son notablemente mayores de lo que habria creido. Quiza George Edalji, licenciado en Derecho, cobrara renombre como el profesional al que acudir cuando un imprudente medio de transporte sorprende al cuerpo humano.

El tren que lleva a George a casa sale de New Street a las 17.25. En el viaje de vuelta rara vez hay escolares. En cambio, a veces hay elementos mas grandes y groseros que a George le inspiran aversion. De vez en cuando oye comentarios plenamente innecesarios formulados en su direccion: sobre lejia, sobre que su madre se ha olvidado el acido fenico, y preguntas sobre si ese dia el habra bajado a la mina. George suele hacer caso omiso de estas palabras, aunque si un joven zafio opta por mostrarse especialmente ofensivo, quiza se vea obligado a recordarle con quien esta hablando. Carece de valentia fisica, pero en ocasiones asi siente una calma sorprendente. Conoce las leyes de Inglaterra y sabe que puede contar con su apoyo.

Birmingham New Street 17.25. Walsall 17.55. Este tren no para en Birchills, por motivos que George nunca ha podido averiguar. Sigue Bloxwich a las 18.02, Wyrley y Churchbridge a las 18.09. A las 18.10 saluda a Merriman, el jefe de estacion -un momento que a menudo le recuerda la sentencia que su senoria, el juez Bacon, dicto en 1899, en el tribunal del condado de Bloomsbury, sobre la retencion ilegal de abonos de temporada caducados-, y se cuelga el paraguas de la muneca izquierda para el trayecto de vuelta a la vicaria.

Campbell

Desde su nombramiento en la policia de Staffordshire dos anos atras, el inspector Campbell habia visto un par de veces al capitan Anson, pero no antes de haber sido llamado a Green Hall. La casa de Anson, jefe de la policia, se hallaba en las afueras de la ciudad, entre las vegas que habia en la ribera mas distante del rio Sow, y tenia fama de ser la residencia mas espaciosa existente entre Stafford y Shugborough. Cuando subia el camino de grava que arrancaba de Lichfield Road y el tamano del Hall se le iba revelando, Campbell se pregunto como de grande seria Shugborough. Estaba al mando del hermano mayor del capitan Anson. El jefe de la policia, que solo era un segundon, no tuvo mas remedio que conformarse con aquella casa modesta y pintada de blanco: de tres plantas de alto y siete u ocho ventanas de ancho, y un desalentador portico de entrada sostenido por cuatro columnas. A la derecha habia una terraza y un rosal hundido, y mas alla un cenador y una pista de tenis.

Campbell observo todo esto sin detenerse. Cuando la doncella le abrio la puerta, intento suspender sus naturales habitos profesionales: ponderar la honradez y los ingresos probables de los ocupantes y memorizar los objetos que valiese la pena robar: en algunos casos, objetos quiza ya robados. Indiferente aposta, se fijo, sin embargo, en los muebles de caoba barnizada, los paneles blancos de la pared, un perchero estrafalario y, a la derecha, una escalera con curiosas barandillas retorcidas.

Le condujeron a una habitacion justo a la izquierda de la puerta de entrada. El estudio de Anson, por su aspecto: dos butacas altas de cuero a ambos lados de la chimenea y, encima, la cabeza colgada de un alce europeo o americano. Algo con cuernos, en definitiva; Campbell no era cazador ni aspiraba a serlo. Era un hombre de Birmingham que de mala gana habia solicitado el traslado cuando su mujer se harto de la ciudad y echo de menos el ritmo pausado y el espacio de su infancia. A unos veinticinco kilometros de la ciudad, pero para Campbell era como el exilio en otro pais. Las fuerzas vivas le ninguneaban; los granjeros eran retraidos; los mineros y herreros, gente burda incluso comparada con la de los barrios bajos. Se extinguio rapidamente toda vaga nocion de que el campo era romantico. Y los lugarenos parecian sentir por la policia una aversion aun mayor que los ciudadanos. Habia perdido la cuenta de las veces en que le habian hecho sentirse superfluo. Quiza se hubiese cometido un delito y quiza hasta lo hubieran denunciado, pero sus victimas se las arreglaban para darte a entender que preferian su propia idea de la justicia a la que ofrecia un inspector cuyo temo y bombin olian todavia a Brummagem.

