piensa George.
– Me esta siguiendo por orden del inspector Campbell. Esta mas claro que el agua. ?Me toma por un idiota? El unico punto interesante es si Campbell le ordeno que se dejara ver en todo momento, en cuyo caso su conducta puede considerarse una obstruccion de la via publica, o bien le encargo que se mantuviera oculto, en cuyo caso es usted un agente especial totalmente incompetente.
El hombre se limita a sonreir entre dientes.
– Eso es cosa de el y mia, ?no le parece?
– Me parece, amigo mio -dice George, y su ira es ya intensa-, que usted y sus colegas son un notable desperdicio del presupuesto publico. Llevan semanas rondando por el pueblo y no han hecho nada, absolutamente nada de provecho.
El policia se limita a sonreir de nuevo.
– Tranquilo, tranquilo -dice.
Durante la cena, el vicario sugiere que George lleve a Maud a pasar el dia en Aberystwyth. Lo dice con tono de mando, pero George se niega en redondo: tiene mucho trabajo y no quiere tomarse un dia libre. No da su brazo a torcer hasta que Maud se suma a la suplica, y accede de mala gana. El martes estan ausentes desde el amanecer hasta tarde por la noche. El sol brilla; el trayecto en tren -los casi doscientos kilometros en el ferrocarril de Great Wyrley- es agradable y sin contratiempos; hermana y hermano experimentan una extrana sensacion de libertad. Dan un paseo por el muelle, inspeccionan la fachada del University College y llegan hasta la punta del espigon (entrada, dos chelines). Es un hermoso dia de agosto en que sopla un viento suave, y estan plenamente de acuerdo en que no quieren navegar por la bahia en un barco de recreo; tampoco imitar a los acuclillados que recogen guijarros en la playa. Prefieren tomar el tranvia desde el extremo norte del paseo hasta los Cliff Gardens de Constitution Hill. A medida que el tranvia sube, y despues, cuando baja, tienen una bella panoramica de la ciudad y de la bahia de Cardigan. Todas las personas con las que hablan en este lugar turistico son corteses, incluido el policia uniformado que les recomienda que almuercen en el hotel Belle Vue, o en el Waterloo si son abstemios estrictos. Comen pollo asado y tarta de manzana mientras hablan de temas seguros, como Horace y la tia abuela Stoneham, y la gente que ocupa otras mesas. Despues de comer suben al castillo, que George describe jocosamente como un atentado contra la ley de venta de bienes, ya que solo se compone de unas cuantas torres y fragmentos en ruinas. Un transeunte senala alli, justo a la izquierda de Constitution Hill, la cumbre de Snowdon. Maud esta encantada, pero George no logra divisarla. Ella promete que un dia le comprara un par de prismaticos. En el tren de vuelta pregunta a su hermano si el tranvia de Aberystwyth se regira por las mismas leyes que el ferrocarril; luego le ruega que le ponga una adivinanza como solia hacer en el aula. El hace lo que puede, porque quiere a su hermana, que por una vez parece casi feliz; pero lo hace sin ganas.
Al dia siguiente llega una postal a Newhall Street. Es una inmunda efusion que le acusa de mantener relaciones culpables con una mujer de Cannock: «Senor. ?Le parece correcto que un hombre de su posicion tenga relaciones todas las noches con la hermana de ____________________ ____________________, sabiendo que ella va a contraer matrimonio con Frank Smith, el socialista?». Huelga decir que no ha oido hablar de ninguno de los dos. Mira el matasellos: Wolverhampton, 12.30 del 4 de agosto de 1903. Estaban urdiendo esta calumnia asquerosa en el preciso momento en que el y Maud almorzaban en el hotel Belle Vue.
La postal le despierta sentimientos de envidia de Horace, que es ya un chupatintas despreocupado en el Ministerio de Hacienda en Manchester. Parece deslizarse indemne por la vida; pasan los dias y toda su ambicion se cifra en un lento ascenso de la escala, y su felicidad deriva de la compania femenina, sobre la cual deja caer insinuaciones primarias. Ante todo, Horace ha huido de Great Wyrley. Mas que nunca George considera una maldicion haber sido el primogenito, asi como estar dotado de una mayor inteligencia y de menos seguridad en si mismo que su hermano. Horace tiene todos los motivos para dudar de si mismo; a George, a pesar de su exito academico y sus cualificaciones profesionales, le paraliza la timidez. Cuando explica las leyes detras efe un escritorio sabe ser claro y hasta autoritario. Pero carece de la facultad de hablar con ligereza o frivolidad; no sabe como hacer que la gente se sienta a gusto; es consciente de que algunos le consideran raro.
