– Si se preguntan ustedes, como otras personas en esta sala han hecho en los ultimos dias: ?cual era el movil del acusado? ?Por que un joven de apariencia externa respetable cometeria un acto tan abyecto? Diversas explicaciones surgen en la mente del observador razonable. ?Habrian empujado al acusado un rencor y una maldad concretos? Es posible, aunque improbable, puesto que muchas otras victimas han sufrido las atrocidades de Great Wyrley y la campana de libelos anonimos que las acompanaron. ?Podria la demencia haber sido la causa? Cabria pensarlo, al considerar la barbarie indecible de sus acciones. Y, no obstante, esto tampoco consigue explicarlo, pues el delito fue tan bien planeado y tan sabiamente ejecutado que no pudo llevarlo a cabo alguien que estuviese loco. No: yo propondria que busquemos la motivacion en un cerebro que no esta enfermo, sino que mas bien tiene una hechura diferente al de los hombres y mujeres ordinarios. El motivo no fue el lucro ni la venganza contra un individuo, sino que mas bien tiene un afan de notoriedad, un ansia de suficiencia anonima, un anhelo de enganar a la policia a cada paso, un deseo de reirse en la cara de la sociedad y de demostrarse a si mismo que es superior. Al igual que ustedes, miembros del jurado, yo tambien, en distintos momentos de este juicio, convencido como estoy y como estaran ustedes de la culpabilidad del acusado, me he preguntado por que, por que. Y he aqui lo que responderia a esta pregunta. La verdad es que todo parece apuntar a una persona que perpetro estas salvajadas por causa de una astucia diabolica en lo mas recondito de su cerebro.

George, que habia estado escuchando con la cabeza ligeramente gacha, con el fin de concentrarse en las palabras de Disturnal, comprendio que el alegato habia concluido. Alzo la vista y vio que el fiscal le enfocaba con una mirada dramatica, como si solo entonces mirase por fin al preso a la plena luz de la verdad. El jurado, autorizado de este modo por Disturnal, tambien le estaba escudrinando sin ambages; lo mismo hacia sir Reginald Hardy y todos los presentes en la sala, con la excepcion de la familia de George. Tal vez el agente Dubbs y su companero apostado detras del acusado en el banquillo le estaban explorando la chaqueta del traje en busca de manchas de sangre.

El presidente comenzo su recapitulacion a la una menos cuarto, y aludio a los despanzurramientos como «una mancha en el nombre del condado». George escuchaba, pero era consciente en todo momento de que doce hombres justos trataban de detectar en su persona manifestaciones de astucia diabolica. Lo unico que el podia hacer al respecto era parecer lo mas impasible posible. Asi tenia que mostrarse en los ultimos minutos antes de que su destino quedase sellado. No te inmutes, se dijo, no te inmutes.

A las dos de la tarde, sir Reginald mando a deliberar al jurado y George fue conducido al sotano. El agente Dubbs monto guardia, como habia hecho los cuatro dias anteriores, con el aire ligeramente incomodo de quien sabia que George no era de los presos que se fugaban. Lo habia tratado con respeto y ni una sola vez lo habia maltratado. Como no existia la posibilidad de que interpretase mal sus palabras, George entablo conversacion con su guardian.

– Agente, segun su experiencia, ?es buena o mala senal que el jurado tarde mucho en decidir el veredicto?

Dubbs reflexiono un momento.

– En mi experiencia, senor, yo diria que puede ser una senal buena o una senal mala. Las dos. Depende, en realidad.

– Entiendo -dijo George. No solia decir «entiendo», y reconocio que los abogados debian de haberle contagiado la costumbre-. Y en su experiencia, ?si el jurado decide rapidamente?

– Ah, en ese caso, senor, puede ser buena o mala senal. En realidad, depende de las circunstancias.

George se permitio una sonrisa, y que Dubbs o cualquier otro la interpretasen a su antojo. A el le parecia que si el jurado regresaba enseguida, su veredicto -dada la gravedad del caso y la necesidad de que los doce se pusieran de acuerdo- tenia que serle favorable. Y si tardaban en volver tampoco seria malo, porque cuanto mas tiempo estudiasen el asunto, aflorarian tantos mas detalles esenciales y tanto mejor verian la vacuidad de las furiosas maniobras de distraccion de Disturnal.