Anson irrumpio en el cuarto, le estrecho la mano y le pidio que se sentara. Era un hombre menudo y compacto de unos cuarenta y cinco anos, con un traje cruzado y el bigote mas pulcro que Campbell habia visto nunca: sus guias parecian meras ampliaciones de la nariz y el conjunto cuadraba con el triangulo del labio superior, como comprado por catalogo y despues de tomar unas medidas exactas. Llevaba la corbata sujeta con un alfiler de oro en forma del nudo de Stafford. Esto proclamaba lo que todos ya sabian: el honorable capitan George Augustus Anson, jefe de la policia desde 1888, lugarteniente del condado desde 1900, era un hombre de Staffordshire de los pies a la cabeza. Campbell, que pertenecia a la hornada mas reciente de policias profesionales, no comprendia por que el jefe de las fuerzas policiales debia ser el unico aficionado entre sus huestes; pero muchas cosas en el funcionamiento de la sociedad le parecian arbitrarias, basadas mas en prejuicios antiguos que en la sensatez moderna. Con todo, Anson era respetado por sus subordinados; tenia fama de respaldar a sus oficiales.

– Campbell, habra adivinado por que le he pedido que venga.

– Supongo que por las mutilaciones, senor.

– En efecto. ?Cuantas son ya?

Campbell habia ensayado esta parte, pero aun asi consulto su libreta.

– El 2 de febrero, un caballo valioso, propiedad de Joseph Holmes. El 2 de abril, una jaca del senor Thomas, con un desgarron identico. El 4 de mayo, una vaca de la senora Bungay recibio el mismo trato. Dos semanas despues, el 18 de mayo, un caballo de Badger fue terriblemente mutilado, asi como cinco ovejas esa misma noche. Y la semana pasada, el 6 de junio, dos vacas propiedad de Lockyer.

– ?Todos por la noche?

– Todos.

– ?Alguna pauta reconocible en los sucesos?

– Todos los ataques se produjeron en un radio de cinco kilometros de Wyrley. Y… no se si es una pauta, pero todos ocurrieron en la primera semana del mes. Excepto el del 18 de mayo. -Campbell sabia que Anson no le quitaba el ojo de encima, y se apresuro-. El metodo empleado en todos los ataques, sin embargo, es en gran medida coherente.

– Una coherencia repulsiva, sin duda.

Campbell miro al jefe, inseguro de si queria o no conocer los detalles. Entendio que el silencio entranaba una afirmacion pesarosa.

– Los desgarraron por debajo de la panza. Mediante un corte transversal y, casi siempre, unico. Las vacas…, a las vacas tambien les mutilaron las ubres. Y les infligieron danos en… los genitales, senor.

– Cuesta dar credito, ?no le parece, Campbell?, a una crueldad tan sin sentido con animales indefensos.

Campbell hizo como que no estaban sentados debajo del ojo vidrioso y la cabeza cortada de un alce europeo o americano.

– Si, senor.

– Asi que estamos buscando a un maniaco con un cuchillo.

– No es probable que sea un cuchillo, senor. Hable con el veterinario que se ocupo de las mutilaciones ultimas, porque el caballo de Holmes fue tratado por entonces como un incidente aislado, y estaba perplejo en cuanto al instrumento utilizado. Debia de ser muy afilado, pero por otro lado solo penetraba en la piel y la primera capa de musculo.

– ?Y por que no un cuchillo?

– Porque un cuchillo, uno de carnicero, pongamos, habria penetrado mas adentro. En algun punto, al menos. Un cuchillo habria abierto las tripas. Ninguno de los animales murio en el ataque. No en el momento. O bien se desangraron o los encontraron en tal estado que hubo que sacrificarlos.

– ?Y si no fue un cuchillo?

– Algo que corte con facilidad pero no muy profundo. Como una navaja. Pero con mas fuerza que una navaja. Podria ser una herramienta de un curtidor de cuero. O algun

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