noche.

Campbell asintio. No era lerdo, aquel clerigo.

– Bueno, me gustaria ver sus botas.

– ?Sus botas?

– Si, las botas con que salio. Y enseneme el pantalon que llevaba.

Estaba seco, pero cuando Campbell volvio a examinarlo vio barro negro alrededor de los dobladillos. Cuando le mostraron las botas vio que tambien tenian costras de barro y que estaban aun humedas.

– Tambien he encontrado esto, senor -dijo el sargento que habia llevado las botas-. A mi me parece humedo.

Entrego un abrigo de sarga azul.

– ?Donde estaba esto? -El inspector paso la mano por el abrigo-. Si, esta humedo.

– Colgado al lado de la puerta de atras, justo encima de las botas.

– Dejeme palparlo -dijo el vicario. Paso una mano por la manga y dijo-: Esta seca.

– Esta humedo -repitio Campbell, y penso: «Y lo que es mas, yo soy policia»-. ?A quien pertenece?

– A George.

– ?A George? Les he dicho que me ensenaran toda su ropa. Sin excepcion.

– Se la hemos ensenado. -Esta vez era la madre-. Lo que yo considero su ropa es todo esto. Eso no es mas que un abrigo viejo que nunca se pone.

– ?Nunca?

– Nunca.

– ?Se lo pone otra persona?

– No.

– Es de lo mas misterioso. Un abrigo que nadie se pone pero que esta colgado oportunamente junto a la puerta de atras. Empecemos otra vez. Este abrigo es de su hijo. ?Cuando se lo puso por ultima vez?

Los padres se miraron. Al final, la madre dijo:

– No lo se. Esta demasiado astroso para que salga a la calle con el, y no hay motivo para que lo use en casa. Quiza se lo pone para la jardineria.

– Dejeme ver -dijo Campbell, levantando la prenda hacia la luz de la ventana-. Si, aqui hay un pelo. Y… otro. Y… si, otro mas. ?Parsons?

El sargento echo un vistazo y asintio.

– Dejeme ver, inspector. -El vicario fue autorizado a examinar el abrigo-. Esto no es un pelo. No veo ningun pelo.

La madre y la hija se sumaron al examen, tirando de la sarga azul, como en un bazar. El inspector las alejo con un gesto y deposito el abrigo en la mesa.

– Aqui -dijo, senalando el pelo mas obvio.

– Es una lina -dijo la hija-. No es un pelo, es una lina.

– ?Que es una lina?

– Una hebra, una hebra suelta. Todo el mundo lo ve, cualquiera que haya cosido alguna vez.

Campbell no habia cosido en su vida, pero detectaba el panico en la voz de una muchacha.

– Y mire estas manchas, sargento.

En la manga derecha habia dos regueros separados, uno blanquecino, el otro tirando a oscuro. Ni el inspector ni Parsons hablaron, pero los dos estaban pensando lo mismo. Blanquecina, la saliva del pony; oscura, su sangre.

– Ya le he dicho que no es mas que un abrigo viejo. Nunca saldria con el. No, desde luego, para ir a ver al botero.

– ?Entonces por que esta humedo?

– No esta humedo.

La hija adujo otra explicacion provechosa para su hermano.

– Quiza a usted le parece humedo solo porque estaba colgado junto a la puerta trasera.

Nada impresionado, Campbell recogio el abrigo, las botas, el pantalon y otras prendas que consideraron habian sido usadas la noche anterior; tambien se llevo las navajas. Ordeno a la familia que no estableciera contacto con George hasta que la policia les autorizase. Aposto un hombre fuera de la vicaria y a los demas les ordeno que se repartieran el terreno. Despues volvio con Parsons al campo, donde Lewis habia concluido su examen y solicitaba permiso para sacrificar al pony. Campbell tendria el informe del veterinario al dia siguiente. El inspector le pidio que le cortara una tira de piel al animal muerto. El agente Cooper habria de llevarla, junto con la ropa, al doctor Butter en Cannock.

En la estacion de Wyrley, Markew informo de que el abogado, cortante, habia desobedecido su peticion de que esperase. Por consiguiente, Campbell y Parsons tomaron el primer tren disponible a Birmingham: el de las 9.53.

– Extrana familia -dijo el inspector, cuando cruzaban el canal entre Bloxwich y Walsall.

– Muy extrana. -El sargento se mordio el labio un rato-. Si me permite decirselo, senor, parecen bastante sinceros.

– Se lo que quiere decir. Es algo que los criminales harian bien en estudiar.

– ?Que, senor?

– No mentir mas de lo que necesitan.

– Eso sera cuando las ranas crien pelo -se rio Parsons-. Con todo, hay que compadecerles, en un sentido. Que le ocurra a esa clase de familia. Una oveja negra, si me permite la expresion.

– Claro que se la permito.

Poco despues de las once de la manana, los dos policias se presentaron en el 54 de Newhall Street. Era una oficina pequena, de dos habitaciones, con una secretaria que custodiaba la puerta del abogado. George Edalji estaba sentado pasivamente ante su escritorio, y tenia mala cara.

Campbell, alerta ante cualquier movimiento subito del hombre, dijo:

– No queremos registrarle aqui, pero tendra que entregarme su pistola.

Edalji le miro sin expresion.

– No tengo pistola.

– ?Que es eso, entonces?

El inspector senalo con un gesto un objeto largo y reluciente que George tenia delante, sobre la mesa. El abogado hablo con una voz cansadisima.

– Eso, inspector, es la llave de la puerta de un vagon de tren.

– Era una broma -contesto Campbell. Pero estaba pensando: «llaves». La llave de la escuela de Walsall de tantos anos atras, y ahora habia otra. Intuia en aquel hombre algo muy raro.

– La uso como pisapapeles -explico el abogado-. Como quiza recuerde,

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