Al agente Dubbs le asombro tanto como a George que lo llamaran al cabo de solo cuarenta minutos. Hicieron su ultimo trayecto juntos, a lo largo de los pasillos en penumbra y la escalera que llevaba al banquillo. A las tres menos cuarto, el actuario formulo al presidente del jurado palabras familiares para George desde hacia mucho tiempo.

– Senores del jurado, ?han llegado a un veredicto unanime?

– Si, senor.

– ?Consideran al acusado, George Ernest Thompson Edalji, culpable o no culpable del delito de mutilar a un caballo propiedad de la empresa minera de Great Wyrley?

– Culpable, senor.

«No, es un error», penso George. Miro al presidente, un hombre de pelo blanco y un aire de maestro de escuela, que hablaba con un leve acento de Staffordshire. Se ha equivocado de palabras. Desdigalas. Queria decir «no culpable». Esa es la respuesta correcta a la pregunta. Todo esto paso raudamente por la mente de George, hasta que comprendio que el presidente seguia de pie y estaba a punto de hablar. Si, por supuesto, se disponia a corregir su error.

– El jurado, al emitir su veredicto, expresa una recomendacion de clemencia.

– ?Por que motivos? -pregunto sir Reginald Hardy, escrutando al presidente.

– Su posicion.

– ?Su posicion personal?

– Si.

El presidente del tribunal y los otros dos magistrados se retiraron a deliberar sobre la sentencia. George apenas pudo mirar a su familia. Su madre se apretaba un panuelo contra la cara; su padre fijaba en el aire una mirada inexpresiva. Maud, a la que esperaba ver llorando, le sorprendio. Habia girado el cuerpo entero en direccion a George y alzaba hacia el unos ojos graves y amorosos. El sintio que si conservaba aquella expresion en la memoria, las cosas peores quiza pudieran soportarse.

Pero no tuvo tiempo de seguir pensando, porque el presidente del tribunal, que solo habia tardado unos minutos en tomar su decision, le dirigio la palabra.

– George Edalji, el veredicto del jurado es justo. Ha recomendado clemencia en consideracion a la posicion que ocupa. Tenemos que determinar que castigo imponerle. Hemos tenido en cuenta su posicion personal y lo que para usted representan los castigos. Por otra parte, debemos tener presente el estado del condado de Stafford y el distrito de Great Wyrley, y el deshonor infligido al vecindario por estos sucesos. La sentencia son siete anos de trabajos forzados.

Una especie de murmullo soterrado recorrio la sala del juicio, un ruido ronco pero inexpresivo. George penso: «No, siete anos, no puedo sobrevivir siete anos, ni siquiera la mirada de Maud puede sostenerme tanto tiempo. Vachell tiene que explicar, tiene que presentar una objecion».

Por el contrario, fue Disturnal quien se levanto. Una vez conseguida una condena, llegaba la hora de la magnanimidad. George no seria juzgado por el cargo de haber enviado una carta de amenaza al sargento Robinson.

«Llevenselo»; y la mano del agente Dubbs le agarro del brazo, y antes de que George tuviera tiempo de un ultimo intercambio de miradas con su familia, de una ultima mirada alrededor de la sala donde con tanta confianza habia esperado que se impartiera justicia, le empujaron para que bajase por la trampilla hacia la luz de gas titilante del sotano oscuro. Dubbs le explico con deferencia que, en vista del veredicto, tenia que introducirle en la celda provisional, a la espera de su traslado a la carcel. Alli George, sentado inmovil, con el pensamiento todavia en la sala del juicio, revivio despacio los sucesos de los cuatro ultimos dias: los testimonios, las respuestas dadas en los interrogatorios, las tacticas juridicas. No tenia quejas de la diligencia o la eficacia de sus abogados. En cuanto al fiscal, Disturnal habia llevado el caso con inteligencia y un metodo antagonista, como cabia esperar; y si, Meek estaba en lo cierto cuando hablo de la destreza con que aquel hombre hacia ladrillos aunque no tuviera paja.

Y entonces se agoto la capacidad de George para el sereno analisis

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