El lunes, 17 de agosto de 1903, toma el tren de las 7.39 a New Street, como de costumbre; vuelve a las 17.25, como de costumbre, y llega a la vicaria poco antes de las seis y media. Trabaja un rato y luego se pone un abrigo y se va caminando a ver al botero, John Hands. Regresa a la vicaria un poco antes de las 21.30, cena y se retira a la habitacion donde duerme con su padre. Las puertas de la vicaria estan cerradas con llave y cerrojo, asi como la puerta del dormitorio, y George duerme sin interrupciones, como ha hecho en las ultimas semanas. A la manana siguiente se despierta a las
No se percata de que son las ultimas veinticuatro horas normales de su vida.
Campbell
Llovio pertinazmente la noche del 17 y soplo un viento de borrasca. Al alba habia escampado, y cuando los mineros se pusieron en marcha para el turno temprano en la mina de Great Wyrley habia en el aire el frescor que sucede a una lluvia de verano. Un muchacho minero llamado Henry Garrett cruzaba un campo en su trayecto al trabajo cuando advirtio que un pony del pozo se hallaba maltrecho. Al acercarse vio que a duras penas se tenia en pie y que sangraba mucho.
Los gritos del chico atrajeron a un grupo de mineros que atravesaron chapoteando el campo para examinar el largo corte practicado en el abdomen del pony, y el charco rojo sobre el barro removido de debajo. En menos de una hora, Campbell habia llegado con media docena de agentes especiales y habian mandado a buscar a Lewis, el veterinario. Campbell pregunto quien era el encargado de patrullar por aquel sector. El agente Cooper contesto que habia pasado por aquel campo hacia las once y que el animal parecia en buen estado. Pero la noche era oscura y no se habia acercado al pony.
Era el octavo caso en seis meses, y el decimosexto animal mutilado. Campbell penso un poco en el pony y en el afecto que hasta los mineros mas rudos mostraban por aquellas criaturas; penso un poco en el capitan Aston y en su preocupacion por el honor de Staffordshire; pero lo que mas ocupo su pensamiento al mirar el tajo rezumante y observar como se tambaleaba el pony fue la carta que le habia ensenado el jefe de la policia. «Habra jolgorio en Wyrley en noviembre -recordo. Y despues-: porque liquidaran a veinte mozas como a los caballos antes del proximo marzo.» Y otra palabra: «ninas».
Campbell era un oficial competente, como habia dicho Anson; era diligente y equilibrado. No tenia ideas preconcebidas sobre los criminales; tampoco era dado a teorias demasiado precipitadas o a intuiciones autocomplacientes. Aun asi, el campo donde habia tenido lugar la salvajada se extendia directamente entre la mina y Great Wyrley. Si trazabas una linea recta desde el campo hasta el pueblo, la primera casa que encontrabas era la vicaria. La logica ordinaria, asi como el jefe de la policia, instaban a una visita.
– ?Alguien estuvo vigilando la vicaria anoche?
El agente Judd se identifico y hablo un poco mas de la cuenta sobre el tiempo de perros que hacia y la lluvia que se le metia en los ojos, lo que quiza delatase que se habia pasado la mitad de la noche guarecido debajo de un arbol. A Campbell no se le ocurria pensar que los policias estuviesen exentos de flaquezas humanas. En todo caso, Judd no habia visto llegar ni marcharse a nadie; las luces se habian apagado a las diez y media, la hora de siempre. Pero habia sido una noche de lo mas destemplada, inspector…
Campbell consulto el reloj: las 7.15. Envio a Markew, que conocia al abogado, a que le detuviera en la estacion. Dijo a Cooper y a Judd que aguardaran al veterinario y que espantasen a los mirones, y emprendio con Parsons y los restantes agentes el itinerario mas directo hacia la vicaria. Habia un par de setos por los que colarse y habia que cruzar la via de tren por el paso subterraneo, pero lo hicieron sin dificultades en menos de quince minutos. Bastante antes de las ocho, Campbell habia apostado a un policia en