde de las lagrimas-. Todo vuelve a empezar. No pararan hasta que nos hayan echado.
– Charlotte -dice Shapurji, con firmeza-. Ni hablar de eso. No nos iremos de la vicaria hasta que vayamos a descansar con el tio Compson. Es voluntad del Senor que suframos durante el viaje terrenal y no nos corresponde cuestionarla.
Hoy dia hay momentos en que a George no le falta mucho para cuestionar al Senor. Por ejemplo: ?por que su madre, que es la virtud encarnada y socorre a los pobres y enfermos de la parroquia, tiene que sufrir de esta manera? Y si, como sostiene su padre, el Senor es el responsable de todo, entonces lo es tambien de la policia de Staffordshire y de su notoria incompetencia. Pero George no lo dice; cada vez hay mas cosas que ni siquiera insinua.
Tambien empieza a comprender el mundo un poco mejor que sus padres. Solo tiene veintisiete anos, pero la vida laboral de un abogado de Birmingham ofrece atisbos de la naturaleza humana quiza inaccesibles para un vicario rural. De modo que cuando su padre propone que se quejen