– No veo el sentido de esta pregunta.
– Senor, no le pido que le vea un sentido. Me limito a pedirle que la conteste. ?Tiene un recuerdo de cada noche?
El vicario paseo la mirada por la sala, como esperando que alguien le rescatase de aquella catequesis estupida.
– No mas que otra persona.
– Exacto. Ha declarado que tiene un sueno ligero.
– Si, muy ligero. Me despierto facilmente.
– Y, senor, ?ha testificado que si la llave girase en la cerradura usted se despertaria?
– Si.
– ?No ve la contradiccion en lo que ha dicho?
– No, no la veo.
George vio que su padre se estaba azorando. No estaba habituado a que le contrariasen, por muy educadamente que lo hicieran. Parecia viejo, e irritable, y poco dueno de la situacion.
– Entonces permitame que se lo explique. Nadie ha salido del dormitorio en diecisiete anos. Es decir, segun usted nadie ha girado nunca la llave mientras usted dormia. Entonces, ?como puede afirmar que si la girasen usted se despertaria?
– Eso es buscarle tres pies al gato. Lo que quiero decir, obviamente, es que me despierta el ruido mas nimio.
Pero lo dijo con un tono mas irascible que autoritario.
– ?Nunca le ha despertado el sonido de la llave en la cerradura?
– No.
– ?No puede, por tanto, jurar que ese sonido le despertaria?
– Solo puedo repetir lo que acabo de decir. El ruido mas nimio me despierta.
– Pero si nunca le ha despertado el sonido de la llave girando en la cerradura, ?no es perfectamente posible que la llave haya girado y usted no se haya despertado?
– Como he dicho, eso no ha ocurrido nunca.
George observaba a su padre como un hijo inquieto y solicito, pero tambien como un abogado en activo y un acusado aprensivo. Su padre no lo estaba haciendo bien. Disturnal lo aflojaba primero por un lado y luego por el otro.
– Senor Edalji, ?ha declarado en su testimonio que se desperto a las cinco y no volvio a dormirse hasta que usted y su hijo se levantaron a las seis y media?
– ?Duda usted de mi palabra?
Disturnal no manifesto placer al oir esta respuesta, pero George sabia que lo estaba sintiendo.
– No, solo le pido que confirme lo que dijo.
– Pues lo confirmo.
– ?No volvio, quiza, a quedarse dormido entre las cinco y las seis y media y desperto mas tarde?
– Ya he dicho que no.
– ?Suena alguna vez que se despierta?
– No le entiendo.
– ?Suena usted cuando duerme?
– Si. A veces.
– ?Y suena a veces que se despierta?
– No lo se. No recuerdo.
– Pero ?acepta que otras personas suenan a veces que se despiertan?
– Nunca lo he pensado. No me parece importante lo que suenen otros.
– Pero ?aceptara mi palabra de que otras personas si tienen esos suenos?
El vicario parecia ahora un eremita inducido en el desierto a tentaciones cuya indole parecia totalmente incapaz de captar.
– Si usted lo dice…
Tambien George estaba desorientado por el proceder de Disturnal, pero la intencion del fiscal enseguida se torno mas clara.
– ?De modo que tiene la certeza, en la medida de lo razonable, de que estuvo despierto entre las cinco y las seis y media?
– Si.
– ?Y esta asimismo seguro de que estuvo durmiendo entre las once y las cinco?
– Si.
– ?No recuerda haberse despertado en ese lapso de tiempo?
La cara del vicario adopto una expresion como si volvieran a dudar de su palabra.
– No.
Disturnal asintio.
– Asi que dormia a la una y media, por ejemplo. A las… -hizo un gesto como si arrancara tiempo del aire-, a las dos y media, por ejemplo. A las tres y media, por ejemplo. Si, gracias. Ahora pasemos a otra cuestion…
Y el interrogatorio prosiguio de este modo, sin parar, convirtiendo al padre de George, a los ojos de todos los presentes, en un viejo chocho, tan inseguro como sin duda era honorable; en un hombre cuyas singulares tentativas de garantizar la seguridad domestica podrian haber sido facilmente burladas por su hijo inteligente, que, poco antes, habia mostrado tanta desenvoltura en el estrado de los testigos. O quiza en algo todavia peor, en un padre que, sospechando que su hijo quiza hubiera participado de algun modo en las atrocidades, trataba con inquietud pero sin eficacia de modificar su testimonio a medida que lo prestaba.
Despues comparecio la madre de George, tanto mas nerviosa porque acababa de presenciar el hecho sin precedentes de la falibilidad de su marido. Tras ser interrogada por Vachell, Disturnal, con una especie de urbanidad ociosa, le hizo repetirlo todo. No denotaba un interes excesivo por las respuestas cie la testigo; no era ya el fiscal despiadado, sino mas bien el vecino nuevo que se deja caer por la casa para un te de cortesia.
– ?Siempre ha estado orgullosa de su hijo, senora Edalji?
– Oh, si, muy orgullosa.
– ?Y el siempre ha sido un chico inteligente, y un joven inteligente?
– Oh, si, muy inteligente.
Disturnal realizo un empalagoso simulacro de honda preocupacion por la angustia que la senora Edalji debia de sentir al verse a si misma y a su hijo en las circunstancias actuales.
No era una pregunta, pero la madre de George la tomo automaticamente como tal y empezo a alabar a su hijo.
– Siempre fue un chico estudioso. Gano muchos premios en el colegio. Estudio en el Mason College de Birmingham, y obtuvo una medalla del Colegio de Abogados. Su libro sobre legislacion ferroviaria fue muy bien acogido por muchos periodicos y revistas juridicas. Ahora van a publicarlo en la coleccion de Libros Juridicos Practicos de Wilson.