Le estremecieron sus palabras despectivas y de inmediato le avergonzo su agitacion. Por eso la colera era un pecado: conducia a la falsedad. Sin duda, los instructores de Cannock no eran mejores ni peores que los de otros sitios; tampoco recordaba que hubieran proferido una palabra de la que el disintiera por completo. Y cuanto mas pensaba en ellos, tanto mas empezaba a imponerse su condicion de abogado. La incredulidad se atenuo hasta convertirse en una mera decepcion intensa, y luego en un pragmatismo resignado. Era a todas luces mucho mejor que su caso lo viera un tribunal superior. Eran necesarios letrados acreditados y un entorno mas grave para administrar la justicia y la reprension debidas. La audiencia de Cannock era el marco mas inapropiado. Para empezar, apenas era mas grande que el aula de la vicaria. Ni siquiera habia un banquillo propiamente dicho: los presos se veian obligados a sentarse en una silla en medio de la sala.
Alli lo colocaron la manana del 3 de septiembre; se sintio observado desde todos los angulos, sin saber si aquella posicion le daba un mayor aspecto de ser el listo o el burro de la clase. El inspector Campbell testifico por extenso, pero se aparto poco de lo que habia declarado anteriormente. La primera declaracion nueva de la policia fue del agente Cooper, que refirio que en las horas que siguieron al descubrimiento del animal herido habia tomado posesion de una de las botas del prisionero, que tenian un tacon singularmente gastado. Lo habia comparado con las huellas en el campo donde habian encontrado al pony, y asimismo con las marcas cercanas a una pasarela de madera proxima a la vicaria. Habia apretado el tacon de la bota del senor Edalji contra la tierra mojada y descubrio, al retirar la bota, que las huellas coincidian.
El sargento Parsons admitio a continuacion que estaba al mando del grupo de veinte agentes especiales desplegados para perseguir a la banda de mutiladores. Declaro que durante el registro del dormitorio de Edalji habia hallado un estuche de cuatro navajas. Una de ellas estaba mojada, tenia manchas pardas y uno o dos pelos adheridos a la hoja. El sargento se la habia ensenado al padre de Edalji, que comenzo a limpiarla con los pulgares.
– ?Eso no es cierto! -grito el vicario, poniendose de pie.
– No debe interrumpir -dijo el inspector Campbell, antes de que los instructores pudieran reaccionar.
El sargento Parsons continuo su declaracion y describio el momento en que el preso fue introducido en el calabozo de Newton Street, en Birmingham. Edalji se habia vuelto hacia el y le habia dicho: «Esto es un poco obra de Loxton, supongo. Me las pagara antes de que acaben conmigo».
La manana siguiente, la
Tiene veintiocho anos pero parece mas joven. Vestia un traje de cuadros blancos y negros que le quedaba pequeno, y su cara atezada, de ojos llenos y oscuros y boca prominente, tenia poco del tipico abogado. Su aspecto impasible es esencialmente oriental, y aparte de una leve sonrisa no se le escapo el menor signo de emocion mientras se iba revelando la historia extraordinaria de la acusacion. Su anciano padre indio y su madre inglesa y de pelo blanco estaban en la sala y siguieron la sesion con un interes patetico.
– Tengo veintiocho anos pero parezco mas joven -le comento a Meek-. Quiza sea porque tengo veintisiete. Mi madre no es inglesa, es escocesa. Mi padre no es indio.
– Le adverti que no leyera los periodicos.
– Pero no es indio.
– Para la
– Pero senor Meek, ?y si yo le dijera a usted que es gales?
– No le diria que se equivoca, porque mi madre tenia sangre galesa.
– ?O irlandes?
Meek le sonrio, nada ofendido, quiza hasta con un aire un poco irlandes.
– ?O frances?
– Ahi, senor, va demasiado lejos. Ahi si me provoca.
– Y yo soy impasible -continuo George, leyendo de nuevo el periodico-. ?No es eso algo bueno? ?No es asi como deberia ser el tipico abogado? Y sin embargo no soy el tipico abogado. Soy el tipico oriental, sea lo que sea esto. En cualquier caso soy tipico, ?no? Si fuera excitable, seguiria siendo el tipico oriental, ?verdad?
– Ser impasible es bueno, senor Edalji. Y al menos no le han llamado inescrutable. O artero.
– ?Que significa eso?
– Oh, lleno de una astucia ruin y endemoniada. Nos gusta evitar lo endemoniado. Tambien lo diabolico. La defensa se contentara con impasible.
George le sonrio.
– Disculpeme, senor Meek. Y gracias por su sentido comun. Me temo que tal vez necesite un poco mas del que tengo.
El segundo dia de la vista testifico William Greatorex, de catorce anos, alumno de la escuela secundaria de Walsall. Se leyeron en la sala numerosas cartas firmadas con su nombre. El nego tanto la autoria como el conocimiento de las mismas, y hasta pudo demostrar que habia estado en la isla de Man cuando dos de ellas habian sido echadas al correo. Dijo cine tenia por costumbre tomar el tren todas las mananas desde Hednesford a Walsall, donde estudiaba. Otros chicos que solian viajar con el eran Westwood Stanley, hijo del famoso representante de los mineros; Quibell, hijo del vicario de Hednesford; Page, Harrison y Ferriday. Los nombres de todos estos chicos se mencionaban en las cartas que acababan de leer en voz alta.
Greatorex declaro que conocia de vista al senor Edalji desde hacia tres o cuatro anos. «Ha viajado con frecuencia a Walsall en el mismo vagon que nosotros. Un monton de veces, me parece.» Le preguntaron cuando fue la ultima que el preso habia viajado con el. «La manana despues de que mataran a dos caballos del senor Blewitt. Era el 30 de junio, creo. Vimos desde el tren a los caballos tendidos en el campo.» Preguntaron al testigo si el senor Edalji le habia dicho algo aquella manana. «Si, me pregunto si los caballos muertos eran de Blewitt. Luego miro por la ventanilla.» Preguntaron al testigo si habia tenido alguna conversacion anterior con el prisionero sobre las mutilaciones. «No, nunca», respondio.
Thomas Henry Gurrin declaro que era un experto en grafologia con muchos anos de experiencia. Emitio su informe sobre las cartas que se habian leido en la sala. En la letra falsificada descubrio una serie de singularidades muy pronunciadas. Eran exactamente las mismas que las encontradas en las cartas del senor Edalji, que le entregaron para que las comparase.
El doctor Butter, el medico de la policia, que habia examinado las manchas en la ropa de Edalji, declaro que las pruebas que habia realizado revelaron rastros de sangre de mamiferos. En el abrigo y el chaleco descubrio veintinueve pelos cortos y pardos. Los comparo con los de la piel del pony de la mina mutilado la noche anterior a la detencion del acusado. Vistos al microscopio descubrio que eran similares.
El senor Gripton, que se hallaba en compania de una joven cerca de Coppice Lane, en Great Wyrley, la noche de autos, testifico que habia visto a Edalji y que se cruzo con el alrededor de las nueve de la noche. No se acordaba con exactitud de donde.
– Bueno -pregunto el abogado de la policia-, diganos el nombre del local publico mas proximo al lugar donde le vio.
– La antigua comisaria -contesto Gripton, alegremente.
El policia detuvo con expresion severa la risa que acogio a esta frase.
La senorita Biddle, que deseaba dejar claro que era la prometida de Gripton, tambien habia visto a Edalji; lo mismo aseguraron otros testigos distintos.
Facilitaron detalles de la mutilacion: dijeron que la herida infligida al pony de la empresa minera tenia treinta y ocho centimetros de largo.