ha pensado en aceitar la cerradura?
Silencio.
– ?Cuantas navajas tiene?
– ?Cuantas navajas? No tengo ninguna.
– Pero usted se afeita, supongo, ?no?
– Me afeito con una de mi padre.
– ?Por que no le dejan utilizar una propia?
Silencio.
– ?Que edad tiene usted, senor Edalji?
– Hoy ya he contestado a esa pregunta tres veces. Le sugiero que consulte sus notas.
– Un hombre de veintisiete anos al que no le permiten utilizar una navaja propia y al que su padre, que tiene el sueno muy ligero, encierra en su dormitorio todas las noches. ?Se da cuenta de que es usted un individuo extraordinariamente raro?
Silencio.
– Extraordinariamente raro, yo diria. Y… hableme de los animales.
– Eso no es una pregunta, sino un palo de ciego.
George advirtio la incongruencia de su respuesta y no pudo evitar sonreir.
– Disculpeme. -El inspector estaba cada vez mas irritado. Hasta entonces habia tratado con suavidad al chico. Bueno, no seria muy dificil convertir a un abogado engreido en un escolar llorica-. Pues aqui va una pregunta. ?Que piensa de los animales? ?Le gustan?
– ?Que pienso de los animales? ?Si me gustan? No, en general no me gustan.
– Era de esperar.
– No, inspector, dejeme explicarme. -George habia intuido que Campbell endurecia su actitud y le parecio una buena tactica relajar sus normas de combate-. Cuando tenia cuatro anos me llevaron a ver una vaca. Se ensucio encima. Es casi mi primer recuerdo.
– ?El de una vaca que se ensucia?
– Si. Creo que desde aquel dia desconfio de los animales.
– ?Desconfia?
– Si. De lo que pueden hacer. No son fiables.
– Ya veo. ?Y dice que es su primer recuerdo?
– Si.
– Y desde entonces desconfia de los animales. De todos.
– Bueno, no del gato que tenemos en casa. Ni del perro de la tia Stoneham. Les tengo mucho carino.
– Ya veo. Pero no a los animales grandes. Como las vacas.
– Exacto.
– ?Los caballos?
– Si, los caballos no son de fiar.
– ?Las ovejas?
– Las ovejas solo son estupidas.
– ?Los mirlos? -pregunta el sargento Parsons.
Son las primeras palabras que ha dicho.
– Los mirlos no son animales.
– ?Los monos?
– No hay monos en Staffordshire.
– De eso estamos segurisimos, ?eh?
George siente que su ira crece. Aguarda adrede antes de contestar.
– Inspector, permitame decirle que las tacticas de su sargento son desatinadas.
– Oh, no creo que sean tacticas, senor Edalji. El sargento Parsons es un buen amigo del sargento Robinson, de Hednesford. Alguien ha amenazado al sargento Robinson con pegarle un tiro en la cabeza.
Silencio.
– Alguien ha amenazado tambien con cortar en rodajas a veinte mozas del pueblo donde usted vive.
Silencio.
– Bueno, no parece que le inmuten estas informaciones, sargento. Por lo visto no son una gran sorpresa.
Silencio. George penso: «Es un error darle algo. Todo lo que no sea una respuesta directa a una pregunta directa es darle algo. No lo hagas».
El inspector consulto una libreta que tenia delante.
– Cuando le hemos detenido ha dicho: «No me sorprende. Lo llevo esperando desde hace algun tiempo». ?Que queria decir?
– Queria decir lo que he dicho.
– Bueno, dejeme que le diga como he interpretado yo lo que ha dicho, y como lo ha interpretado el sargento Parsons, y como lo interpretaria el hombre de la calle. Que al fin le han atrapado y que es un alivio que lo hayan hecho.
Silencio.
– Entonces, ?por que cree que esta aqui?
Silencio.
– Quiza piense que es porque su padre es indio.
– Mi padre, en realidad, es parsi.
– Sus botas estan manchadas de barro.
Silencio.
– Su navaja tiene rastros de sangre.
Silencio.
– Su abrigo tiene pelos de caballo.
Silencio.
– No le ha sorprendido que le detuvieran.
Silencio.
– No creo que nada de esto tenga que ver con el hecho de que su padre sea indio, parsi u hotentote.
Silencio.
– Bueno, parece que se ha quedado sin palabras, sargento. Debe de guardarlas para los instructores de Cannock.
George fue conducido de nuevo a su celda, donde le esperaba un plato de comida fria. La desdeno. Cada veinte minutos oia el chirrido de la mirilla; cada hora -o eso calculo- abrian la puerta y un policia le inspeccionaba.
En su segunda visita, el carcelero, que a todas luces se ajustaba a un guion, dijo:
– Bueno, senor Edalji, lamento que este aqui, pero ?como se las arreglo para burlar a todos nuestros colegas? ?A que hora destripo al caballo?
Como George nunca le habia visto, la expresion conmiserativa le hizo poca mella y no le arranco una respuesta. Una hora despues, el policia dijo: